Las procesiones de Semana Santa han vuelto a Granada después de dos años paradas por el coronavirus. Pese a los altos niveles de vacunación, los costaleros tienen que someterse a test de antígenos. La tensión es palpable, pueden pasar otro año sin portar la imagen. "Estoy preocupada, si doy positivo sería un chasco después de tanto", comenta una costalera.
La procesión está a un paso, que para algunos es una penitencia. Los dos años de calvario por el coronavirus pesan, así que no quieren quedarse fuera de nuevo. Por el momento, el balance es bueno. El domingo se hicieron 438 pruebas a costaleros, de las que solo dos dieron positivo, según explica una voluntaria de las cofradías.
"Todos venimos un poco nerviosos hasta que te dan el negativo", relata un costalero. La ilusión es más grande que la “penitencia” del hisopo metido de nuevo en la nariz para recoger una muestra. Las encargadas de tomarlas con fervor son un grupo de voluntarias. "Somos un grupo de veintitantos y llevamos toda la cuaresma trabajando", asegura una de ellas.
El negativo es la puerta de acceso para sentir de nuevo el peso de la fe. Sin embargo, no significa el fin de las medidas. La mascarilla sigue siendo obligatoria debajo del paso al ser un espacio pequeño, aglomerado y con poca ventilación. "Lo vamos a coger con ganas, lo malo es el tiempo", subraya una costalera que ha recibido su negativo. La Semana Santa ve la luz al final del túnel del coronavirus, pero vuelve la eterna enemiga: la lluvia.