Al volante de un Jeep o a lomos de una burra, Rafael Nájera (Córdoba, 1938) comenzó junto con Florencio Pérez Gallardo la Campaña de Vacunación Antipoliomielítica, la lucha del país contra esta enfermedad. Era 1963, los medios eran muy escasos o incluso “ridículos”, pero suponía el primer acontecimiento de integración social tras la guerra civil. “La colaboración fue total. Fue un movilizador de afectos y solidaridades, especialmente importante en los pueblos para proteger a los niños”, recuerda.
57 años después, Nájera presenta El Instituto de Salud Carlos III en el marco de la evolución de la salud pública (disponible en el portal de publicaciones del ISCIII), un repaso a los antecedentes históricos del instituto que lidera la investigación científica sanitaria de España. Con motivo de esta publicación, el propio ISCIII organizó el pasado miércoles 23 un homenaje al virólogo y primer director del organismo.
Creo que era importante que se hiciera. Es la primera vez en la historia de España, con el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), que se han juntado la ciencia y la sanidad. La base fundamental del instituto es la unión entre ambas actividades, algo que se venía queriendo desde hacía muchísimo tiempo antes de su fundación. Ya en 1934, con el famoso primer Congreso Nacional de Sanidad, Gustavo Pittaluga decía que la ciencia no era un capricho, sino algo fundamental en el desarrollo de la salud pública.
No lo echo de menos. El cargo es una cosa interina, nombran a un director general y lo cesan cuando la situación cambia. Yo he sido el director del ISCIII que más tiempo ha permanecido en el cargo: ocho años, el mandato más largo. Esto ha hecho posible que desarrollara y organizara el ISCIII. Y aunque por supuesto que ha mejorado a lo largo de los años, sigue siendo el instituto que yo diseñé. Me encuentro orgulloso de que el ISCIII siga existiendo, mejorando y progresando y tenga el detalle de hacerme este homenaje.
Con la doctora Yotti me une una buena amistad. Ella ha sido fundamental para hacer posible que el libro finalmente se editara. El libro empezó con el impulso de la doctora Ascensión Bernal y ha sido la actual directora la que ha hecho que el libro sea hoy una realidad.
Nosotros trabajábamos con unos recursos que uno vería ridículos si se compara con lo que se gasta hoy con actividades de este tipo. Pero teníamos clara una formación sólida en salud pública, una formación homogénea en el conjunto del Estado y un entendimiento con las autoridades sanitarias de cada provincia, no ya de cada autonomía, con un conocimiento epidemiológico claro y preciso. Con todo esto y con Pérez Gallardo, que fue el iniciador de las investigaciones de la polio en nuestro país, conseguimos empezar unos estudios pioneros en España basados en datos científicos para evaluar cuál era el problema y tratarlo de la mejor forma posible.
Todo eso podría servir de ejemplo ante la falta de coordinación de la que hoy se han quejado muchas autoridades. Pero claro, si no tenemos una definición homogénea de caso seguro, comprobado y probable [de coronavirus], de muerte efectiva y de muerte probable, es difícil. Entonces vienen las revisiones, las cifras que unos dan de una manera y otros de otras… Creo que hace falta volver a la base fundamental de nuestra actuación durante la campaña de la polio: la sanidad de la República, que sentó las bases de una sanidad pública eficaz en todo el conjunto del estado español. Esto no es incompatible con las autonomías.
La definición de caso y el rastreo son el abc de la epidemiología y no tenemos que ir descubriéndolos cuando han pasado varios meses. Eso hay que implantarlo desde el primer día. El rastreo de la polio lo hacíamos desde el primer día. Epidemiología y medicina de laboratorio son la base de la salud pública y de una lucha eficaz frente a cualquier epidemia.
La historia de la erradicación de la polio es larga y sinuosa. Ha habido altos y bajos, muchas acciones desafortunadas, desde los problemas con ensayos clínicos en Nigeria que hicieron que se dejara de vacunar, la lucha de los talibanes en Afganistán y Pakistán, el desafortunado ensayo-mentira de hepatitis B para tratar de localizar a Bin Laden… Se han mezclado muchos elementos políticos que han retrasado la eliminación de la polio. Este camino lleva veinte años de retraso y miles de millones de dólares gastados. Indudablemente, uno se alegra que la polio salvaje se haya eliminado de África, pero todavía queda por resolver el tema de la polio derivada de vacuna, un tema complejo.
La aceleración es pura política, no tiene nada que ver con la ciencia ni con la vacunación. Es una vergüenza. Se está ya hablando de que Trump está tratando de forzar para que la vacuna esté antes del 3 de noviembre, día de las elecciones en EE UU; la FDA, agencia reguladora de medicamentos en EEUU y referencia para el mundo está siguiéndole la forma de actuar; Rusia, con una vacuna que no ha terminado los ensayos de eficacia, está forzando la vacunación; China un poco parecido, algo mejor pero también forzando… Están forzando a la ciencia cuando todavía no sabemos si la vacuna va a funcionar. Están vendiendo la piel del oso [antes de cazarlo].
Todos los políticos hacen mención, desde hace meses, a la vacuna. En virus respiratorios, como este, las vacunas funcionan de forma muy distinta a la del sarampión, viruela, rubeola, etc. La protección, si tomamos la gripe como ejemplo, es mucho más limitada, llegando a un 40 o 50 %. No sirve para controlar la epidemia, sirve para la protección individual de la persona que se vacuna, generalmente para pasar la temporada de gripe con dos dosis.
Seamos sinceros, dediquemos más tiempo y recursos a la investigación básica y no a meternos con ensayos de productos que no tienen una eficacia probada y que se llevan la mayor parte de los recursos. Dejemos esto para cuando tengamos la eficacia sólida de una vacuna con pruebas de laboratorio en animales. Estoy absolutamente en contra de acelerar la vacuna y creo que va a ser contraproducente.
El sida fue la enfermedad de la discriminación más brutal que ha padecido la humanidad, tal vez después de los tiempos de la lepra. He vivido y luchado 20 años frente al sida y vivimos una discriminación inconcebible. Afectaba a personas que la sociedad ya estaba discriminando: los homosexuales masculinos, los usuarios de drogas por vía parenteral y, a consecuencia de ello, los niños hijos de padres o madres usuarios de drogas. Esto creaba situaciones kafkianas brutales, todo ello añadido a una discriminación que en el tiempo moderno que no se ha vuelto a dar con la tuberculosis ni ninguna otra.
Digamos que está muy atenuada, no digo superada. Lo que no está superado es la discriminación frente a la homosexualidad masculina o al uso de drogas. Hay que seguir insistiendo y actuar donde desde hace ya 30 años luchábamos: en la educación sexual, sin tabúes y sin mojigatería. Por ejemplo, ¡los niños y las niñas se masturban desde edades muy tempranas y los padres y madres lo saben! Hablemos con ellos, eduquémosles, tengamos una educación sexual sana y no ocultemos cosas que, en lugar de aprenderlas científicamente en la escuela o en la familia, tienen que aprenderla en la oscuridad de los amiguetes.
También la educación frente a las drogas, que en los países de mayor progreso despenalizar ciertos aspectos y no perseguir policialmente al usuario. Todo eso ha costado 30 años cuando podría haberse hecho en tres o cinco. Hay una hipocresía en nuestra sociedad tan brutal que está condicionando la lucha frente a las enfermedades infecciosas nuevas.
Esto es tan antiguo como la humanidad. Desde la relación neolítica, el hombre ha tenido un contacto directo y continuo con los animales porque los ha domesticado para explotarlos. Pero lo que se olvida muchas veces es que el animal doméstico está en contacto con lo que se llama el animal peridoméstico, que está en contacto con el animal salvaje. No hay compartimentos estancos, que es lo que parece que la epidemiología tonta pretende ver, es un continuo. Gran parte de las enfermedades infecciosas son antropozoonosis. Precisamente por eso, en los últimos 20 años se ha desarrollado un nuevo concepto de una salud global.
La gripe y las grandes pandemias vienen del contacto con animales salvajes, fundamentalmente aves, caballos o cerdos que recombinan su material genético con cepas del hombre. Desde la visión del concepto de salud global, considerando la enfermedad en su dimensión animal y humana, se ha llegado a una epidemiología de la fauna salvaje. Esta vigilancia de la fauna salvaje es algo que está tomando en los últimos tiempos una gran relevancia.
Hay países como Nueva Zelanda, un avanzado en este sentido, que tiene unos programas de vigilancia de especies de animales salvajes extremadamente ejemplares. En relación con la pandemia actual, EE UU ha desarrollado a través del NIH toda una vigilancia global. De la misma manera que en los años 40 se desarrolló a instancias de la OMS y del CDC la red de centros de vigilancia de gripe, que ha sido de eficacia extraordinaria y que dura hasta ahora, esto se está empezando a desarrollar a nivel global desde una serie de centros en red que van a vigilar la fauna doméstica y salvaje en determinados continentes. Esto se está instituyendo en estos momentos y, todavía, no participa ningún centro español.
Creo que el tema no se enfoca adecuadamente porque los antivacunas a fin de cuentas forman parte del concepto más amplio de medicinas alternativas que ponen en duda la medicina científica. Igual que en la epidemiología, no hay compartimentos estancos en la asunción de la realidad científica. Hay que entender que hasta el nacimiento de la sociedad científica, toda medicina era alternativa, mágica, de ideas esotéricas y llena de incongruencias brutales.
Esto ha sido la medicina durante siglos, no nos rasguemos las vestiduras. Lo que hay que hacer es entender el fenómeno. En el último análisis del CDC hizo una encuesta sobre cuáles eran las medicinas alternativas más frecuentes. ¿Y sabes cuál era la primera?
La oración. Lo más importante, un 40 %, era la oración por las dolencias de uno; luego la oración por las dolencias de un ser querido; y luego la homeopatía. Lo que hay que hacer es impulsar la medicina científica y no asumir que está asimilada por todos. No vamos a eliminar por decreto las medicinas alternativas y los antivacunas, que en algunos casos están asociados a creencias religiosas, como los testigos de Jehová y otras sectas, que en EEUU son de gran importancia. Están condicionando enfermedades de alta contagiosidad, como el sarampión, a núcleos de población sin vacunar que van a producir brotes epidémicos para que entre en ellos el virus salvaje.