Loki en ‘Thor’, Regina George en ‘Chicas malas’, Miranda Presley en ‘El diablo viste de Prada’… las películas más populares del cine reciente tienen algo en común: un antagonista despiadado que no duda en manipular a todos los que tiene alrededor para conseguir sus objetivos. Los espectadores sufren y se tiran de los pelos, tratando de averiguar por qué se dejan manejar de esa manera.
Más allá de que todos hayamos podido manipular, consciente o inconscientemente, a alguien en nuestra vida, hay ciertas personas con mayor tendencia a hacerlo que otras. Estas personas “utilizan a los demás en su propio beneficio”, tal y como explica la psicóloga Marina Pinilla, y que, aunque “puede sentir empatía y ponerse en el lugar de otros, tiene gran facilidad para manejar a quienes le rodean a su antojo”.
Las personas que suelen manipular aprenden a identificar los ‘puntos débiles’ de los demás y los usan en su propio beneficio, recurriendo a herramientas como el chantaje emocional, el miedo o la violencia. Para evitar caer en esas dinámicas, es importante entender qué características les pueden definir. Entre ellas, Pinilla destaca las siguientes:
Lo que tienen en común las personas manipuladoras es una habilidad para identificar los resquicios del otro, que les permiten maniobrar con la gente a su antojo. Sin embargo, no todas son personas narcisistas. En terapia, explica la psicóloga, pueden distinguirse dos tipos de manipuladores: por un lado, los que se presentan “a la defensiva”, que suelen actuar motivados por sus propias inseguridades, y por otro, los que “suelen presentar un déficit de empatía”. En este caso, añade Pinilla, el trabajo del psicólogo se complica, porque estos pacientes “no aceptan que tienen un problema ni que están dañando a los demás”.
Una vez sabemos qué rasgos definen a una persona manipuladora, la siguiente pregunta parece evidente: como nos protegemos de ellas. La psicóloga reconoce que no siempre es sencillo. “Una de las herramientas más típicas es el victimismo. Aunque hayan sido los causantes de un daño, cambian la historia para verse favorecidos y provocar compasión”.
Otra técnica habitual, cuenta Pinilla, es la de posicionarse como figura de autoridad: “Pueden aprovechar conocimientos o utilizar un lenguaje muy técnico para que sus víctimas les vean como expertos”. En ocasiones añade, alternan halagos y críticas, desestabilizando a su objetivo. “A veces piropean a sus víctimas para ganarse sus favores y confianza, pero después vuelven a las andadas”, reconoce, y añade que “también suelen alejar a sus víctimas de otras personas con frases como ‘tus amigos están celosos y por eso no les caigo bien’ o ‘tu familia no soporta verte feliz y está en mi contra’. De esa forma, aíslan a las víctimas y se convierten “en su única figura de apego”.
La clave para protegerse de todas estas tácticas pasa por la información, la ayuda profesional si nos está provocando secuelas y, según explica Pinilla, un tercer punto fundamental, “no dejar de lado nuestra autonomía”. “Cuando una víctima conserva su trabajo, sus hobbies y su familia o amigos, el manipulador ve frustradas sus tácticas. Es más fácil engañar a alguien que depende únicamente de ti, que a alguien que tiene una vida social y psicológicamente enriquecedora”, explica. Mantenerse vinculado a otros espacios y personas puede ser determinante.
Las personas manipuladoras pueden estar en entornos más o menos cercanos. Si identificamos a una en el ámbito familiar, nuestro grupo de amigos o en la pareja, Pinilla recomienda hablar calmadamente con ellos, explicarles la situación y animarles a pedir ayuda profesional. Sin embargo, las intenciones no siempre son suficientes; si la ayuda cae en saco roto y las manipulaciones persisten, lo mejor es tomar distancia de esa relación. “Por mucho que quieras ayudar, tu salud mental es una prioridad. Si te hacen daño, toca poner tierra de por medio”, recuerda la psicóloga.
Si, por el contrario, se trata de alguien de nuestro entorno laboral o escolar, con quien no tenemos mucha relación, pero no nos queda más remedio que tratar, la recomendación de Pinilla es “limitar tu contacto lo máximo posible”. Además, la psicóloga recomienda “aprender habilidades de asertividad, para no caer en sus trucos y manipulaciones”, y aprender a respirar hondo y parar antes de decidir cómo actuar en caso de que nos pida algo. “Si no tienes claro si es una demanda justa o te está manipulando, tómate tu tiempo. No te sientas presionado ni culpable por reflexionar”. Lo más importante es no sentirse forzado a actuar de una forma que no nos interesa. En caso contrario, lo mejor es marcar las distancias con el otro.