“Tenía 12 años, mi padre vino a mi habitación por la noche. Nunca olvidaré sus manos, su pene, y su forma de decir que debía probar lo que le daría a los demás después. Mi madre lo sabía. A los 53 años, todavía veo a un psiquiatra”, confesaba Corinne Marceau en Twitter bajo el hashtag #MeTooInceste. Y como este tweet, surgieron más de 100.000 en menos de un fin de semana. Todos ellos tenían algo en común: en escasos 280 caracteres compartían el infierno del abuso sexual infantil a manos de padres, tíos, abuelos, hermanos o primos.
“Todo empezó con 12 años y luego con 16 me atreví a hablar. Tardó 10 años en ser sentenciado a 3 años de suspensión y registro en la FIJAIS (Registro de autores de delitos sexuales y violentos de Francia). Ahora han pasado 17 años y todavía estoy condenada a tener pesadillas mientras él vive su vida”, relataba Marie Eve Verbeke. “Tenía 9 años y duró hasta los 11. Era la favorita del director de mi escuela en París. Él abusó de mí durante 2 largos años. En la residencia vino a los dormitorios para subirse a mi cama y tocarme, me violó en su casa”, compartía Collet Anne-Cécile. Pero, ¿qué significa el hashtag #MeTooInceste y por qué se ha viralizado justo ahora?
Este necesario movimiento ha surgido de la mano de Camille Kouchner, escritora del libro La gran familia. En él relata como su padrastro, Oliver Duhamel, abusó sexualmente de su hermano gemelo mientras su madre era consciente de lo que sucedía. El político y catedrático francés ha dimitido de sus cargos y Francia entera se ha movilizado para dar su apoyo a Camille bajo un mismo lema: "No estás sola, yo también lo he vivido".
Unificando el movimiento Me Too, que permitió denunciar a depredadores sexuales que gozaban de impunidad en Estados Unidos, y el término “incesto” en francés, ha surgido el hashtag #MeTooInceste. ¿El resultado? Más de 100.000 personas han compartido sus duras experiencias apoyándose entre ellas, a veces desde perfiles públicos y en otras ocasiones desde cuentas anónimas.
Pero el resultado de esta lucha no solo ha provocado una oleada de testimonios, sino también la posibilidad de cambiar la ley en Francia. Adrien Taquet, secretario de Estado de Infancia, ha asegurado que la legislación debe cambiar ampliando el tiempo que tarda en prescribir un delito de este tipo.
Actualmente, los crímenes sexuales hacia menores tardan 30 años en prescribir en el país vecino. En otras palabras, desde que se produce el acto de abuso sexual hasta que la víctima denuncia pueden pasar como máximo 30 años, de lo contrario ya no se pueden tomar medidas legales.
Este intervalo de tiempo es considerado muy escaso para la población francesa, que opina que los delitos de abuso sexual infantil no deberían prescribir nunca. Sin embargo, en España contamos con una legislación todavía más limitada. Desde 2015 nuestro Código Penal establece que los delitos sexuales prescriben en un periodo de tiempo de entre 5 y 10 años.
El abuso sexual infantil ha sido estudiado por psicólogos, pediatras, juristas, criminólogos y un sinfín de profesionales con el objetivo de ponerle fin de una vez por todas. Pero para conseguirlo es fundamental borrar las ideas preconcebidas que tenemos sobre este tipo de delitos.
En primer lugar, hablemos el prototipo de abusador. Solemos pensar que se trata de un desconocido ajeno a la vida del menor, pero los estudios de casos han demostrado que el 70% de los perpetradores del abuso son conocidos, generalmente familiares, amigos de los padres o profesores.
Además, el abusador es de género masculino en el 95,5% de los casos, pero esto no significa que una mujer no pueda cometer un delito de este tipo. Debemos estar alerta y evitar cualquier prejuicio.
También se ha analizado a fondo la edad a la que se suelen cometer este tipo de delitos, encontrando dos picos: la adolescencia por parte de hermanos, primos o compañeros de la escuela de cursos mayores y a partir de los 30 años por parte de padres, profesores y amigos de la familia.
Respecto a las víctimas, es frecuente que sean niñas menores de 12 años, aunque hay un gran número de casos de abuso a niños que acaban de comenzar la pubertad. Como vemos, los agresores suelen buscar víctimas femeninas muy jóvenes y víctimas masculinas que se adentran en la adolescencia. Pero en ambos casos el modus operandi es el mismo: se ganan su confianza, chantajean emocionalmente al menor y amenazan con contarle lo que sucede a sus padres o a otras personas bajo el pretexto de que “se les castigará” o “se enfadarán con ellos”.
En último lugar, hay que tener claro que cualquier conducta sexual inapropiada hacia un menor es abuso. Esto es importante porque el 75,5% de las víctimas reciben tocamientos inapropiados sin penetración, minimizando en muchos casos lo sucedido y temiendo denunciar por si los adultos no les creen.
Debemos entender el abuso sexual infantil como un suceso tremendamente traumático. Por eso los menores que lo han sufrido deben recibir apoyo profesional y familiar.
A corto plazo, un 70% de los menores sufría:
A estas alteraciones psicológicas debemos sumar el riesgo de que el menor haya contraído una enfermedad de transmisión sexual o lesiones genitales por las agresiones.
Respecto a las secuelas a largo plazo, las más habituales son:
Como vemos, son problemas más graves y el riesgo de padecerlos es del 30%, un porcentaje que se reduciría con estrategias como no cuestionar ni juzgar al menor, protegerle de nuevos abusos y cortar cualquier contacto con el agresor.