Más de tres décadas trabajando como gerontólogo han traído a Javier Yanguas un gran aprendizaje sobre la vida; sobre lo que es una vida buena; sobre lo que todos -ya seamos jóvenes o viejos- necesitamos cultivar para vivir esos últimos años con plenitud.
Toda esa sabiduría de Javier Yanguas ha quedado destilada en su último libro, Pasos hacia una nueva vejez (Destino 2021), en el que más allá de reivindicar la necesidad de cambiar nuestra manera de entender la vejez, nos presenta una cruda radiografía de nuestra sociedad. Con ella, Yanguas, pretende despertar conciencias para conseguir una sociedad más justa y cohesionada donde podamos mirarnos los unos a los otros y reconocernos. No se fíen del título; Pasos hacia una nueva vejez no es un libro solo para viejos. Más bien lo es para todos los demás…
Porque, lamentablemente, como explica Javier Yanguas, en nuestra cultura, la vejez es vista como el tiempo del desecho, “el tiempo de la basura de los partidos de basket”. El gerontólogo insiste en que si algo ha aprendido en todos estos años acompañando a personas mayores es que entre los 65 años y los 90 pasan muchas cosas y muy distintas: cosas que pueden ser las mismas cosas que pasan entre los 20 y los 45 o entre los 10 y los 35, pero la mayoría de las veces no les damos el mismo valor.
Pregunta: Efectivamente, esos últimos años parece que importan menos, que son el tiempo de descuento…
Respuesta: Que los últimos años de la vida de las personas parezca que no tienen valor me da mucho coraje, no me gusta. Me parece que esta sociedad no aprecia y me parece que todos vamos hacía ahí. Y esto lo hemos visto también en el covid ahora: esa mirada edadista de las personas mayores. Si el virus del covid ya era edadista porque se cebaba más en la gente mayor, la sociedad también lo ha sido. Primero con eso de “no, que esto solo afecta a los mayores”, después el “¡ay nuestros mayores!”... pero luego estaban dejados de la mano de Dios en sus casas y algunos en las residencias…
P: Es paradójico que la sociedad invierta tanto en investigación para tratar de alargar la vida de las personas, pero luego no valoremos esa etapa de la vida…
R: Porque lo que queremos no es la vejez, es el don de la eterna juventud. Por eso la gente se mete bótox, se hace chapa y pintura... te harán maravillas, te quitan una costilla, te hacen lo que sea, las cirugías que haga falta, pero la edad no te la quita nadie. Los años no te los quita nadie. Claro, pero esto es un poco como engañarnos, hacernos trampas al solitario, jugar contra mí mismo y ni siquiera soy capaz de reconocerme algunas cosas. Esa falta de reconocimiento juega en tu contra porque no te deja vivir otra vida posible: la vida del enterarte (…) Reconozcámonos donde estamos ¿no? y obremos con eso; porque si no reconocemos lo que somos, intentamos ser lo que no somos y eso es un desastre siempre.
P: El desastre es que somos una sociedad que no acepta fácilmente que tenemos principio y fin, que no somos eternos. ¿Es por eso que vivimos de espaldas a la vejez?
R: Pero es que el ser consciente de tu finitud te lleva a valorar las cosas de otra manera. Si no tuviéramos límites, no valoraríamos (…) Tener eso presente te da la posibilidad de ser consciente de esto que llamamos vida y, por lo tanto, de tener cierta capacidad de valorar, de reconocer, de reconocerte, de ponerte en contexto, de sentir esa gratitud, ese ser consciente de la suerte que tenemos de estar viviendo.
P: Ser consciente de todo eso ¿sería algo así como la fuente de bienestar en la vejez?
R: Todos necesitamos placer e hidratante para el alma porque en la vida eso es importante también. Pero a veces eso tiene un engaño. Yo estoy muy en contra de esta sociedad tan individualista que parece que estamos a lo nuestro a 'sálvese quien pueda'. Pero parece que hay un bienestar que se nos ha olvidado -aunque esto en realidad es Aristóteles- que hay un bienestar que tiene que ver con el desarrollo y crecimiento personal por un lado y con la vinculación a los demás y al futuro.
P: Es la llamada felicidad eudaimónica de la que hablas en el libro, frente a la felicidad hedónica…
R: Yo creo que una de las grandes cuestiones en vejez y en todo en la vida es el tomar como una decisión: o nos ponemos a lo nuestro, que está muy bien porque a corto plazo tienes refuerzo (…) o decido disfrutar vinculándome con los demás, desarrollándome yo, haciendo cosas con otros. Precisamente eso necesita más compromiso, más perseverancia, el sentido de la vida. Que esta vida sea más larga o más honda y más profunda, creo que eso es una decisión personal. Y creo que en los últimos años se ha acentuado mucho lo del ‘yo, me, mí conmigo’ y a mí eso me gusta relativamente y creo que hay otras maneras de entender esto. En una vida que se alarga, en la vejez, esto es más importante aún. Porque ahora el problema no es tanto el tiempo que vivimos, el reto está más en llenar eso de contenido, de vida, de proyectos, de experiencias, de compartir.
P: Relacionado con esa felicidad eudaimónica está el tema del cuidado, al que en tu libro dedicas un capitulo. Hablas de la importancia de entender que el cuidado de unos a otros en una sociedad es una necesidad, por supuesto, pero también una fuente de satisfacción, de felicidad…
R: En el capítulo de cuidados lo que pretendo decir es que hay que cuidar porque nos abre otras perspectivas de la vida. Yo creo que cuidar es implicarte en la vida del otro, el responsabilizarte del otro…no las tareas más instrumentales como cambiar el pañal, sino la relación, la preocupación, el pasar tiempo, el asumir que tienes que abandonar cosas que a ti te gustan por los demás…todos estos valores yo creo que te cambian un poco la experiencia de la vida.
P: A lo largo de tu carrera profesional, imagino que habrás visto el contraste entre las personas mayores que viven su vejez desde esa profundidad de la que hablas y las que no.
R: A la gente que he visto morir de mayor con la sensación de una vida cumplida y rica...es otro morir. Porque es muy distinto morir desde la creencia de que tu vida ha tenido un sentido, que ha sido una vida larga y plena y que nunca jamás pensaste. La última persona que acompañé me decía: “es que yo nunca jamás pensé que iba a ser bisabuela, que iba a poder viajar, que hice esto y lo otro, que tuve un marido bueno”. Ella te decía que la vida le había dado más de lo que ella esperaba y que ella estaba muy agradecida. Y entonces ella era a la vez muy consciente de todo eso y esa consciencia le llevaba a estar agradecida. Y eso es muy distinto a una muerte de alguien que no ha tenido una buena vida o que no se ha enterado de su propia vida. Me parece que es importante que llenemos la vida, no solo la de nuestros mayores, sino la tuya, la mía, la de mis hijos, que busques conseguir aquello que te parece que tiene valor y que luches por ello y que te vincules a los otros y que entiendas que este es un mundo más compartido que lo que nos hacen creer.
P: También, frente a esta actitud tan positiva ante la vida y la muerte habrás visto lo contrario…
R: He visto gente amargada, claro, he visto gente que cree que ha desperdiciado su vida y cree que no tiene solución y eso es muy complicado porque no le das la vuelta. Una de las cosas que te enseña la cercanía a la enfermedad y a la muerte es precisamente esta necesidad y obligatoriedad de vivir la vida, de la suerte que tenemos: ¡aprovéchala! Hay un autor que se cita mucho en el libro, [Martin] Seligman que dice una cosa que a mí me gusta mucho: que una vida buena es una vida placentera y comprometida con lo que tú consideres y una vida con sentido y significado.
P: El sentido y el significado de la vida no es algo que se nos revela de repente, es más bien algo que debemos buscar y perseguir. Pero la sociedad en que vivimos nos invita más bien a estar muy ocupados, a ser muy productivos y a tenerlo todo fácil, a golpe de click
R: La vida con sentido apela a eso que ahora parece tan complicado: si quieres que tu pareja funcione, tienes que invertir horas en eso, si quieres tener una buena relación, tienes que apostar, que no puedes dejarlo a la primera, que la perseverancia es importante, que la compasión es importante, que uno tiene que militar. Creo que también hay valores que a mí me gustan en la vida y que creo que ahora están siendo un poco despreciados.
P: En resumen: vivir una vida con sentido y significado es la manera de llenar la vida de buen contenido…
R: Nunca hemos tenido la posibilidad de estar tanto tiempo con nuestros hijos. En la historia de la humanidad, nunca hemos tenido la posibilidad de vivir tanto tiempo con nuestros padres. Pero si no llenamos ese tiempo de contenido, para nada sirve haber alargado la vida. Claro, si vas a poder vivir y conocer a tus hijos con 50 años o 60 años. ¡Imagínate qué oportunidad, eso no lo ha tenido ni mi bisabuelo ni mi tatarabuelo! pero claro, ese tiempo, o lo llenas de contenido o es una tortura. Entonces, yo creo que no nos damos cuenta de la importancia de esto que estamos hablando, del contenido, de cómo llenamos esto, de cómo nos reconocemos, de cómo nos apoyamos, de cómo disfrutamos, de cómo compartimos.