Uno de los detalles que muchos olvidan en la higiene personal es lavar su propio ombligo. A la hora de ducharnos solemos lavar nuestro pelo, cara, extremidades y tronco. Sin embargo, muchas veces se nos olvida dedicarle unos segundos o minutos a nuestro ombligo.
Por eso mismo, un médico ha advertido en las redes sociales el peligro que puede suponer no lavar con frecuencia esta parte del cuerpo tan olvidada. En la red social TikTok, el profesional sanitario ha advertido mediante un vídeo explicativo qué podía estar pasando en nuestro cuerpo si aparece una secreción blanca o de color amarillento.
"En todos los orificios de la carne pueden acumularse sudor, células muertas de la piel, aceites, telas, bacterias... Si no se lava con regularidad, este material puede acumularse y endurecerse en un onfalolito, una piedra en el ombligo", asegura el doctor Rajan.
Además, el médico que utiliza las redes sociales para dar consejos sanitarios también ha advertido que "las piedras del ombligo vienen en una amplia gama de colores, por lo general es negro, pero puede ser de color marrón claro".
Varios médicos y farmacéuticos coinciden en que la mejor manera de limpiar nuestro ombligo es a través de un bastoncillo. Con el algodón húmedo y mojado en un poco de jabón y agua es recomendable dar unas pequeñas vueltas dentro de nuestro ombligo.
Tras realizar esta acción, los profesionales recomiendan secar con otro bastoncillo seco para que no se acumulen bacterias o quede suciedad pegada en la zona húmeda.
No obstante, los médicos avisan y recuerdan que hay que tener cuidado y no penetrar con exageración el bastoncillo dentro del ombligo ya que puede producir daño.
El pus en el ombligo, como en cualquier otra parte del cuerpo, es síntoma de que hay una infección. El enrojecimiento, mal olor o hinchazón pueden ser otros síntomas de que algo no va bien. ¿A qué se debe la onfalitis y cómo puede tratarse?
La onfalitis o infección del ombligo sucede lentamente en los adultos. Generalmente se produce porque se descuida la higiene de este rincón olvidado del cuerpo, pero también puede deberse al roce de ciertas telas o botones que causa irritación.
En los recién nacidos, la onfalitis puede darse en los primeros días de vida, con el cordón umbilical todavía fresco. Generalmente en estos bebés se realiza una cura local, aunque en los casos más graves requiere de ingreso hospitalario.
El más común es el mal olor en el ombligo, puesto que las bacterias provenientes de células muertas o de la propia sudoración del cuerpo se acumulan en él. Otros síntomas que se repiten casi siempre son el enrojecimiento, la hinchazón, sentir la zona caliente o segregar pus.
El tratamiento de la onfalitis consiste en una adecuada higiene del ombligo, junto con antibióticos o pomadas. Es importante lavarlo bien sobre todo si hacemos ejercicio, por ejemplo, o si hemos estado en la playa, ya que son situaciones en las que se ensucia más. Sólo en casos muy extremos se procede a un drenaje quirúrgico. En bebés, todo depende del diagnóstico del médico. La solución puede pasar por una cura puntual en la zona o puede que se tenga que intervenir.
En los casos en los que la infección es recurrente incluso manteniendo la higiene del ombligo, puede ser una señal de alerta de otras complicaciones. La más común asociada a una onfalitis recurrente es un cierre incompleto del uraco –el conducto que conecta la vejiga con el ombligo del feto, que normalmente se obstruye en el momento del nacimiento sin dar problemas–, aunque otras afecciones que pueden estar asociadas son un quiste epidérmico, una hernia umbilical o una endometriosis, por ejemplo.
La pelusilla del ombligo es inofensiva. Es lo que concluyen diversos estudios realizados al respecto que aseguran que se trata de un cúmulo de fibras de tejido, células de piel muerta y vello.
En 2002, el profesor Karl Kruszelnicki de la Universidad de Sídney ganó el Premio IgNobel por su investigación sobre la pelusilla del ombligo. Para ello, aprovechó su programa de radio para recolectar una serie de muestras de los oyentes y realizar un conjunto de encuestas, que le ayudaron a determinar su composición, según publica el Centro Nacional de Información Biotecnológica (NCBI, por sus siglas en inglés).
Concretamente, se trata de un cúmulo de fibras de tejido, células de piel muerta y vello que se forma de abajo hacia arriba y no al revés y es más frecuente en hombres mayores, que pesan más y tienen vello abdominal. Además, concluyó que su existencia no revestía ningún peligro para la salud.
Años después, Georg Steinhauser, profesor de la Universidad Tecnológica de Viena, realizó otra investigación sobre la pelusilla del ombligo con la que obtuvo resultados similares. El investigador recolectó durante cuatro años 503 muestras de su propio ombligo.
Tras analizarlas, concluyó que se trataba de fibras de tejido (principalmente de ropa nueva), células muertas, grasa y proteínas, según publica ‘New Scientist’. Además, observó que este fenómeno era más común en las personas con vello abdominal, especialmente, entre los hombres.
Este estudio le permitió aventurar que la pelusilla podría tener una función de limpieza en el abdomen, es decir, los gérmenes y residuos podrían quedar alojados en un único lugar que facilitaría su extracción.