La poderosa reflexión de Javier Ambrossi sobre la personalidad falsa que adoptan algunos personas LGTBIQ+ para sobrevivir en la adolescencia
Con motivo del Mes del Orgullo, Javier Ambrossi ha confesado haber fingido una personalidad durante toda su infancia y adolescencia para encajar
Un centenar de jóvenes se han sumado a su reivindicación, reconociendo haber ocultado quiénes eran para sobrevivir
Una psicóloga explica por qué muchos jóvenes LGTBIQ+ desarrollan una identidad impostada
Aunque para algunas personas el mes del Orgullo es innecesario, la constante represión y discriminación a la que se exponen las personas pertenecientes a la comunidad LGTBIQ+ demuestra que la reivindicación sigue siendo imprescindible. Desde agresiones en la calle hasta una fuerte segregación en el entorno laboral, educativo o sanitario, las diferentes evidencias de la transfobia, homofobia y bifobia son palpables en la sociedad.
Una de las consecuencias de esta discriminación, y tal vez la más grave por sus repercusiones, es la que sufren los jóvenes LGTBIQ+ a la hora de formar y expresar su identidad.
MÁS
Javier Ambrossi, director de cine, ha hablado recientemente de ello y su mensaje ha sido aplaudido por un centenar de personas que se han sentido identificadas. “Creo que las personas LGTB nacemos desarrollando una personalidad falsa para que no nos vean, no nos pegan, no nos insulten, nos quieran. El orgullo representa justo lo contrario. Exponerse, salir, celebrar, el disfrute. Nosotros, como personas LGTB, hemos empezado a vivir con 20 años o 25. Hay gente que no vive. ¿Y los 20 años que he vivido antes de ser libre? ¿El primer amor que no he tenido? ¿El amor adolescente? ¿El desarrollo sexual normalizado? ¿Dónde están, quién me los devuelve?”, reflexionaba el artista.
En respuesta a estas declaraciones, otros jóvenes han confesado haber tenido que fingir ser alguien que no eran para sobrevivir, han recordado la adolescencia como la peor etapa de sus vidas o se han lamentado al no haber podido atravesar las mismas experiencias que sus compañeros de clase heterosexuales. Pero, ¿por qué algunos jóvenes LGTBIQ+ desarrollan una personalidad impostada?
La crisis de identidad de la adolescencia
La adolescencia es un periodo muy difícil para todos. Intentamos descubrir quiénes somos, qué queremos en un futuro y cómo adaptarnos a una sociedad que cada vez es más exigente.
Este proceso, según la psicología, supone una crisis de identidad en tres sentidos:
- Ideológico. ¿Qué opino de lo que sucede a mi alrededor? ¿Cómo encaja esa opinión con la de la gente a la que quiero? ¿Me siento cómodo expresando mis creencias? ¿Estas creencias son inamovibles?
- Laboral. ¿Qué bachillerato quiero hacer? ¿Qué voy a estudiar de mayor? ¿Un grado universitario, un módulo o prefiero no estudiar? ¿Cómo me imagino mi futuro trabajo? ¿Estas decisiones nacen de mí o es lo que quieren mis padres y profesores?
- Afectivo-sexual. ¿Qué siento hacia quienes me rodean? ¿Cómo quiero que me trate una pareja? ¿Estoy preparado para mantener relaciones sexuales? ¿Cuáles son mis límites en el sexo? ¿Puedo ofrecer el afecto que la gente me exige? ¿Qué opina la gente de mi forma de entender el amor?
Como vemos, son muchas preguntas y además, muy complicadas. Incluso siendo adultos nos cuesta resolver algunas de estas incógnitas, así que imaginemos por un segundo la angustia que provoca este aluvión de dudas en un adolescente.
A la necesidad innata de formar nuestra identidad se suma un factor externo: lo que su mundo le dice que es “normal” o “deseable”. Este mundo del que hablamos está conformado por su familia, sus amigos, sus profesores y compañeros de clase, los conocidos de su familia, y también las redes sociales y medios de comunicación.
Si tú quieres algo o te sientes de determinada manera, pero desde fuera te enseñas que esas necesidades, inquietudes o sentimientos son inmorales, poco a poco reprimes tu forma de ser. Entender este fenómeno es fundamental para empatizar con el sufrimiento que experimentan los adolescentes de la comunidad LGTBIQ+.
Resolviendo la crisis de identidad: una personalidad impostada
En el mejor de los escenarios, un adolescente resuelve su crisis de identidad desarrollando una personalidad sólida que puede (y debe) sufrir ligeros cambios a lo largo de su vida, pero que le proporciona estabilidad, calma y una autoestima sólida. Desgraciadamente esto no siempre sucede así.
Un joven que está experimentando algo tan normal como la atracción sexual o sentimental puede sentirse tremendamente culpable por el simple hecho de vivir dicha atracción hacia alguien de su mismo género. Esta culpabilidad no surge de la nada. Aparece a raíz de que desde pequeño le hayan preguntado “¿Y ya te gusta alguna chica?” si es un hombre o “¿Y tienes ya novio?” si es una mujer, de que en las películas infantiles apenas haya cabida para las relaciones homosexuales, de que paseando tranquilamente de la mano con su pareja le griten “maricón”, “lesbiana de mierda” o le agredan físicamente, de que cuando estas noticias salen a la luz lean comentarios de personas que las justifican, sin entrar en aquellos casos en los que sus propios padres tienen un discurso homófobo.
En consecuencia, surge una personalidad impostada en la que el único objetivo es sobrevivir. ¿Cómo? Disimulando, empequeñeciéndose, ocultando lo que sienten y son para evitar o minimizar los ataques. Y esta personalidad se mantiene en el mejor de los casos hasta que en la universidad por fin logran alejarse de ese entorno que reprime su identidad. Pero son muchas las vivencias que se quedan en el tintero, ya que al fin y al cabo han vivido una infancia que no les correspondía, como si actuasen en una obra de teatro con un papel con el que se identificaban ligeramente, pero no eran ellos del todo.
El mes del Orgullo, como decíamos al comienzo de este texto, es necesario y no sólo para evitar las repercusiones más notorias de la discriminación, sino para asegurarnos de que cualquier adolescente independiente de su orientación o de su identidad, pueda crecer sintiéndose libre, sintiéndose feliz, sintiéndose él mismo.