La mortalidad en las UCI se triplicó durante la primera ola de la pandemia, en comparación con la que se registraba antes de la llegada del coronavirus a España. Así lo revelan los primeros datos del 'Registro ENVIN 2020', elaborado por la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC)
Los datos incluyen a los pacientes ingresados en UCI entre el 1 de marzo y el 31 de mayo de 2020, incluyendo las UCI extendidas. En total fueron 1.525 pacientes, repartidos en 61 UCI de 54 hospitales de España. Para este estudio presentado en el seminario virtual 'Infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria en pacientes COVID-19 ingresados en UCI durante la primera ola de la pandemia', se recogieron variables como la ubicación de los pacientes, factores de riesgo, comorbilidades, diagnóstico o tratamientos.
Los datos revelan una media de edad de 62,6 años (el 61,7 % de los pacientes de entre 40 y 69 años y un 71,54% de hombres. Esto supone un cambio con la tónica anterior al coronavirus en las UCI españolas, ya que tradicionalmente el rango más habitual era el de 40 a 59 años.
En cuanto a las patologías previas de los pacientes monitorizados, las principales fueron la hipertensión arterial (44,33% de los pacientes), la dislipemia (28,72%), la obesidad (23,87%) y la diabetes (23,08%). Además, a mayor edad se pudo comprobar estancias más cortas, ya que fallecían también más temprano.
"En general, los pacientes Covid-19 presentaron menos comorbilidades previas que los que solíamos atender antes de la pandemia. Todos teníamos la sensación de que las estancias estaban siendo largas y así se ha demostrado, ya que la media es de 21 días, con una mediana de 16", ha explicado el doctor Joaquín Lobo.
El 82% de los pacientes necesitaron ventilación mecánica (VM) y un 14,2% técnicas de depuración extrarrenal. En 2019, solo el 40,18% de los pacientes necesitaban VM, y el 5,37% técnicas de depuración extrarrenal.
De los casos estudiados en este corte del registro fallecieron 471 pacientes (30,9%). Asimismo, se pudo ver una relación clara entre la gravedad con la que entraban en las UCI y la mortalidad (cuanto más grave, menos tasa de supervivencia, llegando al 57 % de mortalidad en los casos más graves).
La edad fue un factor importante: a más edad, mayor mortalidad. "Es espectacular el cambio de los indicadores de mortalidad, ya que antes del coronavirus era del 9,69%. Es decir, se triplica la incidencia", ha indicado Lobo.
Los pacientes que fallecieron en una UCI tenían una media de 67 años, sin apenas diferencias entre hombres y mujeres. "Mueren más los que ingresan más graves y, aunque la estancia previa a la UCI es parecida, el número de días en UCI y en el hospital es menor en quienes fallecen", según el doctor del Hospital La Fe de Valencia, Ricardo Gimeno.
La tendencia de mortalidad es lineal según la edad, ya que solo un 8,1 por ciento de los menores de 40 fallecieron, una cifra que asciende en cada tramo siguiente: 40-59 (18,4%), 60-69 (30,5%), 70-75 (41,8%), 75-79 (49,4%), hasta llegar a los mayores de 79, con una mortalidad del 58,6%. Los pacientes de UCI que sufrieron una infección relacionada con la asistencia sanitaria presentaron también una mayor incidencia de mortalidad.
Al mismo tiempo, el 37 % de los pacientes con IRA fallecieron, por el 27,4 por ciento de quienes no tuvieron una infección. Lo contrario ocurre con los que tuvieron una cirugía previa o urgente, con mayor tasa de supervivencia.
Los pacientes fallecidos necesitaron de ellos en porcentajes por encima del 96% (catéter venoso central, ventilación mecánica y sonda uretral), así como mayor nutrición parenteral (17% frente a un 12,2% de los vivos) y depuración extrarrenal (26,5% frente al 8,7%).
Con respecto a la técnica decúbito prono, el 68,2 por ciento de los fallecidos fueron pronados, si bien el 52 por ciento de quienes superaron la enfermedad también. Como la tasa de infecciones entre pronados es también mayor, se debatió la idoneidad de aplicar esta técnica a los pacientes críticos.
"No ponemos en duda la eficacia del decúbito prono, pero hay que hacerlo bien. Es cierto que se asocia a mayor infección, como demuestran los datos presentados. Esto nos obliga a hacer una llamada para que el decúbito prono se haga en las mejores condiciones y que todo el personal de las UCI encargado sepa hacerlo perfectamente, así como el mantenimiento del enfermo pronado", ha explicado uno de los responsables del Registro ENVIN e intensivista del Hospital del Mar (Barcelona), Francisco Álvarez.
La doctora del Hospital del Mar de Barcelona, María Pilar Gracia (Hospital del Mar, Barcelona), ha informado de que el registro recogió 957 infecciones entre los 1.525 pacientes, de las que el 35 por ciento fueron neumonías asociadas a ventilación mecánica (además, un 19 por ciento de infección del tracto urinario-sonda vesical y un 18 % bacteriemia relacionada con catéter).
El 36,33 por ciento de los pacientes presentaron al menos una infección nosocomial relacionada con dispositivos invasores, un dato que supone una importante subida con respecto al periodo pre-COVID, en el que se llegó a bajar la incidencia por debajo del cinco por ciento en 2019.
"Esto se traduce en una tasa mayor general en las infecciones, tanto respecto al total de pacientes como al total de estancias. El 88 por ciento de las infecciones tuvo respuesta sistémica grave. De ellas, casi dos tercios fueron sepsis", ha añadido.
Al mismo tiempo, el doctor Álvarez ha explicado que el 49,2 por ciento de los pacientes estudiados sufrió una infección, la gran mayoría por dispositivos invasores (el 73 % de ese grupo). Se trata de enfermos con una media de 64,4 años de edad, generalmente varones (72,7 %) y con largas estancias en UCI y en planta hospitalaria. Fueron pacientes a los que se les suministró asistencia con dispositivos invasores y que recibieron nutrición parenteral y depuración extrarrenal en un 21,7 y 22 por ciento de los casos, respectivamente.
Ahora bien, los enfermos pronados duplicaron la presencia de infecciones con respecto a los no pronados. El 47,5 por ciento de los pronados experimentaron al menos una y, además, cuanto mayor número de maniobras de pronación, más riesgo de infección. También hubo más presencia de IRAS en los pacientes que recibieron corticoides, si bien aquellos que recibieron tratamiento inmunomodulador experimentaron menos infecciones.
Finalmente, la doctora del Hospital de Galdakao-Usansolo de Bilbao, Naia Mas, ha argumentado que el uso de antibióticos durante la primera ola se hizo con apenas datos previos, en un contexto de mucha incertidumbre científica publicada. Así, los intensivistas se basaron en tratamientos que ya habían funcionado en otro tipo de virus.
En concreto, durante la primera ola, recibieron antibióticos el 91,93 por ciento de los pacientes que fueron analizados en el registro, aunque adecuados solo se consideraron el 18,36 por ciento de los tratamientos. Las indicaciones de antibióticos fueron especialmente al ingreso, destacando el uso de 'Meropenem' y 'Linezolid' para tratar las infecciones adquiridas en la UCI, si bien menos de la mitad fueron para tratar infecciones adquiridas en UCI.
El tratamiento corticoideo fue administrado al 62,43 por ciento de los pacientes UCI COVID-19 de la primera ola. Sin embargo, las prescripciones fueron heterogéneas en dosis y duración de tratamientos, por lo que no se ha podido trazar un perfil concreto.