Distancia social, lavado de manos y mascarilla es el mantra con el que hemos aprendido a combatir la pandemia de coronavirus desde que comenzó a golpear al mundo el pasado mes de marzo. Pero ahora un estudio realizado por científicos de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) cuestiona la eficacia de uno de esos tres pilares. Según esta investigación, no hay evidencia alguna de que las mascarillas protejan a las personas que las llevan ni de que reduzcan significativamente las tasas de infección, aunque sí pueden ayudar a controlar la expansión del virus.
El 'ensayo Danmask-19' se llevó a cabo en la primavera con más de 3.000 participantes, cuando todavía no se consideraba a las mascarillas un instrumento vital para frenar al covid-19 ni su uso era obligatorio. A diferencia de otros estudios, este fue un ensayo controlado aleatorio, lo que le otorga evidencia científica de la más alta calidad, según informa 'The Spectator'.
Aproximadamente la mitad de los participantes en el ensayo recibieron 50 mascarillas quirúrgicas desechables, que se les pidió que se cambiaran después de ocho horas de uso. Después de un mes, los participantes del ensayo fueron evaluados mediante PCR, anticuerpos y pruebas de flujo lateral y se compararon con los participantes del ensayo que no usaban mascarilla.
Al final, no hubo una diferencia estadísticamente significativa entre los que usaban mascarilla y los que no lo hacían cuando se trataba de estar infectados por covid-19. El 1.8 por ciento de los que usaban mascarilla contrajeron Covid, en comparación con el 2.1 por ciento del grupo de control. Como resultado, parece que cualquier efecto que tengan las mascarillas para prevenir la propagación de la enfermedad en la comunidad es pequeño.
Algunos, por supuesto, no usaron las mascarillas correctamente. Solo el 46% de los que usaron mascarillas dijeron que se habían ajustado completamente a las reglas. Pero incluso si solo se tiene en cuenta a las personas que usaron máscaras "exactamente como se les indicó", esto no hizo ninguna diferencia en los resultados: el 2 por ciento de este grupo también estaba infectado.
Sin embargo, el equipo, del Hospital Universitario de Copenhague, asegura que estos hallazgos no deberían usarse para argumentar en contra del uso generalizado de mascarillas, porque pueden evitar que unas personas infecten a otras.
Estudios anteriores han concluido hallazgos similares, aseverando que las mascarillas brindan solo una protección limitada para la persona que las usa, pero pueden reducir drásticamente el riesgo para los demás si el usuario está infectado, incluso cuando no muestra síntomas. En ese sentido, una mascarilla N95 es mejor que una mascarilla quirúrgica. Una mascarilla quirúrgica es mejor que la mayoría de las de tela. Y una máscara de tela es mejor que nada.
En una línea crítica contra las mascarillas también se alinea el epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública de Suecia, Anders Tegnell, quien asegura que no ha visto ningún buen estudio a favor de su uso. “Es fascinante los pocos estudios que hay sobre esto”, ha asegurado en una entrevista a Reuters. “Y si nos fijamos en los países con reglas estrictas para el uso de mascarillas, es difícil ver que les haya ido bien”, ha añadido.
Tampoco es que a Suecia le esté yendo mejor con la estrategia diseñada por Tegnell radicalmente diferente a la de la gran mayoría de los países para frenar al virus. Suecia no apostó por el confinamiento en marzo y se inclinó por hacer muchas recomendaciones y algunas prohibiciones, manteniendo abiertos por ejemplo bares, restaurantes y escuelas, aunque con restricciones. Ahora, la segunda ola les está golpeando con fuerza, batiendo récords de contagios y fallecidos y con una tasa de mortalidad per cápita 10 veces mayor que la vecina Noruega y casi cinco veces mayor que la de Dinamarca.
Ante ese panorama, las autoridades del país prohibieron las reuniones de más de ocho personas y van a prohibir la venta de alcohol en restaurantes y bares después de las 22.00. Con todo, Tegnell insiste en que “la mayoría de los países ahora están tratando de hacer” las cosas parecidas a Suecia porque “casi nadie está cerrando escuelas ahora, por ejemplo”.
El epidemiólogo sueco pasa por alto que hace meses predijo que Suecia había conseguido un nivel de inmunidad más alto que sus vecinos y que el impacto de una segunda ola “probablemente sería bastante bajo”. Un vaticinio que ha fallado por completo y que está costando vidas.