La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), dependiente del Ministerio de Sanidad, está estudiando la muerte este martes de una mujer de 43 años, una profesora de Marbella, que recibió la vacuna de AstraZeneca a principios de este mes. La educadora ha sufrido un ictus isquémico con transformación hemorrágica que ha provocado su fallecimiento.
El ictus isquémico se produce por la obstrucción parcial o total de una o varias de las arterias que llevan la sangre desde el corazón hasta el cerebro. Esto los diferencia de los ictus hemorrágicos, que se deben a la rotura de una arteria cerebral. A pesar de ser una enfermedad cerebrovascular sobre la que existe un gran desconocimiento en nuestro país, se trata de la primera causa de muerte entre las mujeres y la segunda en el caso de los hombres, después del cáncer. La mayoría de los ictus, aproximadamente un 85%, son isquémicos (el resto son hemorrágicos).
Normalmente la obstrucción la causa un coágulo de sangre que tapona el vaso, aunque a veces también puede ser una porción de materia grasa que se ha desprendido de las paredes de la arteria. La formación de ese coágulo que produciría el ictus es compatible con los casos de trombos que se han relacionado con la vacunación con AstraZeneca en algunos países de Europa. La obstrucción provoca un insuficiente riego sanguíneo de los centros neuronales que dirigen todas las funciones del organismo.
Como la mayoría de los ictus, es difícil atender e identificar los síntomas, que muchas veces se confunden con otras dolencias y, a menudo, no se les da la importancia que tienen, sobre todo en un primer momento. Las 4 o 5 primeras horas tras sufrir un ictus son claves para recibir atención media, tanto para reducir su mortalidad como para mitigar sus secuelas. La falta de riego sanguíneo en las neuronas es extremadamente grave, algunas sufren un daño irreversible tras los primeros 15 minutos sin recibir sangre.
El ictus se produce de manera repentina y los síntomas pare detectarlo suelen ser: pérdida repentina de fuerza o alteración de la sensibilidad (adormecimiento) en la cara, el brazo y/o la pierna de un lado del cuerpo; una pérdida súbita de la visión de uno o ambos ojos; dificultad brusca para hablar, expresarse o comprender; dolor de cabeza brusco de muy alta intensidad y sin causa aparente; inestabilidad, desequilibrio e incapacidad para la marcha de presentación brusca.
Lógicamente, estos síntomas impiden en muchas ocasiones a la persona que los sufre identificar lo que le está ocurriendo y, sobre todo, expresarlo a las personas que lo rodean. Por eso, es muy importante conocerlos y si los observamos en cualquier situación, avisemos inmediatamente a urgencias (llamar al 112 y avisar de que alguien está sufriendo un ictus).
Cada año, entre 110.000 y 120.000 personas se ven afectadas por un ictus en España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Además, supone el mayor motivo de incapacidad de adultos en nuestro país.
Los priicipales factores que pueden producir un ictus son sufrir hipertensión arterial, diabetes tipo 2, altos niveles de colesterol en sangre. También malos hábitos como no hacer ejercicio físico, consumir tabaco y alcohol, y situaciones puntuales de máximo estrés emocional pueden desencadenarlo.