El 2020 está siendo sin duda el año más surrealista de lo que va de siglo, y junio se ha ganado por derecho propio el título a "mes más reivindicativo". Coincidiendo con el orgullo LGTBI, las tránsfobas declaraciones de J. K. Rowling abrieron la puerta a una discusión a la que se ha sumado hasta el gobierno de España. ¿La nueva polémica al respecto? Una prueba ampliamente utilizada por psicólogos pese a ser ofensiva, obsoleta, sexista y tránsfoba: el 'test de roles de género'.
En el test de los roles de género se presentan 36 adjetivos o frases que hay que situar en una escala que va desde "en desacuerdo" hasta "de acuerdo", dependiendo de lo aplicables que resulten para nosotros mismos. A partir de estos datos, obtendremos un perfil de masculinidad y feminidad. ¿Qué tiene esto de malo? Que algunos de los adjetivos asociados a la masculinidad son, por ejemplo, dominante, competitivo fuerte o analítico. Sin embargo, los adjetivos asociados a la feminidad son, entre otros, servicial, compasivo, complaciente o ama a los niños.
Al finalizar el test, obtienes una puntuación numérica que revela tu porcentaje de masculinidad y feminidad, y si no encajas en ninguna de estas dos categorías, se te etiqueta como "indiferenciado o andrógino". En otras palabras, con características de ambos géneros.
Pero, ¿por qué este test más viejo que el hilo negro se ha puesto de moda ahora? Una vez más, gracias a la magia de Twitter. La usuaria Rosa María García (@__erosgarcia) publicó el link a la prueba criticando su validez. Por otro lado, sacó a relucir que las mujeres no sólo necesitan sacar una puntuación alta de feminidad, sino también una puntuación baja de masculinidad. En cambio, los hombres sólo necesitan un 50%.
En cuestión de horas, toda la comunidad tuitera había hecho el test compartiendo pantallazos de los resultados con una mezcla de incredulidad y sarcasmo. "¡Soy un 28% nada! ¡La cuarta parte de mí es un vacío!", twitteaba Elías Taarsis (@Elias_Rarsis).
En el caso de la usuaria Aribar Guti (@ariadna_bardina), el resultado fue de 72% masculino y 44% femenino. "Resulta inquietante ser un 116%. Más inquietante aún es saber que cada calificativo es asignado a un género. Se me ha revuelto el estómago", relataba en sus redes sociales.
El test de roles de género' es obra de IDR Labs, una página web enfocada al estudio de las diferencias individuales. Se trata de una adaptación resumida de una prueba más larga y compleja, el 'inventario de roles de sexo', elaborado por Sandra Lipsitz Bem, una psicóloga estadounidense especializada en los estudios de género.
El inventario de Sandra Lipsitz Ben ha sido utilizado en multitud de países desde 1974, convirtiéndose en una prueba muy común en el ámbito de la psicología para evaluar a personas trans junto con el 'test de la vida real'.
En primer lugar, el 'inventario de los roles de sexo' tiene como objetivo determinar si, por ejemplo, una mujer trans se adapta a lo que tradicionalmente se ha considerado "femenino" o si un hombre trans se adapta a lo que se asocia a la masculinidad.
El siguiente paso es realizar el 'test de la vida real', una prueba que a día de hoy sigue vigente en España y en otros países, pese a resultar obsoleta. Consiste en comportarse durante un periodo de tiempo que va desde un mes hasta años, asumiendo el rol del género opuesto. El objetivo es valorar si la persona está preparada para la transición legal, hormonal o quirúrgica.
Como sería muy simple responder a esta pregunta con un "todo", analicemos detenidamente todas las limitaciones de estas pruebas:
El 'Inventario de Roles de Sexo' se remonta a 1974, un momento histórico en el que empiezan a surgir movimientos sociales y políticos en los que las mujeres cada vez están más presentes. Sin embargo, la sociedad seguía siendo tremendamente machista.
Muestra de ello es que en la prueba se asocie lo femenino a la sumisión, pasividad, emocionalidad y crianza de los hijos. En cambio, la masculinidad va ligada a la autosuficiencia, firmeza, dominancia e individualidad. Estos estereotipos de género son falsos y limitantes, demostrando que este test carece de validez hoy en día.
En el caso del 'test de la vida real', sucede algo parecido. ¿Cómo debe comportarse una mujer? ¿Todas se maquillan, llevan vestido y se dejan el pelo largo? ¿Y un hombre? ¿Qué es lo que define la masculinidad? ¿No llorar viendo una película emotiva? ¿Dejarse barba?
Si bien hemos sido educados bajo la creencia de que sólo hay dos categorías, la de hombres y mujeres, en la vida real el género es un espectro tan amplio como el de los colores.
Hay personas que no se autodescriben como mujer o como hombre al 100%, pudiéndose identificar con otro tipo de género o incluso no llegándose a identificar con ningún género.
Pese a que se han invisibilizado estas realidades, hay personas con identidad agénero (que no se identifican con ningún género), bigénero (se identifican como hombre y como mujer) o genderfluid (experimentan periodos de transición en los que se identifican como un género, y otros periodos en los que se identifican como otro).
¡Ojo! Debemos tener en cuenta que esto solo son definiciones y, por lo tanto, no reflejan la complejidad del ser humano. Cada persona y cada identidad son un mundo.
Cuando una persona trans acude al psicólogo para comenzar su transición, lo último que necesita es que se le juzgue o se le encasille en estereotipos de género anticuados y sexistas.
A una mujer cis que lleva el pelo corto, que no se maquilla porque no le gusta o que detesta los vestidos, nadie le niega su identidad. ¿Por qué a una mujer trans sí? Lo mismo sucede con los hombres que no encajan en el clásico concepto de masculinidad. Y lo más duro es que esto suceda en la consulta de un psicólogo, un lugar que debería ser seguro.
Como vemos, tanto el 'inventario de roles de género' como el 'test de la vida real' están sumamente desfasados y lo más apropiado sería dejar de utilizarlos en cualquier ámbito, sobre todo en el psicológico. La labor de los profesionales de la salud mental debe ser escuchar a la población, conocer otras realidades, y no imponer nuestros estereotipos o criterios sobre la identidad de nuestros pacientes.