En nuestras visitas a la piscina en verano a veces prestamos toda nuestra atención a proteger nuestra piel del sol, algo totalmente imprescindible si queremos prevenir la aparición de problemas como manchas solares, quemaduras o melanomas. Pero el agua también tiene sus riesgos para la piel y puede provocarnos infecciones y pequeños sustos si no tomamos las medidas necesarias.
Uno de los problemas más comunes en las piscinas son los hongos, microorganismos que provocan infecciones como la onicomisosis, que puede causar la destrucción de la uña y provocar infecciones de piel. Para prevenirlos es aconsejable secarnos a conciencia una vez que terminamos de bañarnos, evitar ir descalzos por el borde de la piscina y siempre pasar por la ducha al salir de la piscina. Tomar el sol también puede provocar la aparición de hongos en zonas de sudoración excesiva, para evitarlo aplica polvos de talco en las zonas de mayor sudoración.
El cloro también puede darnos más de un dolor de cabeza en la piscina. Se utiliza para desinfectar el agua, pero como daño colateral puede dañar la piel, el pelo, las uñas y las mucosas de los bañistas. Para evitarlo es aconsejable tomar una ducha al salir para retirar los restos de cloro y aplicar una crema hidratante después de bañarnos, pues el cloro puede secar, agrietar y descamar la piel. Además del cloro, el contacto con el cobre del agua de la piscina puede provocar que tu pelo adquiera un tono verdoso, un problema dermatológico que se elimina lavándose el pelo con champú después del baño.
Si la piscina es al aire libre, hay que tener en cuenta que el agua refleja parte de los rayos del sol, por lo que no debemos descuidar la protección solar durante el baño en el mar o la piscina. No basta con habernos aplicado la crema solar al llegar a la piscina, hay que procurar reponer la protección tras los baños pues los protectores solares no son resistentes al agua y perderemos la protección una vez que nos bañemos.
Conviene no olvidar que la piel el órgano más expuesto y más vulnerable a los rayos solares de todo el cuerpo. Para ello, es fundamental adquirir una rutina de cuidados internos y externos en verano, desde usar crema hasta vigilar lo que comemos.
Se dice que “la piel tiene memoria” porque los efectos de la radiación ultravioleta pueden causarnos desde quemaduras molestas o una dermatitis hasta enfermedades como el cáncer cutáneo cuando no se protege durante mucho tiempo.
Como norma básica, no se debe tomar el sol en los tramos horarios de mayor incidencia (de 12 a 17 horas), así como utilizar siempre un factor de protección solar mínimo del 30. Además es aconsejable utilizar gafas de sol, sombrero y no está de más llevar sombrilla a la playa si vamos a exponernos en las horas de más sol mencionadas.
En verano es más importante que nunca hidratarse debidamente, no solo en la playa y la piscina, también en la montaña. Para ello es recomendable beber al menos 1,5 litros de agua al día, pero además hay alimentos que ayudan a hidratarnos y son ricos en vitaminas: frutas y verduras, el aceite de oliva, y algunos pescados como el salmón.