Cada día se dan casos de personas vacunadas que se contagian de coronavirus, aunque en su mayoría no presentan síntomas o son muy leves. Muy pocas acaban en el hospital, pero lo que cabe esperar si se mantiene este ritmo de vacunación es que el número de ingresados vacunados supere al de los que no lo están.
Lo cual no sería sino la consecuencia de que la cobertura vacunal ha alcanzado una cota más que deseable sin olvidar lo fundamental: que con estos antídotos, el número de hospitalizados y fallecidos es notablemente inferior al que habría sin ellos.
Así lo explican a Efe José Manuel Jiménez, investigador en el Departamento de Enfermedades Infecciosas del King's College de Londres, y Manuel Franco, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá de Madrid y de la Johns Hopkins University.
Todavía hay quien se pregunta cómo es posible que personas con la pauta completa estén pillando el virus si lo que nos dicen es que más del 87 % de los mayores de 40 años está ya protegido con sus dosis correspondientes. La respuesta es la que se ha dado siempre: ninguna de las vacunas actuales es esterilizante. Es decir, no previenen el contagio.
¿Y aun así son tan efectivas como nos cuentan? Lo primero que hay que recordar es que ninguna lo es al 100 %; y lo segundo, que su objetivo principal no es evitar la infección, sino que las personas desarrollen formas graves de la enfermedad y fallezcan. Y es en este terreno en el que están desplegando todo su arsenal.
"La efectividad de las vacunas hay que valorarla principalmente en la prevención de la enfermedad, los ingresos hospitalarios y las muertes. De hecho, lo que estamos viendo es que, aunque las personas vacunadas pueden infectarse, la infección suele ser asintomática o con síntomas leves", afirma el experto en infecciosas y doctor en Biociencias Moleculares por la Universidad Autónoma de Madrid.
Con lo que su principal función "está más que cubierta", añade Franco, también portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas).
El 31 de enero pasado, en pleno pico de ingresos hospitalarios de la tercera ola, había un 24 % de camas ordinarias ocupadas con pacientes covid y un 45 % de las unidades de cuidados intensivos.
La incidencia por aquellos días rozaba los 900 casos por 100.000 habitantes y los fallecidos semanales superaban los 1.500. El mismo 31 de enero, 1,6 millones de ciudadanos tenían una dosis administrada y 357.892 la pauta completa.
Seis meses después España, con el 56,8 % de sus habitantes inmunizados y más de 56 millones de dosis pinchadas, ocupa los primeros puestos de población completamente vacunada. Y lo hace en plena remisión de la quinta sacudida que da el virus en año y medio en la que ha llegado a tocar un máximo de incidencia de 700 casos.
Aunque aumenta exponencialmente según baja la edad de los contagiados: en el grupo de mayores de 80 años es de 276; en el de 70-79, 199; en el de 60-69 sube a 322; en el de 50-59 a 339; en el de 40-49 a 434 y en el de 30-39 a 817, hasta dispararse en el de 20-29 a 1.653 y a 1.524 en el grupo de 12 a 19. La tasa de los menores de esa edad cae a 546.
El pico de hospitalizaciones y ucis se espera en breve: de momento, se encuentran en un 8,24 % las primeras y en un 18,31 % las segundas. La edad media de los ingresados ha bajado a los 45-50 años y la de los pacientes críticos a 50. En la última semana han fallecido 199 personas.
Un 5,5% de los enfermos covid hospitalizados tiene la pauta completa frente al 83,4 % que no tiene ninguna dosis, aunque los porcentajes podrán revertirse y "de hecho sería lo esperable si España sigue vacunando al ritmo que lo hace", responde Jiménez.
Tan simple como pensar que si el 100 % de la población estuviese vacunada, el 100 % de los hospitalizados serían personas vacunadas. Pero, eso sí, "no hay que olvidar que el número de hospitalizados en este caso sería notablemente menor que el que habría sin vacunas".
Eso pasa porque no tienen esa efectividad del 100 %, bien porque "en ciertos individuos no funcione bien o la respuesta no sea óptima", con lo que acaba desarrollando formas graves de la enfermedad o incluso muere.
Con los más mayores ocurre además que, con el paso de los años, el sistema inmune "también envejece y se deteriora, por lo que la respuesta inmune frente a enfermedades infecciosas o la protección conferida con las vacunas empeora con el tiempo". Es el llamado proceso de inmunosenescencia.
Sea como sea, Jiménez pide mucha cautela a la hora de analizar los datos antes de lanzar conclusiones erróneas: "Lo realmente importante es analizar el porcentaje de vacunados que requiere hospitalización en un grupo de riesgo determinado y compararlo con el grupo de no vacunados".
Es decir, no hablar de vacunados hospitalizados dentro del grupo total de personas ingresadas con covid, sino calcular los vacunados que han requerido hospitalización dentro del mismo grupo de vacunados, hacer lo mismo con el de no vacunados y comparar ambos porcentajes.
Las personas vacunadas se pueden infectar y contagiar el virus. Ahora, la probabilidad que tienen de infectarse y transmitir el virus va a ser "considerablemente menor" que la de quien no lo está, con lo que "la vacunación sigue siendo una de las mejores armas que tenemos para limitar las infecciones y la circulación del virus", aclara Jiménez.
"Si ponemos en una habitación a personas sin vacunar y una persona está infectada -ejemplifica el experto- la probabilidad de que el resto se infecte va a ser relativamente alta; si situamos en la misma habitación a personas vacunadas y sin vacunar esta probabilidad va a disminuir, pero será mucho menor si todas las personas están vacunadas".
Por lo que el motivo de pedir un certificado de vacunación para acceder a interiores sería "minimizar en la medida de lo posible el riesgo de contagio".
Teniendo en cuenta, incide Franco, que "el riesgo siempre existe".
"Ahora el problema está en los no vacunados", señala el epidemiólogo. Lo importante en este momento es proteger a este colectivo, jóvenes en su inmensa mayoría, y para ello solo hay dos opciones: seguir vacunando y tratar de sortear el contagio, evitando las aglomeraciones en espacios abiertos pero, sobre todo, los entornos cerrados.
Franco descarta que España llegue al punto de tener que imponer la vacunación, "o al menos ojalá no tengamos que llegar", aunque sí advierte de que los jóvenes son los más difíciles de captar porque "no ven el peligro igual que los mayores".
Pero para alcanzar la inmunidad de grupo hay que acelerar con ellos; porque ese concepto marcado por las autoridades con la cifra del 70 % -ya reconocido como insuficiente por el Gobierno ante el avance de la variante delta-, "no se trata de un porcentaje".
"De lo que se trata es de que la situación epidemiológica, debido a la vacunación masiva, se traduzca en menos contagios, menos hospitalizaciones y menos fallecimientos". Y eso solo será posible vacunando a los jóvenes.
¿Qué hay de la tercera dosis, que en el Ministerio de Sanidad han dado prácticamente por sentada? "Sin duda, es precipitado cuando no sabemos lo que dura la inmunidad", señala Franco antes de censurar que "hay mucho desconocimiento, y antes de pensar en la tercera dosis en los países que se la pueden pagar, hay que pensar en las primeras de aquellos que no pueden hacerlo".
"No podemos olvidar -puntualiza Jiménez- que si queremos controlar la pandemia hay que vacunar de forma global y no centrarse solo en lo que nos rodea". "Por mucho que un país esté vacunado, si dejamos que el virus siga circulando libremente en otros lugares, la aparición de nuevas variantes de preocupación solo va a ser cuestión de tiempo", avisa.