Tener la sensación de que necesitas mover las piernas puede no ser ni una manía ni un acto involuntario sino lo que los especialistas llaman el síndrome de las piernas inquietas, sin cura a día de hoy y que sufre según diferentes estudios un 10% de la población, siendo además para un 2% limitante en su vida cotidiana.
Estos son algunos datos que aporta a Efe Elena Urrestarazu, especialista del departamento de Neurofisiología y de la Unidad del Sueño de la Clínica Universidad de Navarra, quien indica que lo idóneo es acudir a un médico para tener un diagnóstico aunque es posible también hacer a título personal una aproximación fiable, que después deberá confirmar y tratar el facultativo, respondiendo a unas sencillas preguntas.
Se trata de concretar si se tienen molestias en las piernas y se necesita moverlas con una especie de patada cada pocos segundos para que se calmen, movimientos que "se pueden controlar" pero que si se impiden "generan mucha ansiedad", si esas molestias se producen generalmente cuando se está tranquilo y quieto, y si se manifiestan por la tarde y noche.
Unas molestias, dice Urrestarazu, que dificultan la conciliación del sueño o que te despiertan y complican que puedas dormite de nuevo, por lo que la persona afectada por el síndrome de las piernas inquietas no descansa de una manera adecuada y ello provoca un cansancio que repercute en su vida diaria.
De hecho indica que es una enfermedad neurológica, que "no tiende nada que ver con problemas psicológicos", pero que está clasificada también entre los trastornos del sueño.
A día de hoy no tiene cura aunque sí tratamientos para mejorar los síntomas y que estos no impidan por ejemplo ir al cine o a un restaurante, actividades de la vida cotidiana que limita o incluso puede anular esta patología.
"Algo tan sencillo como sentarte a ver tranquilamente la televisión después de cenar es algo impensable para quienes tienen un cuadro más grave", apunta la especialista de la CUN, y subraya que cuando acciones habituales no se pueden llevar a cabo "afecta en la calidad de vida".
La enfermedad empieza en la mayoría de los pacientes por un déficit de hierro en una zona concreta del cerebro, no en la sangre, porque no suelen tener anemia, y para paliar los síntomas da buenos resultados proporcionar este mineral, con un tratamiento incluso endovenoso.
Y si el paciente no es apto para este tratamiento existen otros, entre ellos algunos que se desarrollaron para combatir la epilepsia o que se suministran a enfermos de parkinson y que se han demostrado "muy eficaces" para el síndrome de las piernas inquietas aunque "son problemas que no tienen nada que ver".
Por eso "es importante que sea un profesional quien decida cuál es el tratamiento más conveniente para cada persona, no a todo el mundo se le pone el mismo", indica Elena Urrestarazu, que destaca que se trata de una enfermedad que no es consecuencia de otras ni deriva en otras.
Sí que puede tener un origen genético, es "mucho más prevalente en mujeres que en hombres" y, aunque también puede aparecer en niños, cuando es más difícil el diagnóstico, resulta "mucho más frecuente según avanza la edad".