Una de las muchas fobias que podemos experimentar a lo largo de nuestra vida es la llamada agorafobia, o lo que es lo mismo, el miedo intenso a salir de casa, a estar solo o a permanecer en lugares en los que transita mucha gente. Para las personas que sufren este trastorno, situaciones como ir al supermercado, a un restaurante o a una calle concurrida pueden convertirse en toda una hazaña. ¿Cuáles son los síntomas de la agorafobia y cómo tratarla?
Las fobias se diferencian del simple miedo por la intensidad de sus síntomas, que se convierten en paralizadores. Mientras que una persona con miedo a salir a la calle simplemente tendrá dificultades para enfrentarse a ello, una fobia puede desencadenar reacciones como sudoración, ansiedad, taquicardia o ataques de pánico. Por eso es frecuente que las personas que sufren agorafobia eviten por todos los medios enfrentarse a situaciones que desencadenen este tipo de síntomas, recluyéndose en aquellos lugares que consideren seguros.
Lógicamente, la agorafobia debe ser tratada para que quien la experimenta pueda llevar una vida normal. Además, hay que tener en cuenta que la pandemia ha provocado un aumento significativo de este tipo de fobia, en relación con el miedo al contagio de la enfermedad. En concreto, el diagnóstico de casos de agorafobia ha aumentado en un 30 por ciento desde el confinamiento, alcanzándose el mayor 'pico' de casos en 2021.
La palabra agorafobia procede del griego 'ágora', que significa 'plaza pública', y fobia, que se traduce como 'miedo'. No solo hace referencia al hecho de encontrarse en espacios abiertos, sino también a estar en un lugar desconocido, lejano de nuestra zona de confort, con gente desconocida o con demasiadas personas. Las personas con agorafobia tienden a evitar situaciones en las que puedan sufrir síntomas reconocibles, como un ataque de pánico. Por eso preferirán encerrarse para tomar control.
Además, es frecuente que las personas con miedo a los espacios públicos se sientan más reconfortadas cuando se encuentran acompañadas de una persona de confianza, por lo que el miedo a estar solas suele ir de la mano de este trastorno. Es más frecuente en hombres que en mujeres, y alrededor de 6 de cada 1.000 personas la padecen.
En cuanto a cómo tratar la agorafobia o miedo a estar en la calle, tal y como recuerda el Manual para pacientes del Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco, es importante conocer cómo se desarrolla esta enfermedad. Es frecuente que primero se reaccione desmesuradamente ante situaciones normales, viviéndolas como si fueran peligrosas. El siguiente paso es comenzar a preocuparnos por las sensaciones de miedo y, finalmente, se evitarán los lugares asociados a esas sensaciones para evitar experimentarlas.
Los síntomas de la agorafobia incluyen una aceleración del pulso, sudor frío, temblor... La angustia y la ansiedad son parte de estas reacciones exageradas ante situaciones que no suponen un peligro real. Las causas pueden ser muy variadas: haber experimentado un evento traumático en un espacio público o en un lugar abarrotado, haber pasado una enfermedad larga o experimentar miedo a sufrirla...
Por eso es importante romper con el condicionamiento que el paciente ha creado, es decir, la asociación entre las reacciones de miedo y los eventos que las generan. Si bien es fácil caer en este círculo, salir puede resultar más complicado. Por eso suele ser necesario acudir a terapia y enfrentarse de forma controlada y gradual a las situaciones que generan este miedo.
Además, es importante tener paciencia: el miedo se ha generado durante largo tiempo y por tanto será necesario reducirlo poco a poco hasta que desaparezca, obligándonos a situarnos en este tipo de situaciones para ganar confianza de forma escalonada. Como acompañamiento, la terapia cognitiva conductual suele ser la más indicada en estos casos.