¿Alguna vez has estado despierto hasta las tantas porque no podías parar de pensar en todos los fallos de tu día? ¿Le has dado más vueltas de la cuenta a una discusión, a un examen o a una cita? ¿Tus amigos te dicen que reflexionas demasiado? Si la respuesta a estas preguntas es sí, tal vez tienes un estilo de afrontamiento rumiativo, y según algunos expertos como Susan Nolen, psicóloga y profesora en la Universidad de Yale, esto guarda relación con la depresión.
Cuando hablamos de depresión, lo primero que tenemos que hacer es quitarnos de la cabeza todos los prejuicios e ideas preconcebidas, y una de las creencias más dañinas es que su origen siempre es el mismo para todos.
Dos personas pueden haber atravesado una misma situación traumática y reaccionar de forma opuesta. O, por el contrario, puedes desarrollar un trastorno depresivo sin que te haya sucedido nada negativo en la vida.
También es habitual caer en el error de explicar los trastornos mentales aludiendo solo a causas biológicas –seguro que has oído eso de que “la depresión está causada por un déficit de serotonina”–.
La salud mental es muy compleja y no podemos curar la depresión con una pastilla mágica, como quien tiene anemia y se toma hierro para mejorar sus analíticas de sangre. Necesitamos atender a muchos factores para entender por qué aparece y, sobre todo, para poder tratarla.
Algunos de los factores que pueden explicar por qué alguien padece depresión son:
Si bien solo son ejemplos, dejan claro que la depresión muchas veces se relaciona con falta de refuerzos. En otras palabras, dejamos de hacer cosas que nos gustan y nos aislamos cada vez más en la burbuja de tristeza y apatía.
Si lo pensamos bien, todos en algún momento hemos dejado de lado nuestro ocio. Por ejemplo, cuando estás de exámenes y dedicas la mayor parte de tu tiempo a estudiar, o mismamente durante el confinamiento provocado por el coronavirus. Entonces, ¿por qué no hemos desarrollado depresión?
Susan Nolen, psicóloga y profesora en la Universidad de Yale, explicó esto aludiendo al pensamiento rumiativo. Hay personas que cuando están viviendo una situación desagradable, le plantan cara distrayéndose, dedicándose tiempo a sí mismas, buscando nuevas aficiones o dejándose cuidar por sus allegados. A esto lo llamó un afrontamiento activo de los problemas.
En el lado opuesto está la rumiación. Las personas que rumian se aferran a pensamientos que les generan mucho malestar de forma incontrolable. Es decir, dan mil vueltas a detalles insignificantes de su día a día buscando errores o fallos, y no pueden dejar la mente en blanco o pensar en otras cosas.
Esto es lo que le sucede a Elena, de 24 años. Con 18 años recibió terapia psicológica para superar un trastorno depresivo, pero a raíz del coronavirus ha vuelto a necesitar ayuda profesional. “Me he dado cuenta de que doy muchísimas vueltas a bobadas. Por ejemplo, si un amigo me responde «ok», yo me pienso que está enfadado. De cosas insignificantes saco lo peor”, confiesa.
“Desde pequeña he sido así y es algo que no voy a cambiar de un día para otro. Lo que he hecho es pedir a mis amigos que me corten el rollo cuando me pongo así. Con mi familia es más difícil, porque mi madre también da muchísimas vueltas a las cosas, y ahora con el coronavirus más”, relata la joven. “Yo creo que mi forma de pensar también me viene de ella”.
Actualmente, está trabajando en terapia la tendencia a rumiar todo lo que le sucede. “Mi forma de ver las cosas no solo me quita mucho tiempo, sino que me afecta a la salud. Además de la depresión, me duele la tripa y me cuesta dormir. Hubo un día que no cogí el sueño hasta las cinco de la mañana porque mi jefa me dijo que tenía que hablar conmigo al día siguiente, y pensaba que me iba a despedir. Resultó ser una bobada, pero el mal rato no me lo quita nadie”, recuerda.
Según Nolen, los pensamientos repetitivos aumentan la vulnerabilidad a padecer un trastorno depresivo, pero también se relacionan con la ansiedad generalizada, la fobia social o el estrés. La razón es que un estilo rumiativo:
Normalmente, la rumiación se relaciona con una baja tolerancia a la incertidumbre. Queremos saber todo lo que piensan los demás y todo lo que va a suceder en el futuro, y esta necesidad de control acaba afectando a nuestra salud mental.
No podemos tener certeza de todo lo que sucede en nuestra vida, y aprender a tolerar la las dudas es el mejor remedio contra el pensamiento rumiativo.