El sexo es una parte importante de nuestra vida, y teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad falocéntrica, el pene es el protagonista de cualquier encuentro erótico. Por eso el tamaño, para muchos, sí es importante, y tener un pene pequeño puede convertirse en motivo de inseguridad, ansiedad o miedo al sexo.
Por norma general, los hombres tienden a sobrevalorar la importancia del tamaño del pene y, en muchos casos, consideran que su miembro mide menos de lo que en realidad mide. Incluso pueden llegar a mentir a su pareja o a sus amigos alargando un par de centímetros. Mentir no es la solución, aceptar nuestro físico sí.
La microfalosomía o, en términos coloquiales, ‘tener micropene’, consiste en un pene con un tamaño de 7,9 centímetros o menos en erección total. Obviamente, para diagnosticarlo es necesario que la persona haya alcanzado la adultez para garantizar una completa maduración sexual.
La exploración médica es fundamental para diferenciar un micropene de aquellas personas con un tamaño normativo, pero que perciben su pene como pequeño. En el caso de un micropene ‘verdadero’, el siguiente paso será realizar un estudio endocrino.
El objetivo de este estudio es conocer los niveles de hormona en sangre. Las más importantes son testosterona, dihidrotestosterona, glucosa, cortisol, factor de crecimiento, prolactina, hormona luteinizante y hormona foliculoestimulante. Una vez el médico haya realizado la analítica, se podrán descartar algunas enfermedades hormonales como el panhipopituitarismo.
En ocasiones, el micropene puede tratarse inyectando testosterona. Se ha encontrado que el 90% de los casos mejoran, sobre todo si se detecta la microfalosomía en los primeros meses de vida y el tratamiento comienza cuanto antes.
¿Eso significa que si un adulto se inyecta testosterona le crecerá el pene No. Los resultados terapéuticos con tratamiento hormonal solo funcionan cuando la persona no produce testosterona o la produce, pero en muy baja cantidad.
En el caso de Diego, un joven de 23 años con microfalosomía, la terapia hormonal no era una opción. “Tengo micropene, pero no lo sabe casi nadie de mi entorno”, confiesa. “Con 12 años fui al médico por primera vez por el tamaño de mi pene, pero me dijo que esperase a completar la pubertad, que muchas veces el tamaño aumentaba. No fue mi caso. Como no tenía déficit hormonal, la terapia con testosterona no me iba a ayudar. Me sugirieron la cirugía, pero me daba miedo”.
Psicológicamente, gestionar su condición no siempre es fácil. “Ligar es una tortura, porque sé que tarde o temprano me verá desnudo y se llevará una decepción. Por muy abierta que sea o incluso aunque le haya avisado, su cara cambiará. Me ha pasado toda la vida”, relata. “Lo más normal es que la chica no me vuelva a llamar. Al principio preguntaba si era por mi pene, pero suelen decirme que no, que no es tan pequeño y que no me raye. Sé que lo hacen con buena intención, pero tampoco pueden negar lo que los médicos me han dicho”.
Actualmente, Diego se encuentra en un dilema. Por un lado, está planteándose operarse. “Sé que no puedo seguir así y que la operación es la solución fácil, pero al final es una intervención médica con sus riesgos a corto y largo plazo”. Por otro lado, quiere aceptarse. “También tengo un problema de actitud. A lo mejor si cambiase mi visión del sexo me sentiría más cómodo”.
Como vemos, existe un tabú en torno al tamaño del pene, pero lo cierto es que tener un miembro pequeño es más común de lo que pensamos y no tiene porqué limitar ni perjudicar a la vida sexual de quien la padece.