Tras dos meses de desescalada, la nueva normalidad ha dejado de ser primicia. Nos hemos acostumbrado a las mascarillas, al gel desinfectante y a respetar el metro y medio de seguridad cuando paseamos por la calle o entramos en tiendas. Sin embargo, hay algo que se nos resiste: el distanciamiento social de nuestros seres queridos.
Con la llegada de julio toca hacer frente a las vacaciones, aunque sea de una forma diferente a que estábamos acostumbrados. Nuestros amigos vuelven a la ciudad y pasamos un par de días en el pueblo visitando a la familia. La primera reacción es querer abrazarles, pero no podemos. Debemos respetar las distancias de seguridad, sobre todo con aquellas personas con un sistema inmune debilitado.
Para algunas personas, el distanciamiento social es más fácil de llevar. Al fin y al cabo, hay muchas formas de demostrar el afecto. Algunas personas son físicamente cariñosas, otras prefieren el uso de las palabras para expresar su amor, y hay quienes son más desapegadas.
Hay quienes han explicado esta diferencia de afectuosidad aludiendo al papel del apego. Hasta hace poco, se pensaba que ser cariñoso en la adultez estaba relacionado con los vínculos que establecíamos con nuestros padres cuando éramos bebés. Si bien el apego influye, hay otros factores que explican porque algunas personas disfrutan dando abrazos, mientras que otras llevan la procesión por dentro.
Se trata del condicionamiento operante, estudiado por Burrhus Frederic Skinner, uno de los psicólogos más influyentes de todos los tiempos. Este autor demostró la influencia que tienen las consecuencias de nuestra conducta. En otras palabras, si se nos castiga por actuar de una determinada forma, dejaremos de actuar así. En el lado opuesto, si se nos premia o refuerza, seguiremos comportándonos de esa forma.
Extrapolando su teoría al ámbito del afecto, muchas personas cariñosas crecen en entornos donde dar abrazos o besos está bien visto y, por lo tanto, reforzado. En cambio, las personas más frías suelen haber experimentado rechazo cuando actuaban con candidez, sintiendo que sus padres, amigos o parejas castigaban o reprochaban dicha conducta.
Teniendo en cuenta las diferencias individuales respecto al afecto, es comprensible que algunas personas estén gestionando peor el distanciamiento social.
Una de ellas es Adrià, un chico de 23 años residente en Tarrasa. “El 27 de junio fue el cumpleaños de mi abuelo al que quiero como un padre, y no poderle dar un beso me dejó muy mal. Sé que es algo temporal y que tenemos que tener paciencia y prudencia, pero estoy pasándolo fatal por no poder dar abrazos, sobre todo a mis abuelos”, confiesa.
Para Teresa, una joven granadina de 22 años que acaba de perder a su padre, el distanciamiento social está dificultando el duelo. “Mi padre llevaba muy malito casi un año, con cáncer de pulmón y metástasis. Sabíamos que iba a morir, pero pensábamos que sería más adelante, no ahora”, relata. “Fue muy duro estar en el tanatorio y que ningún amigo ni familiar pudiese acercarse demasiado. Al final salí fuera y algunas personas sí que me abrazaron, pero a otras les daba palo. Es entendible, el coronavirus no es una broma, pero en ese momento me daba totalmente igual”.
Aunque a diario leemos en Twitter que la gente es imprudente y no respeta las normas, aquellos que ignoran las medidas de seguridad son una minoría. Lo habitual es cruzarnos con personas que utilizan mascarilla y que respetan la distancia prudencial de un metro y medio.
“La madre de mi novia es grupo de riesgo y yo soy residente en un hospital, así que cuando nos vemos no nos podemos ni tocar”, comparte Mauro, de 25 años. “Imagina quedar con tu pareja, a la que llevas sin ver meses, y no poder darle un beso, un abrazo ni una caricia. Es muy duro, y aunque me haga las pruebas, nadie me asegura que el siguiente paciente de Urgencias no tenga el COVID y me lo contagie. Preferimos no arriesgarnos”.
Según los expertos en medicina preventiva, el uso de mascarillas y la distancia de seguridad son medidas que se mantendrán durante meses, pudiendo extenderse estas medidas durante el año 2021.
Teniendo en cuenta la dificultad venidera, es necesario aprender a gestionar la situación. Pero, ¿cómo?