Cuando una persona entra en la consulta del psicólogo por primera vez su pensamiento es que la mejora va a ser lineal y positiva. En otras palabras, que semana tras semana todo irá a mejor hasta que finalmente el problema se solucione. Sin embargo, esto no siempre sucede así, porque la terapia se asemeja más a una montaña rusa que a unas escaleras.
Peldaño a peldaño vamos escalando hacia la cima de la salud mental, pero el camino no siempre es recto. A veces retrocedemos un par de escalones, y en ocasiones damos una zancada y avanzamos tres. Es muy fácil leer esto, pero cuando estás realizando una terapia no ver avances puede ser muy frustrante, tal y como le sucedió a Néstor, un joven de 25 años con un problema de ansiedad.
“Llevaba ya cuatro meses yendo al psicólogo y en el último mes no notaba mucho cambio”, nos relata. “Ahora estoy en ese punto en el que no sé qué hacer, porque ir allí una vez a la semana es un gasto, y para salir igual que entré…”. Sin embargo, también explica que hay ciertos aspectos de su vida que están vetados. “No me gusta hablar de mi relación con mi padre. No lo hago con mi novia, tampoco lo quiero hacer con mi psicólogo”, explica.
Su testimonio evidencia el primer error al que nos enfrentamos cuando vamos al psicólogo: los temas tabúes.
Es normal que haya aspectos de tu vida que son demasiado íntimos como para compartirlos con un desconocido, pero tu psicólogo no te va a juzgar (y si lo hace es una gran red flag, así que huye).
Si necesitas tiempo, puedes solicitarlo, pero a veces hay asuntos que no contamos y que son muy relevantes para la salud mental. Por eso sentimos que nos estancamos, cuando en realidad el problema es que hay ‘algo sin resolver’.
Esto ocurre mucho en relaciones tóxicas o de maltrato, sobre todo de pareja. Por miedo a que nos juzguen o a admitir en voz alta que estamos siendo víctimas de violencia psicológica o física, ocultamos esa parcela de nuestra vida.
Si te es más fácil, puedes escribir lo que sientes en casa y llevárselo luego a tu psicoterapeuta. Pídele que lo lea para entenderte, pero explícale que no estás preparado para hablar del tema en consulta. De esta forma podréis avanzar poco a poco.
Cuando a las personas les incomoda hablar de un tema en terapia, a veces pueden mentir. ¡No lo hagas! Es mejor decir que prefieres no profundizar en ese asunto y pasar a otro.
Cuando mientes, tu psicólogo se hace una idea distorsionada de la realidad. No somos adivinos, no leemos mentes. Para que la terapia funcione, debemos conocer a fondo lo que la persona piensa, siente o hace, y no una visión ficticia.
Otro gran obstáculo de la terapia es no realizar las tareas para casa. A veces por falta de tiempo y otras por falta de fuerzas, lo vamos posponiendo, y pasan los días hasta que llega el momento de la consulta. Entramos muertos de la vergüenza porque no hemos hecho esa pequeña actividad tan simple que nos mandó.
¿La primera reacción? Mentir. ¡Error! Como he dicho antes, mejor ser sincero. No nos vamos a enfadar ni a echarte la bronca. Incluso puedes pedirle alguna tarea más sencilla o que te explique la actividad de nuevo si no la has entendido.
“Iba a terapia, pero luego no hacía nada”, confiesa Elisa, de 23 años. “El primer día, después de la sesión, sí que me ponía. Hacía los ejercicios de relajación y el diario, pero luego lo iba dejando. Me daba agobio enfrentarme a eso sola. Necesitaba que mi psicóloga estuviese allí cuando tenía que enfrentarme a mis problemas”.
Igual que en ocasiones hay cosas muy importantes que no queremos contar porque no estamos preparados o nos avergüenza, también puede suceder lo contrario: queremos hablar, pero no tenemos nada importante que contar.
Esto es habitual tras varios meses de terapia. “No tengo tanto qué decir en una hora. Mi vida es muy aburrida”, explica entre risas Alicia, de 29 años. “Sí que estoy mejor, pero no creo que lo suficiente como para dejar de ir, pero aun así no sé de qué hablar con mi psicóloga”.
Si esto sucede, lo primero que debes hacer es hablarlo con tu psicólogo o psicóloga. Juntos podéis valorar otro tipo de estrategias que no consistan tanto en ‘hablar’, sino en ‘actuar’. Por otro lado, puede aumentar el nivel de dificultad de las tareas para casa o abordar otros asuntos que hasta ahora ambos habíais pasado por alto. En última instancia, puede considerar darte el alta o, si sigues necesitando terapia, derivarte a otro profesional.
Muchas veces los psicólogos somos vistos como figuras de autoridad, y no lo somos. En consulta estamos para ayudarte, pero también para aprender de ti. Por eso es importante que des tu opinión.
Por ejemplo, sobre la periodicidad semanal. Normalmente la terapia psicológica se realiza de forma semanal, pero hay personas para las que se queda corto o demasiado largo. Si crees que te ayudaría más ir una vez cada 15 días o ir dos veces a la semana, háblalo con tu psicólogo.
Otra frase que da miedo decir al psicólogo es “creo que ya no necesito venir más”. No es una ruptura, no nos vamos a sentir traicionados. Si no necesitar ir a consulta porque te encuentras bien, tu psicólogo se alegrará y te dará su opinión sincera. Si no quieres ir más a esa consulta, pero quieres probar con otro psicólogo, puede ayudarte a encontrar un profesional acorde a tus necesidades. Al fin y al cabo te conoce bien, lleva tratándote tiempo y su asesoramiento puede ser muy útil.
Sea lo que sea, háblalo con naturalidad. Un buen profesional no te juzgará ni invalidará lo que sientes.