Quedar con un ex para resolver asuntos pendientes es un error: recomendaciones de una psicóloga para no hacerlo

  • Hay algunas situaciones que pueden dar lugar a rupturas especialmente duras: una de las partes de la pareja no está de acuerdo, hemos idealizado a nuestra expareja o la relación era tóxica y dependiente

  • El efecto Zeigarnick es un fenómeno psicológico que explica por qué las rupturas inesperadas nos provocan una sensación de tensión e incertidumbre

  • Una psicóloga explica por qué quedar con un ex para que responda a nuestras preguntas puede ser una trampa y qué podemos hacer para evitar caer en ella

A veces cuando una historia de amor llega a su fin, quedan en el aire un montón de preguntas. ¿Por qué salió mal? ¿Pude hacer algo para evitarlo? ¿Hay terceras personas implicadas? Y como si de un eccema que a más rascamos más grande se hace, van surgiendo nuevas incógnitas.

Llegados a este punto tenemos dos opciones: aceptar la incertidumbre de las rupturas o aferrarnos a nuestro ex para que responda a todas nuestras dudas. Puede parecer más sencilla la segunda opción o, como mínimo, menos sufrida. Sin embargo, depender de nuestra antigua pareja para que resuelva todos los asuntos pendientes de una relación es un error, y vamos a explicarte por qué.

Las relaciones más difíciles de cortar

Una ruptura nunca es perfecta (o al menos no para la mayoría de la población). Se trata de un proceso difícil de digerir en el que surgen emociones como tristeza, rabia, culpabilidad o ansiedad. Estas emociones son más habituales cuando:

  • Una de las partes no está de acuerdo

Incluso cuando una pareja es tóxica y está abocada al fracaso, siempre hay una de las partes que no quiere dar su brazo a torcer. El dicho de “mejor solo que mal acompañado” está en otro idioma para él, y prefiere sufrir a poner fin a la relación.

Cuando esto sucede, la ruptura puede volverse complicada porque surgen sentimientos de negación (evita reconocer que el amor se ha acabado), celos (no acepta que sigas con tu vida) y optimismo ilusorio (se aferra a cualquier indicio de que vais a volver).

  • Habías idealizado a tu expareja

Si empezaste a salir con él o con ella, es porque viste cosas buenas. Eso es evidente. Pero una cosa es admirar a tu pareja y otra idealizarle hasta el punto de sentir que tu vida no tiene sentido sin ella.

Nuestros ex no son ni demonios ni ángeles, y evitar esta demonización e idealización es el mejor remedio para que la ruptura sea llevadera.

  • La relación tenía una dinámica dependiente

A todos nos ha pasado. Empezamos una relación y el enamoramiento inicial nos hace dejar de lado nuestra individualidad, pasando a ser la media naranja de otra persona en vez de una naranja completa. El problema es que cuando basamos toda nuestra vida en la etiqueta de “pareja de alguien”, es muy fácil sentirnos perdidos si el amor se acaba.

La dependencia nos impulsa a retomar una relación cíclicamente con sus reconciliaciones y sucesivas rupturas, o a buscar otras relaciones que no nos hagan afrontar la soledad en el terreno amoroso.

  • El chantaje emocional era vuestro pan de cada día

Cuando tu pareja te chantajea emocionalmente, se convierte en una víctima y tú en el verdugo. Automáticamente, todo lo que le sucede está mal, y la responsabilidad de arreglar sus problemas, coser sus heridas y asegurar que sea feliz es tuya y solo tuya. Esto no es sano, pero aun así es difícil darnos cuenta.

Al armarte de valor y cortar una relación basada en el chantaje emocional, la parte que rompe se siente culpable y el dejado se aferra a su rol de víctima.

  • El amor estaba sustentado en el miedo

Una de las relaciones más tóxicas es la que se basa en el miedo. Con frases como “sin mi no eres nada” o “si yo te dejo, ¿qué vas a hacer con tu vida?”, acaban convenciéndote de que eres un ser vulnerable que no puede afrontar la vida en solitario.

La vida sin tu pareja te asusta, y asumir una ruptura es como tirarte en la parte más profunda de una piscina sin saber nadar.

El efecto Zeigarnick en el amor

Estas cinco relaciones que acabamos de describir no solo tienen en común un alto grado de toxicidad, sino que también son capaces de generar en nosotros la sensación de que todavía no hay un desenlace justo. Tanto si el noviazgo fue fantástico y hemos idealizado a nuestro ex, como si fue horrible y se ha convertido en la personificación del demonio, creemos que quedan muchas preguntas sin responder.

Existe un fenómeno psicológico capaz de explicar esto: el efecto Zeigarnick, según el cual las tareas que se interrumpen antes de acabarlas, generan una huella en nuestra memoria y se recuerdan con más facilidad. Por ejemplo, estás viendo una película, tu amigo te llama porque está fatal y necesita quedar, y te toca dejarla a medias. Según el efecto Zeigarnick, tendrás una espinita clavada que te hará recordar que tienes la película pendiente, y esa sensación de incomodidad no desaparecerá hasta que acabes de verla.

Esas explicaciones nunca sacian nuestra curiosidad

Extrapolando este efecto al fenómeno del amor, las relaciones que acaban de forma brusca o inesperada generan en nosotros un estado de tensión psicológica. Empezamos a analizar al milímetro todo lo que rodea a la ruptura y cada detalle insignificante de la relación. Las discusiones, el sexo, los buenos momentos, las publicaciones de Instagram… Y acabamos llamando a nuestro ex para que nos de explicaciones, pero esas explicaciones nunca sacian nuestra curiosidad.

Además, este tipo de quedadas son la excusa ideal para volver a caer en la red de tu ex, retomando una relación que si acabo fue por algo. Y como si de un bucle temporal se tratase, volvéis a cortar, volvéis a quedar para hablar, y volvéis a empezar desde cero (o eso pensáis) una y otra vez.

¿Significa esto que las segundas oportunidades no funcionan?

No es lo mismo cortar y volver una y otra vez repitiendo en cada ciclo las conductas tóxicas que precipitaron la ruptura, que cortar, dedicar tiempo a entender por qué la relación no funcionó, cuidar nuestra salud mental y volver con esa persona cuando hayamos superado ciertas pautas dañinas.

Las segundas oportunidades a veces funcionan, pero requieren esfuerzo y trabajo. Debes dedicar tiempo por un lado a conocerte a ti mismo, pero también a cuidar y entender a tu expareja. En otras palabras, las personas sí pueden cambiar y una relación que en el pasado no funcionó, puede ser un éxito meses o años después.

En cualquier caso, debemos ser realistas, analizar el motivo que nos llevó a cortar la relación y, sobre todo, no ceder ante la culpa. Cuando una relación se acaba, suelen quedar ciertos sentimientos de cariño y complicidad. Eso no siempre significa que sigas enamorado, por eso antes de precipitarte y volver debes dedicar un tiempo a entender qué sientes y qué quieres.

Si pasado ese tiempo tienes claro que no quieres volver con tu ex, debes ser fuerte y evitar caer en el efecto Zeigarnick del que hablábamos antes. Quedar para resolver asuntos pendientes no te ayudará, pero borrar a tu ex de los contactos de WhatsApp una temporada sí.