La hepatitis C es una enfermedad que resulta asintomática en la mayoría de los casos. De ahí que ocho de cada diez infectados por esta enfermedad no están diagnosticados. A pesar de la ausencia de síntomas, su evolución puede derivar en una hepatitis crónica y cirrosis hepática cuando no se trata adecuadamente. En otros casos, el cuerpo elimina por sí solo la infección sin necesidad de tratamiento. ¿Qué es la hepatitis C y cómo funciona su contagio? ¿Qué síntomas presenta la hepatitis C?
La hepatitis C es una enfermedad infecciosa causada por un virus que provoca en quien la padece una inflamación del hígado. Cuando la enfermedad se agrava, puede durar de por vida, aunque en otros casos se trata solo de una dolencia leve que dura pocas semanas, tal y como aseguran desde Quirónsalud.
Lo habitual es que las nuevas infecciones sean asintomáticas, y se calcula que el 30 por ciento de los infectados consigue eliminar el virus de forma espontánea, es decir, sin recurrir a ningún tratamiento. También es dispar su periodo de incubación, que puede llevar entre dos semanas y seis meses. Según la clínica, tan solo el 20 por ciento de los enfermos presenta síntomas como fiebre, cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orinas oscuras, heces claras, dolores articulares e ictericia.
En cuanto a la forma de contagio, la más habitual es por sangre: transfusiones de sangre sin analizar, relaciones sexuales sin protección con exposición a sangre, tatuajes realizados con material no esterilizado, uso compartido de cuchillas y similares, consumo de drogas inyectables, transmisión de madre a hijo... Es importante el hecho de que hasta los años 90 no se comenzó a analizar la sangre de las transfusiones en busca de este virus, por lo que muchos casos proceden de aquel momento y, en caso de no presentarse síntomas, se puede tener el virus sin saberlo.
Afortunadamente, el tratamiento de la hepatitis C suele dar buenos resultados. Éste consiste en administrar antivirales de acción directa por vía oral, sin efectos secundarios. Gracias a la curación de la gran mayoría de los pacientes diagnosticados en España, las listas de espera de trasplante de hígado en pacientes portadores del virus C han disminuido, así como los ingresos por cirrosis hepática descompensada, que suele ir de la mano de esta enfermedad.
Los médicos distinguen, por otro lado, entre dos tipos de hepatitis C: aguda o crónica. La primera es de corta duración (hasta 6 meses), que puede convertirse en crónica sin el tratamiento adecuado. Cuando la hepatitis C es crónica, la ausencia de tratamiento puede provocar que dure toda la vida y provocar daños importantes en el hígado (cirrosis, cáncer de hígado e incluso la muerte).
Lo más frecuente es que la persona infectada no presente síntomas. Sin embargo, algunas personas con hepatitis C aguda pueden presentar síntomas entre 1 y 3 meses después de haber estado expuestos al virus, como orina de color amarillo oscuro, fatiga, fiebre, heces grises o color de arcilla, dolor en las articulaciones, pérdida de apetito, náuseas, vómitos, dolor abdominal, ojos y piel amarillentos... Cuando la hepatitis C es crónica, no suelen presentarse síntomas hasta que existen complicaciones, y pueden pasar décadas hasta que esto ocurra. De ahí la importancia de realizar una prueba en caso de sospecha de contagio.
Por el momento, no existe una vacuna oficial contra este virus, aunque se lleva trabajando en ello desde su descubrimiento, y existen varias propuestas que no han llegado a pasar el filtro necesario para comercializarse.