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La forma en la que entendemos el amor ha cambiado a lo largo de los años. Hace dos décadas, el poliamor o las relaciones abiertas estaban totalmente invisibilizadas, y el sexo fuera de la pareja era condenado socialmente. Con el tiempo, hemos ampliado nuestra forma de entender las relaciones afectivas y sexuales. Sin embargo, hay algo que todos tenemos grabado a fuego y que no cambia por mucho que la sociedad avance: ser infiel no está bien.
Da igual si tu relación es abierta, si crees firmemente en el poliamor o si abogas por la monogamia. Cada pareja establece unas reglas únicas sobre lo que es aceptable o no, y en el terreno de la fidelidad también. Para algunos, hacer sexting está permitido. Para otros, un beso de fiesta es motivo de ruptura. Como vemos, no hay dos relaciones iguales ni una única forma de entender la fidelidad.
Según un estudio realizado por el instituto IPSOS, el 35% de los hombres y 26% de las mujeres afirman haber sido infieles a su pareja. Pero, ¿qué nos impulsa a ser infieles?
La primera respuesta a esta pregunta que se nos pasa a todos por la mente es que por egoísmo. Sin embargo, es una teoría demasiado sencilla para la complejidad psicológica que se esconde detrás de unos ‘cuernos’.
Algunas personas se aburren de la monogamia cuando pasa la fase de enamoramiento inicial. El problema es que en vez de hablar con su pareja sobre esta preocupación, deciden ‘ponerle solución’ por su cuenta. Creen que una aventura de una noche o media hora de sexting al día reavivará la llama. La gran pregunta es, ¿merece la pena recuperar la pasión si por el camino estás destrozando la confianza de tu pareja?
En otros casos, una infidelidad esconde muchas inseguridades. Son personas que basan su autoestima en la aprobación externa y que con un par de piropos y atención son capaces de olvidar por un momento a su pareja.
También es habitual encontrarnos con relaciones con una dinámica de ignorancia mutua. En otras palabras, ‘yo paso de ti y tú te buscas a otra persona’. ¿Es más sano romper y afrontar la soledad? Sí, pero también más trabajoso emocionalmente hablando.
Y en la otra cara de la moneda nos encontramos las relaciones totalmente sanas en las que sin saber muy bien cómo ni porqué, hay una infidelidad. Puede ser un calentón de una noche, el efecto desinhibitorio del alcohol o una situación premeditada. Sea como sea, primero llegan los cuernos y después los remordimientos.
Luis es un joven de 19 años que ha sido infiel a su pareja. Quedó con sus amigos y su expareja también asistió al evento. “Me besó y no me quité. Después pensé en mi novia y me aparté, pero lo hecho, hecho está”, confiesa. “Mi novia y yo llevamos poco tiempo y no quiero perderla. Sé que lo más fácil es que me mande a la mierda, pero yo quiero arreglarlo y no sé cómo hacerlo”.
Lo primero que se te pasará por tu cabeza al cometer una infidelidad es si debes confesar lo sucedido o no. Según un estudio llevado a cabo por YouGov para The Huffington Post, el 71% de las personas preferirían saber si su pareja les ha sido infiel. Sin embargo, tú conoces mejor a tu pareja que nadie, así que debes valorar cómo actuar.
Si decides confesar, el siguiente paso es disculparte de forma empática y sincera. Pedir perdón después de una infidelidad no es un acto banal. En otras palabras, no lo hagas si:
Al disculparte debes ser sincero, pero también tienes derecho a mantener tu privacidad. Si no quieres contar detalles de lo sucedido, no tienes porqué hacerlo. Lo que sí es recomendable es que expreses con claridad cómo te sientes y cuáles fueron los motivos que te llevaron a ser infiel. ¡Y nada de excusas! Culpar al alcohol puede sonar bien en tu cabeza, pero no justifica lo sucedido.
Por último, respeta la decisión de tu pareja. Si cree conveniente romper la relación, debes aceptar lo sucedido y tu responsabilidad en ello.
Si tu pareja decide perdonarte, es el momento de trabajar para reconstruir la confianza. Pero, ¿cómo hacerlo?