El coronavirus ha introducido nuevos conceptos a la población que tienden a repetirse en las declaraciones de los políticos o en la prensa. Es el caso de los términos relacionados con la incidencia del virus, que sirven para controlar cómo evoluciona la pandemia día a día.
El Instituto de Salud Carlos III publica el significado de algunos de estos términos para poder diferenciarlos entre sí. Es el caso de la incidencia, la tasa de incidencia y la incidencia acumulada.
La incidencia acumulada a 14 días es uno de los medidores más importantes para controlar cómo evoluciona la curva de casos. A medida que este valor sea más alto, más descontrolada estará la pandemia.
El hecho de acotarlo a los 14 días permite valorar la rapidez de propagación del virus entre la población. Por ello, debe usarse por zonas, que junto con el uso masivo de test permite atajar o controlar el número de casos.
El Ministerio de Sanidad distribuyó un documento, consensuado entre la mayoría de las comunidades autónomas -con la abstención de la Comunidad de Madrid y el País Vasco- en el que se establecen cuatro niveles de alerta con umbrales numéricos concretos fijados a partir de este indicador, lo que configura el conocido como "semáforo" de la covid-19 en nuestro país.
Los criterios a partir de los que se determinan los niveles de riesgo se dividen en dos bloques principales, uno de indicadores de transmisión y otro de capacidad asistencia.
Así, se evalúan la incidencia acumulada -tanto en 14 como en siete días, además de la vinculada a las personas con 65 años en adelante-, el porcentaje de la positividad de las pruebas PCR y el del número de casos con "trazabilidad", esto es, los positivos derivados de un paciente previo.
En el otro bloque quedaría la proporción de camas hospitalarias ocupadas por pacientes con COVID-19 y el de los ingresados en las unidades de cuidados intensivos (UCI).
Para cada indicador se establecen umbrales para determinar si el riesgo es bajo, medio, alto o muy alto. A partir de esos datos, se establecen cuatro niveles de alerta:
Para que se alcance un nivel de alerta determinado, al menos dos parámetros del primer bloque y uno del segundo deben estar en ese nivel, si bien Sanidad para ese cómputo solo tiene en cuenta uno de los indicadores generales de la incidencia acumulada.
Sin embargo, la clasificación para encasillar a una región en un nivel y otro no es automática a partir de estos indicadores, sino que también depende de otros valores como la tendencia, la positividad de los casos sospechosos, la capacidad para establecer planes de contingencia, además de otros factores como la demografía y la movilidad del territorio evaluado.
La ubicación en uno u otro nivel de riesgo comportaría la aplicación de una serie de restricciones que afectarían a la movilidad, los aforos y el cierre de actividades, entre otros aspectos, según el documento de Actuaciones de respuesta coordinada acordado por el Consejo Interterritorial.
A día de hoy, los territorios de España se dividen entre el riesgo extremo o alto y el medio o bajo, con una única provincia en una situación de nueva normalidad: Lugo. Precisamente Galicia es el territorio peninsular con menor riesgo en la actualidad, con dos de sus cuatro provincias en nivel de alerta bajo.
Le sigue de cerca Canarias, con tres de sus siete islas en ese mismo estado, aunque su situación ha empeorado ligeramente. La Comunidad Valenciana permanece en riesgo extremo, con todas sus territorios en ese nivel. La única comunidad que ha descendido es Murcia, que pasa del riesgo alto al medio.
En la península, solo un territorio se encuentra en buena situación: Salamanca, en riesgo bajo. Del siguiente escalafón, el medio, disfrutan provincias como A Coruña, Asturias, Cuenca, Teruel, Sevilla, Córdoba, Cádiz y Almería.
Málaga y La Palma, en ese nivel, empeoran su situación, mientras que Menorca mejora. Huelva, Badajoz o Ávila, en el nivel alto, ven decaer su posición epidemiológica, pero la mayor subida la registra Lleida, que pasa del nivel bajo al extremo.