Aunque solo el 5% de las especies son monógamas o, en otras palabras, tienen una única pareja exclusiva, los seres humanos hemos considerado históricamente este modelo de relación como el único válido. En las últimas décadas, esta tendencia ha sufrido un cambio de 180 grados y cada vez más personas se han animado a compartir su forma de entender el amor, aunque no fuese normativa o convencional.
Las relaciones abiertas y el poliamor, a veces a costa del morbo y otras muchas por genuino interés, y pese a los prejuicios de algunos, conocer otras formas de amar nos ha hecho reflexionar de forma inevitable sobre nuestras creencias más interiorizadas.
Precisamente ha sido esta reflexión la que nos ha ayudado a darnos cuenta de que el romanticismo de Disney no era el mejor referente de una relación sana y de que la monogamia mal entendida puede volverse un poco tóxica.
Antes de explicar todas esas ideas sobre el amor que la monogamia tóxica nos ha hecho creer, es importante señalar que ser monógamo no es malo. Cada uno tiene su forma de amar y de entender las relaciones e incluso una misma persona puede atravesar diferentes etapas. Eso sí, que la monogamia sea saludable debe ser en primer lugar consciente y no impuesta por la sociedad, y en segundo lugar basada en el respeto y la autonomía. De lo contrario acabaríamos perpetuando ideas bastante tóxicas.
Una de las creencias más tóxicas es la que convierte a nuestra pareja en nuestra posesión, ya que además es la base de las relaciones con maltrato psicológico y físico.
Tu pareja ha escogido estar contigo porque te quiere y te respeta, no porque sea un objeto que te pertenece. Por lo tanto, no puedes exigirle que cambie su forma de ser o de vestir, que deje de lado a sus amistades por ti, o que pierda su intimidad para que tú te sientas más seguro de la relación.
¿Alguna vez has hecho o pensado algo sin saber muy bien por qué? Yo sí y probablemente tú también. La razón es que el autoconocimiento es un proceso que dura toda la vida. Así que párate a reflexionar en que si no te conoces a ti mismo al cien por cien, ¿cómo vas a comprender a tu pareja en su totalidad?
Cuando los psicólogos decimos que las personas somos complejas no se trata de una frase hecha. Incluso dos gemelos con genes idénticos y criados en el mismo ambiente pueden actuar de forma opuesta en una misma situación. Imagínate tu pareja, que es un ser individual completamente diferente a ti.
En vez de intentar conocer todos los recovecos de tu pareja, valora las cosas que vas descubriendo. Y sobre todo, no le fuerces a compartir detalles íntimos si no quiere. Todos tenemos derecho a nuestra privacidad, aunque estemos en una relación monógama.
Tu novia o novio tiene ojos y aunque te quiera más que a nada, en su vida aparecerán personas que le resultarán física o psicológicamente atractivas.
También debes entender que cada pareja especifica unas reglas concretas y lo que para ti es infidelidad, para otra persona puede no serlo. Por eso es importante comunicarte con tu pareja y explicarle qué te duele y que no. Pero ojo, no puedes pretender que dejen de atraerle otros seres humanos porque eso significaría que es un robot.
¿Alguna vez has discutido con tu pareja y has esperado a que él te pidiese perdón para volver a la normalidad? Esto es algo que sucede en muchas relaciones provocando un clima de frialdad y tensión innecesaria.
La creencia que subyace a esta conducta es la de que el amor es una competición. A ver quién aguanta más callado en una discusión, a ver quién liga más de fiesta, a ver quién hace los mejores regalos, a ver quién conoce mejor al otro, a ver quién cae mejor a los amigos del otro, y así hasta decir basta (o hasta acabar con la relación).
En una relación saludable no tienes que renunciar a salir de fiesta por si tu pareja se enfada. Tampoco tienes que ocultarle que te has gastado 50 euros en ropa o en el último juego de la PlayStation por si le parece mal, ya que eres un adulto y es tu dinero.
En otras palabras, no puedes vivir con ansiedad ante la posibilidad de que tu pareja descubra que has hecho algo a sus espaldas y le parezca mal. Para que la relación funcione, debes sentirte libre de compartir tus preocupaciones y lo que te hace feliz sin miedo a ser juzgado.
¡Ojo! Una cosa es actuar libremente y otra ignorar las emociones de tu pareja. Como hemos dicho antes, cada relación tiene sus reglas. Si tú y tu pareja habéis consensuado que una conducta está mal, y después la haces aun a sabiendas de que le duele, es normal que se enfade. Por eso es importante ser honesto y si tu pareja te pide algo que a ti no te parece justo, debes ser sincero y no decir lo que quiere escuchar para evitar una discusión.