¿Te imaginas vivir con miedo a los ojos? Así es la omatofobia, uno de los trastornos más raros que existen
Miedo a las imágenes que muestren ojos, al color del iris o a tocarse los párpados. Todo eso y mucho más es la omatofobia
La terapia cognitivo conductual ha demostrado ser la forma más eficaz de abordar este trastorno
En Yasss te hemos hablado muchas veces de los distintos tipos de fobias, las más raras y golosas, todas esas compulsiones terroríficas de las que es difícil salir si uno no se pone en manos de un profesional que nos desatasque las cañerías del cerebro. Es el ‘phobos’ griego. El miedo irracional. La aversión y el rechazo.
Cualquier mañana es buena para sentir esa comezón por toda la piel, un pánico inconsciente a… lo que sea, porque la verdad es que hay mucho donde elegir, tantos tipos de fobias como seres humanos dignos del diván de un psiquiatra con el que vocear nuestras miserias: ‘Doctor, tengo pavor a los entrecejos, no puedo ir al supermercado sin querer tocar uno’.
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En esta lotería, que ya no es exclusiva de unos pocos (las fobias son uno de los trastornos más extendidos en las sociedades occidentales) a uno le puede tocar el pavor irracional al queso (turofobia), al dinero, los billetes y las monedicas (crometofobia), o deberemos darnos a la bebida para superar una de las desviaciones más extrañas en este hermoso safari de la aversión a un símbolo inesperado: los ojos. Los propios y los de los demás.
Hoy te hablamos de la omatofobia, una de las fobias que no conoces todavía y va a convertir tus visitas al oculista en algo absolutamente delicioso.
¿Qué es la omatofobia?
Esta fobia es extraña, muy particular, por su componente sociológico. En realidad, funciona como muchas otras: el trastorno obsesivo se focaliza en un elemento fuera del rango de los trastornos fóbicos habituales (a los animales, por ejemplo: arañas, serpientes, moscas, cucarachas), con una especificidad desconcertante. ¿Cómo llega una persona a sentir pánico con los ojos ajenos o con los propios? ¿Y por qué algunos relacionan abrirlos mucho con algo terrorífico?
En el primer caso hablamos de la omatofobia o metafobia, y en el segundo, de la optofobia, que podría ser su gemela pero no es exactamente igual. Multitud de estudios ya han establecido diversas relaciones entre los trastornos fóbicos con algún suceso traumático de la infancia del paciente.
Particularidades y síntomas de la omatofobia
La omatofobia se da, por lo general, cuando el omatofóbico entra en contacto con cualquier tipo de imagen en la que aparecen ojos o en la que se alude a ellos (algo parecido a lo que le sucede a algunas personas cuando se menciona la sangre, las heridas, las operaciones quirúrgicas o los cortes en la piel, pero con mucha más intensidad)
Párpado, córnea, iris, pupila, glaucoma, cataratas… cualquiera de estos términos hará que el omatofóbico se estremezca desde la punta de los pies hasta el esqueleto, especialmente si le muestras algún video o alguna fotografía en el que haya un plano detalle de un ojo, uno de los detonantes principales del miedo. Dale a ver la escena más famosa de ‘Un perro andaluz’, con esa navaja que corta el globo ocular de la mujer, y ya verás lo que pasa. Lo verás desmayarse o saltar de un quinto piso para alejarse de esa imagen terrorífica. De esta forma, descubrirás cómo funciona ese mecanismo de evitación de uno de estos trastornos psicológicos: el omatofóbico sentirá pavor irracional y ansiedad, intentará evitar por todos los medios la fuente de su miedo. Y de aquellos ojos, estos lodos: temblores, mareos, problemas para respirar, palpitaciones, náuseas y pensamientos obsesivos alrededor de este órgano.
No es la única variante de esta compulsión. Los omatofóbicos también se obsesionan con el color de los ojos ajenos, y su pavor se focaliza precisamente en el iris: pánico a los ojos verdes, azules, marrones, negros o hasta violetas (como Liz Taylor). Una última variante tiene que ver con la ansiedad y la compulsión derivadas del acto de tocar. Algunos tipos de omatofóbicos no se tocarán jamás los ojos, los párpados, la sedosa piel que los cubre.
¿Hay tratamiento?
Lo cierto es que la omatofobia trae consigo muchas complicaciones para el que la sufre, porque tiene los condicionantes y las características de una fobia social. Los afectados, por lo general, se ven obligados a estar en contacto con personas que tienen el color de ojos que más miedo les provocan. Muchos acaban aislándose para no enfrentarse a todos esos intercambios sociales que se dan en cualquier existencia.
Ninguna receta psicológica sacada del vertedero de autoayuda de Youtube te dará la clave para escapar del laberinto fóbico en el que te has metido, si es que ese es tu caso y de la noche a la mañana tienes miedo a los carteros, al chillido de los delfines o a las citas de Tinder con pelirrojos. Mejor que le dejes el trabajo a los profesionales: someterte a una terapia de exposición o a una cognitivo conductual (se ha demostrado que es la más efectiva para tratar esta clase de trastornos) y la ayuda de un buen terapeuta o de un psiquiatra que haga su magia de galeno con betabloqueadores, antidepresivos y lo que sea que necesite tu caso particular.