Cuando empezaba el verano, Elena hizo match con un chico a través de una app de citas. Era divertido, inteligente, atractivo y, lo mejor de todo, desde el primer momento surgió una conexión brutal entre ambos. Sólo había un problema, él vivía a casi doscientos kilómetros, pero visitaba muy a menudo Burgos, la ciudad de Elena, porque es dónde vivían sus padres. Así que aunque ella tenía claro que no quería nada “a distancia”, cambió de opinión por su crush de Tinder.
El primer mes todo fue perfecto. Todos los fines de semana él visitaba a Elena y la colmaba de amor, promesas y promesas de futuro. “Eres la mujer perfecta, me decía”, nos confiesa Elena, enfermera de 26 años. “Para mí era como una película. Me decía que nunca había conocido a una chica como yo, que le gustaba muchísimo verme, que sentía cosas súper fuertes… Es que era lo que yo siempre había querido”. Pero tras ese mes, todo cambió.
Las conversaciones se volvieron más frías a través de WhatsApp. “Yo estaba muy liada. Pasó de decirme que le gustaba muchísimo y de hablarme desde por la mañana hasta por la noche, a contestarme súper seco y no hablar casi”, relata.
Después llegaron las excusas para no quedar. “El primer mes venía cada fin de semana. Después empezó a decirme que él tenía muchas cosas que hacer y que no podía perder el tiempo haciéndose 200 kilómetros. Yo lo entendí porque además no le quería agobiar, pero me descolocó mucho su actitud. Y luego me decía esas cosas, pero acababa viniendo igualmente, y en persona era como siempre”.
“La situación era cada vez más tensa. No hablábamos casi entre semana y yo me sentía como una mierda. Pensaba que era cosa mía y cuando estaba con él o le escribía, iba con pies de plomo para no decir ni hacer nada que pudiese agobiarle ni molestarle. Era una vigilancia constante hacia mí misma, porque me culpaba de alejarle”, nos explica al recordar aquella pseudorelación.
“Lo peor de todo fueron las broncas. Un finde me dijo que no podía venir porque estaba medio acatarrado y le preocupaba que fuese Covid. Obviamente lo entendí, le dije que se cuidase mucho y que no se preocupase por mí. El sábado le pregunté que qué tal estaba, pero porque yo estaba preocupada. Pues me dijo que de qué iba haciéndole interrogatorios constantes, que quién me creía y que así solo le asfixiaba. Me quedé flipando. Es que me acuerdo que le pasé la conversación a mi mejor amiga porque no me lo podía creer”.
El fin de semana siguiente, su ligue volvió a la ciudad y todo volvió a ser como siempre, al menos durante esas 48 horas. “Es que íbamos como una pareja. De la mano, abrazados, besándonos en todas partes. Ese sábado fuimos a comer, subí una foto a Instagram, le etiqueté y me montó tal pollo al verlo que se fue. Me dijo que cómo hacía eso, que para qué tenía que andar subiendo cosas… Lo mismo del otro día, que quién me creía y que le asfixiaba. La idea era pasar juntos el finde entero, como siempre. Tenía las cosas en mi casa, así que fuimos a buscarlas y se fue. Yo estaba desesperada intentando que me hiciese caso, pero nada”.
Los siguientes dos meses fueron una auténtica tortura para Elena. Era una montaña rusa de amor, pero también discusiones, chantaje emocional y posesividad por parte de él, mientras ella intentaba no hacer nada que pudiese detonar esa bomba de relojería. Finalmente, ella se cansó, le dijo que no podía tratarla así, y la reacción de su ligue fue bloquearla.
La situación de Elena es un ejemplo perfecto de 'love bombing', una técnica de manipulación que podría considerarse la prima lejana del 'ghosting', 'el breadcrumbing' y 'negging'.
El término 'love bombing' significa, traducido al castellano, bombardeo de amor, y aunque parezca una nueva moda, en realidad surgió en Estados Unidos en 1976 para explicar el funcionamiento de sectas y movimientos religiosos extremistas, concretamente el de la Iglesia de la Unificación.
“Cuando alguien muestra interés en la secta, los reclutadores bombardean a esa persona con amor. Este proceso de fingir amistad e interés surge en sectas juveniles, pero rápidamente fue adoptado por otros grupos cultistas como parte de su protocolo para atraer gente”, explica Margaret Singer, psicóloga clínica especializada en sectas, en su libro Cults in Our Midst. “El love bombing involucra a los miembros más nuevos con halagos, seducción verbal, caricias cariñosas pero generalmente no sexuales, y mucha atención a cada uno de sus comentarios”.
Viajando al futuro –o, mejor dicho, al presente– y situándonos de nuevo en la era de las apps de citas, el love bombing se ha convertido en una técnica para atrapar a una persona bombardeándola con mensajes cariñosos, halagos exagerados, falsas promesas y muestras de amor incondicional.
Este bombardeo de amor asusta mucho; al fin y al cabo, es una técnica que surge en el contexto de las sectas… ¡Cómo no nos va a dar miedo que nos pase en una relación! Pero intenta mantener la calma y no le pongas a todo la etiqueta de 'love bombing'.
Si acabas de conocer a una persona súper cariñosa que desde el principio te dice que siente cosas, que eres increíble y que quiere seguir conociéndote, no huyas hacia atrás haciendo la croqueta. Seguramente la relación es perfecta porque de verdad fluye y no porque sea una persona manipuladora.
Sin embargo, es importante activar nuestro radar de red flags en cuanto nos adentramos en la fase del afecto intermitente. ¿Cuándo preocuparte?
Si detectas alguna de estas siete red flags, fíate de tu instinto. Puedes pedirle explicaciones, pero si tras insistir sigue sin dártelas es mejor priorizar tu salud mental y distanciarte de esa persona.
Es normal aferrarnos a las relaciones de 'love bombing', porque pensamos que si actuamos como el novio o la novia perfecta, en algún momento volverá la fase de luna de miel. No es así. Cada vez habrá más afecto intermitente, más chantaje emocional y más ansiedad. Ansiedad por la incertidumbre de amar a una persona que te manipula. Ansiedad por el miedo a no saber por qué vais a discutir ese día. Ansiedad por no poder actuar de forma relajada y libre. ¿Compensa una relación asi? Por supuesto que no.
Mantente distraído con tus hobbies o trabajo, cuéntale todo a tus amigos o amigas (es muy importante no ocultar lo que ocurre ni encubrir a tu ligue) y no renuncies a tu vida por esa persona. Cuanto más te cuides a ti, menos daño te podrá hacer. Y si lo necesitas, pide ayuda psicológica o bien para salir de la relación o bien para superar las secuelas.