Celos, una palabra de dos sílabas que tortura a quienes los sufren y tiene el poder de acabar hasta con las relaciones más sólidas. Pero, ¿por qué aparecen y más importante aún, cómo podemos quitárnoslos de encima?
Los celos son una emoción natural e inevitable que no siempre va ligada al ámbito romántico. Los sentimos hacia nuestros hermanos, amigos, padres o incluso juguetes y peluches, pero a medida que crecemos aprendemos a gestionarlos de forma saludable (o por lo menos lo intentamos). Sin embargo, a veces quedan resquicios que pasan factura en el terreno del amor.
Al hablar de esta emoción tan importante tenemos que partir de una premisa: sentir celos no es algo malo; no significa que seas un novio o novia horrible, que la relación funcione mal o que necesites terapia urgente. Lo problemático es la forma de gestionarlos.
Los celos aparecen cuando vemos nuestra relación atacada, a menudo de forma irracional. Dudamos de nuestra pareja por malas experiencias previas o incluso nos sentimos inseguros al compararnos con alguien. En ese momento de inestabilidad emocional reaccionamos rompiendo los límites de nuestra relación de las siguientes formas.
Invadir la privacidad de tu pareja Incluso cuando los celos son justificados, hay un límite que no debemos cruzar, y es el de invadir la intimidad y privacidad de la otra persona. Cotillearle el móvil, obligarle a darte todas sus contraseñas, instalar aplicaciones de espionaje… Todos ellos son ejemplos de cómo no reaccionar. Entonces, ¿cómo confirmo mis sospechas? Si tienes tantas dudas sobre la fidelidad de tu pareja, lo primero que debes hacer es hablarlo claramente, y después plantearte si merece la pena seguir en una relación que te genera esa inseguridad. Recuerda que revisar su móvil no va a aliviar tu agobio, sino que abrirá la puerta a que sientas más celos y, en consecuencia, necesites invadir su espacio cada vez más.
Atacar a una tercera persona que no tiene culpa de nada Si tu pareja está tonteando con alguien, la culpa es única y exclusivamente suya. Al fin y al cabo quien tiene una relación monógama es él o ella, y esa tercera persona puede estar actuando de una forma moralmente debatible, pero no le debe explicaciones a nadie. Por eso no tiene sentido querer vengarte de la otra persona insultándole o incluso compartiendo fotografías suyas.
Prohibir cosas a nuestra pareja En las relaciones marcadas por los celos es habitual entrar en una dinámica de culpabilización y prohibiciones. Como tu pareja no quiere que te sientas mal, comienza a ceder: te deja su móvil para que te quedes más tranquilo, te escribe todo el rato cuando sale con sus amigos, deja de quedar con gente del sexo opuesto, reduce su vida social… Y poco a poco su independencia se vuelve minúscula. No es sano ni para él ni para ti. Amar a alguien significa respetar su libertad, incluso cuando hay situaciones que te generan tensión.
Convertirnos en alguien totalmente dependiente Como acabamos de ver, que nuestra pareja renuncie a su libertad es algo que puede pasar cuando hay celos en la relación, pero también se suele dar la situación opuesta. Nos obsesionamos tanto con mantener atada a nuestra pareja, que acabamos desarrollando dependencia emocional. Dejamos de salir con nuestros amigos para quedar sólo con los de nuestra pareja, descuidamos nuestros estudios o trabajo por culpa de los celos y relegamos nuestra salud mental a un segundo plano.
Faltar al respeto, insultar y atacar. Las faltas de respeto en cualquiera de sus formas suelen ser el último peldaño de la escalera de los celos. Al llegar a este punto, la situación es tan insostenible que reaccionamos atacando a nuestra pareja mediante insultos, manipulaciones, destrozando sus objetos personales o incluso agrediéndola físicamente. Este tipo de reacciones tienen nombre, maltrato, y ante la menor señal debemos cortar la relación y buscar ayuda.
Hemos visto las diferentes dinámicas que debemos evitar cuando sentimos celos, pero, ¿cuál es la forma más saludable de actuar?