Nuestro organismo cuenta con distintos métodos de defensa contra todo aquello que trate de dañarlo. Uno de ellos, quizás el más conocido, es la fabricación de anticuerpos que nos protegen en mayor o menor medida frente a ciertas infecciones, o lo que es lo mismo, la inmunidad humoral. Sin embargo, existe otro mecanismo clave que comienza a ganar protagonismo en la lucha contra la Covid-19 a raíz de distintos estudios recientes: la inmunidad celular. ¿En qué consiste la inmunidad celular y qué tiene que ver con el desarrollo de la vacuna contra el coronavirus? ¿Es posible que nos proteja de forma eficaz contra reinfecciones futuras?
La inmunidad celular consiste, de forma esquemática, en la destrucción de las células de nuestro organismo que han sido infectadas por un virus o bacteria, como puede ser el caso del coronavirus. Ello es posible gracias a un tipo de células, los linfocitos T, que se encargan de eliminar estas células infectadas (y solo las infectadas) para protegernos y acabar con el agente invasor de que se trate.
La otra cara de la moneda en cuanto a nuestra respuesta inmune es la inmunidad humoral, de la que son responsables los linfocitos B, encargados de elaborar los anticuerpos necesarios para luchar contra elementos dañinos que invadan nuestro cuerpo.
Así, la diferencia entre ambos procesos es que en el primero de ellos se destruyen las propias células infectadas, mientras que en el segundo se generan los anticuerpos necesarios para luchar contra un tipo específico de antígeno.
Lo mejor de la destrucción de células infectadas, en el caso de la inmunidad celular, es que ésta evita la generación de virus nuevos y ayuda a frenar la capacidad de contagio de la persona infectada, a la vez que se reduce la infección en el paciente. Por eso, las posibles vacunas contra el coronavirus en las que se trabaja contemplan ambos tipos de inmunidad.
Los más recientes estudios relacionados con el SARS-CoV-2, virus causante del covid, demuestran que nuestro organismo genera, en la mayoría de los casos, ambos tipos de respuesta inmunitario, de forma que las los linfocitos T crecían una “memoria” para combatir el virus a largo plazo. De hecho, también se han encontrado indicios de inmunidad celular relacionada con el coronavirus en muestras de sangre extraídas antes del inicio de la pandemia, lo que indicaría que en determinadas personas ya existía una respuesta inmunitaria fruto de otros tipos de coronavirus.
De esta forma, es posible que algunas personas hayan desarrollado inmunidad frente al coronavirus de forma previa, y ello explicaría las diferencias entre síntomas, o el hecho de que algunas personas pasen la enfermedad sin experimentar ninguna molestia aparente.
Según un estudio publicado por la revista Cell, el 41 por ciento de las personas que habían contraído el virus, pero no habían generado anticuerpos sí habían desarrollado inmunidad celula Por tanto, podría haber un mayor número de personas protegidas frente a la enfermedad de lo que se cree, ya que los test que se realizan de forma rutinaria miden únicamente la inmunidad humoral (es decir, la presencia de anticuerpos).
A ello se suma el hecho de que los anticuerpos no siempre se detectan, ni éstos garantizan una protección a largo plazo. Al contrario, la inmunidad celular suele tener una mayor duración, incluso de años.
Por todos estos motivos, las conclusiones de éste y otros estudios similares están llevando a poner el foco también en la inmunidad celular como remedio para evitar la propagación de la Covid-19 y frenar su desarrollo a largo plazo. Así, generar linfocitos T en el individuo podría implicar no contagiarse de nuevo o desarrollar cuadros más leves.
Similares conclusiones a las del estudio anterior son las detectadas por el Imperial College de Londres, en un estudio publicado por la revista Science Immunology y recogido por la web Vacunas.org. Entre sus conclusiones, destacan las siguientes: