Las voces para levantar restricciones crecen. Lo hacen mucho en EEUU, en Brasil, con expertos que atacan el confinamiento. El temor a una crisis económica - real y dramática, teniendo en cuenta el descalabro del PIB en Europa y España-, pero la historia sirve, a veces para no repetir errores. Y la gripe de 1918 puede ser una lección como explica Nancy K Bristow, profesora de historia en la Universidad de Puget Sound en Tacoma, Washington, EE. UU., Y es la autora de American Pandemic: The Lost Worlds of the 1918 Influenza Epidemic en The Guardian.
En el artículo destaca que en 1918, la gripe barrió el mundo en una serie de olas. Probablemente surgiendo en la primavera de 1918 en el medio oeste de Estados Unidos, este nuevo virus se trasladó a través de los Estados Unidos en gran medida sin ser notado por una nación en guerra. Pronto, sin embargo, viajó a Europa a través de las tropas estadounidenses, infectando a los primeros combatientes, luego a todo el continente y más allá. Ahora lo que empezó en Wuhan ya gracias a la globalización se trasladó a Europa y la resto del mundo. El cierre de fronteras llegó tarde, pues.
Los líderes de salud pública comenzaron por aconsejar prácticas básicas de higiene: lavarse las manos y cubrirse la tos y los estornudos. ¿Les suena? El USPHS imprimió millones de panfletos con información sobre la enfermedad y recomendando precauciones para evitarla y tratarla. La Cruz Roja Americana publicó su propia circular en ocho idiomas diferentes. Muchas comunidades aprobaron leyes contra la escupida pública y prohibieron la taza común para beber que aún se comparte en espacios públicos como las aulas y las estaciones de tren, relata la autora sobre las medidas de una época que no distan mucho de las que ahora se han tomado.
No faltaron las ventilaciones de los tranvías, se escalonaron los horarios de trabajo y los horarios de las tiendas para evitar el hacinamiento. Todo muy 2020. Hubo confinamiento. Algunas ciudades intentaron exigir el uso de máscaras. Otras se pusieron en cuarentena a los enfermos. Incluso hubo ciudades que emplearon vacunas nuevas y no probadas. Los dueños de negocios, los clérigos, todos protestaron porque la economía se iba a pique pero las ciudades que mantuvieron el confinamiento el tiempo debido soportaron mejor la ola de contagios que provocó centenares de millones de muertos.
San Franciso, por ejemplo, fue extremadamente duro en un primer momento con la obligatoriedad de llevar mascarillas en espacios públicos con importantes multas si se incumplía. Lograron que el nñumero de casos fuera residual y después de seis semanas de encierro total se decidió abrir de nuevo la ciudad. El resultado fue letal se pasaron de 2.000 casos registrados y 200 muertes, a 45.000 y más de 3.000 muertes. Pero las presiones se sucedían y la gente se hartó de las normas rígidas. El resultado fue fatal para la ciudad.
El artículo demuestra que si algo debemos aprender de la gripe es que las prisas a la hora de frenar las epidemias salen caras en vidas. Más que en dinero. La distancia social es pues, la primera vacuna, a la espera de que esta llegue.