Un nuevo estudio relaciona la ingesta de medicamentos para la acidez estomacal con el riesgo de contraer coronavirus. No obstante, los investigadores alertan que las personas que toman estos fármacos no deberían dejar de hacerlo ya que los resultados de su encuesta no son suficientes para establecer una correlación de causa y efecto.
Según el informe publicado el 7 de julio en ‘The American Journal of Gastroenterology', los investigadores realizaron una encuesta en línea a más de 86 600 personas, de las cuales más de 3 300 eran positivas en COVID-19. Según sus respuestas, aquellos que tomaban inhibidores de la bomba de protones (IBP) -medicamentos que funcionan al reducir la cantidad de ácido gástrico- podían tener entre 2,2 y 3,7 más probabilidades de contraer el virus.
No obstante, según alertó a ‘Live Science’ el director del estudio, el Christopher Almario, gastroenterólogo y profesor asistente de medicina en Cedars-Sinai, organización académica sin fines de lucro de atención médica en Los Ángeles, esta encuesta solo destaca un posible vínculo entre los IBP y la posibilidad de contraer COVID-19.
"De ninguna manera estamos diciendo que las personas dejen de tomar los IBP", dijo. "Encontramos una asociación aquí; nuevamente, esto debe ser confirmado" añadió.
La encuesta
Para realizar la encuesta, los investigadores se cuestionaron si el coronavirus podría disminuir el ácido en el estómago y si este podría aumentar las probabilidades de contraer COVID-19. A los participantes se les preguntó por sus afecciones gastrointestinales y si las trataban con medicamentos, con cuáles lo hacían, además de si les habían diagnosticado coronavirus.
Con las respuestas, observaron que las personas que tomaron IBP tenían más probabilidades de dar positivo en COVID-19 que las que tomaban bloqueadores H2 y las que no tomaban medicamentos para la acidez estomacal. Además, las personas que tomaban dos dosis de IBP diariamente tenían más probabilidades de dar positivo que aquellas que solo tomaron una.
No obstante, los mismos autores reconocen que además de que sea necesario recopilar más datos, la encuesta en sí no está equilibrada demográficamente y, por tanto, los datos podrían no ser representativos para toda la población.