Fue en 1978 cuando Pauline Clance y Suzzane Imes, dos psicólogas clínicas, se dieron cuenta de que había una voz en su cabeza y en la de otras colegas científicas que les hacía creer que no valían para nada o, peor aún, que de un momento a otro todos sus compañeros (generalmente hombres en aquella época) se darían cuenta.
¿Por qué mujeres inteligentes, exitosas y trabajadoras se sentían tan pequeñas en el mundo laboral?, se preguntaron. Y para responder a esta incógnita que sigue vigente a día de hoy, se les ocurrió el llamado síndrome del impostor.
El síndrome del impostor no es una enfermedad que podamos curarnos a base de medicamentos y tampoco es un trastorno psicológico. Se trata de un fenómeno psicológico que se caracteriza por tener un 'locus de control externo' para los éxitos, y un 'locus de control interno' para los fracasos. En otras palabras: todo lo bueno que nos pasa lo atribuimos a la suerte y lo malo siempre es culpa nuestra.
Nos convencemos de que no merecemos lo que tenemos, ya sea un trabajo, una oportunidad académica o incluso una relación personal. “Es demasiado bueno para ser verdad”, pensamos, “a ver cuánto tardo en cagarla”. Y como si de una profecía se tratase, acabamos poniéndonos la zancadilla a nosotros mismos para que dicho fracaso que anticipábamos se cumpla.
Otra característica del síndrome del impostor es el miedo irracional a que se descubra ‘la farsa’. Es decir, a que todos se den cuenta de que en realidad no estamos preparados para un trabajo o para estudiar. ¿Te acuerdas cuando en el instituto te preguntaban algo que no sabías y te entraban sudores fríos? Pues sucede algo similar, sólo que en este caso sí conoces la respuesta.
Según Pauline Clance y Suzzane Imes, las autoras del síndrome del impostor, podemos encontrarnos con tres causas:
Pauline Clance y Suzzane Imes no son las únicas personas que se han sentido hastiadas por las inseguridades y el miedo al qué dirán. Cuarenta y tres años después de que ambas psicólogas propusiesen el síndrome del impostor, dos emprendedoras españolas han decidido apropiarse de lo que tantas veces las ha limitado. Son Esther Blázquez y Gina Vidal, creadoras de Las Impostoras.
Se trata de un proyecto con un objetivo claro: “Juntas hemos creado Las Impostoras con la misión de desactivar esa voz interna que te boicotea cualquier momento de progresión profesional, o, sencillamente vital; que no te permite decir 'pues sí' cuando te dicen que tienes mucho tirón, has hecho un trabajo excelente o que estás muy buena”.
Al preguntarles cómo surge la iniciativa, Esther confiesa irónicamente su hartazgo al darse cuenta de la tendencia a endiosar a todo el mundo excepto a ellas mismas. “Llevábamos tantos años metiéndonos caña de ‘no valgo lo suficiente’ y ‘no sirvo para esto’ que llegamos a acostumbrarnos. Un día, Gina y yo nos lo contamos y nos tronchamos de risa. Risa de llorar de risa. Ahí comenzó a tener forma todo esto. ¿El punto de partida? El que jamás de los jamases se nos hubiera ocurrido: airear la mierda. Tal cual. También conocido como mirar tu sombra, pero este término nos aburre más.”
Esther y Gina comenzaron a preguntarse qué sucedería si compartiesen con el mundo sus contradicciones con un tono de humor. “Por ejemplo: hola, qué tal, me llamo Esther, soy una aprendiz a feminista y me encanta el reguetón”, bromea la cofundadora de Las Impostoras. “Lo que va después es una historia de amor. Amor del de verdad, el que va con todo, con lo brilli y con lo chungo; con pelos, marcas e imperfecciones de las buenas (no de las que cuentas en un pitch para ir de guays), y también mucho de dar y mucho de recibir”.
Cuando hablan de dar amor lo hacen en el estricto sentido de la palabra, y es que Esther y Gina tienen claro que quieren proporcionar a sus followers herramientas para desactivar esa molesta voz de impostora. “Sentimos que la vida nos ha encontrado para amarnos a nosotras mismas con más gracia y vivir agradecidas por lo que somos. Así de simple. El objetivo es que otras personas también puedan vivir así”.
Y así es como surge un proyecto que se ha materializado en una cuenta de Instagram y múltiples proyectos.
Por un lado, cada quince días Las Impostoras tienen programadas charlas en directo en la plataforma Clubhouse para hablar de lo que ellas llaman “temitas que nos tienen fritas”.
La primera charla tuvo lugar el 25 de febrero. En ella debatieron con Pat Carrasco y Cristina Morenete, ambas expertas en marketing humano, sobre la importancia de salir de nuestra zona de confort. Otros temas a tratar son poner el éxito en ideales inalcanzables que llenan las terapias de gente desgraciada porque no tiene casoplón, chófer ni millones de followers (11 marzo), confundir la cultura de empresa con poner un pingpong en la oficina (25 de marzo), o, por ejemplo, querer tomarte unos vinos y hablar de sexo y que tu colega te haga coaching profundo para arreglarte la vida sin habérselo pedido (8 de abril).
Además, próximamente realizarán entrevistas a gente inspiradora que ha peleado cuerpo a cuerpo contra su propia voz de impostora y, en su Instagram, compartirán las herramientas que les permitieron afrontar esas inseguridades. “Estamos deseando volvernos a juntar y hacer nuestro curso en presencial, porque la intimidad que co-creamos en esos momentos hace que el mundo vaya mejor”, explican a Yasss.
Al hablar con Las Impostoras sobre la influencia del sexismo en el desarrollo del síndrome del impostor, ambas tienen clara su postura y es que la evidencia científica arroja datos contundentes al respecto: todos los estudios sobre el síndrome del impostor han demostrado que afecta más a mujeres. La gran pregunta es por qué.
Por este motivo, Las Impostoras es un movimiento dirigido principalmente a mujeres, comunidad trans y personas no binarias: “Nos encantaría que, con el paso del tiempo, nos encontremos con muchos hombres que quieran tener conciencia de esta voz impostora y hacer algo con ello, eso será una buena señal de que estamos en un mundo con igualdad de oportunidades”.
Rotundamente sí, aunque haya que lidiar con un sistema sexista que constantemente nos hace sentir pequeñas. Y encontrar las herramientas para lograrlo es el objetivo de Las Impostoras.
A priori proponen cinco pasos:
Sin embargo, lo más importante es encontrar lo que es útil para cada persona. “No te creas estas acciones. Escribe las que te sirvan a ti”, aclara Esther Blázquez. “Estas acciones son las que nos sirven a nosotras. Por eso nos dedicamos a ayudarte a elaborar las tuyas propias, las que te van a servir a ti para liderar tus proyectos en tu vida encontrando tus propios recursos y dejando de hacer lo que tus 'dioses' te dicen”.