Fatiga emocional tras el confinamiento: sentirse cansado o triste son algunos de los síntomas
“Ahora que todo vuelve a ser como antes, me estoy sintiendo echo polvo"
Dos meses de confinamiento forzoso pasan factura
Más de dos meses de confinamiento forzoso han pasado factura hasta a los que toleran mejor el estrés. La falta de luz, los cambios en los horarios, el estrés laboral y escolar, la falta de apoyo social y la incertidumbre por la situación del país son el caldo de cultivo ideal para que experimentemos fatiga emocional tras el desconfinamiento.
Las terrazas están llenas y poco a poco vamos retomando la 'nueva normalidad' con una mascarilla de por medio, pero no todo es de color rosa. El hecho de haber pasado tanto tiempo aislados ha supuesto una fuente de estrés constante para gran parte de la población, y ahora que todo parece mejorar es cuando empezamos a notar las consecuencias.
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¿Por qué estamos fatigados ahora y no antes?
Para entender los efectos del confinamiento en nuestro estado físico y psicológico, debemos conocer la teoría de Hans Selye, fisiólogo y médico canadiense, sobre el estrés.
Este autor estudió el estrés bajo el nombre de «Síndrome de Adaptación General», proponiendo tres fases típicas ante una situación estresante:
- Reacción de alarma. Es una respuesta inmediata ante el estrés que implica un estado de nerviosismo generalizado. Suele durar poco. En el caso del coronavirus, sería el miedo inicial cuando comenzó el estado de alarma.
- Reacción de resistencia. Nuestro cuerpo se va adaptando poco a poco al estresor. Siguiendo con el coronavirus, sería la habituación progresiva durante los dos meses que duró el confinamiento.
- Reacción de agotamiento. Cuando el estresor se mantiene de forma prolongada, pueden reaparecer síntomas típicos de la reacción de alarma. Es decir, ahora que volvemos a la normalidad tras pasar tanto tiempo aislados, volvemos a experimentar tanto estrés como al principio o incluso más.
Oliver, Adriana y Patricia tienen síntomas de fatiga emocional
"Al principio de la cuarentena estuve un poco agobiado, pero me adapté bastante bien", comenta Oliver, estudiante de 21 años de Educación Social en Salamanca. "Lo raro es que ahora que todo vuelve a ser como antes, me estoy sintiendo echo polvo. Estoy teniendo unas migrañas muy bestias y me noto triste y rayado por todo".
De alguna forma, nuestro cuerpo ha estado afrontando constantes estresores durante el confinamiento y ahora que podemos retomar nuestra vida, se está relajando y empezamos a experimentar picos de ansiedad y malestar.
Síntomas de la fatiga emocional post-confinamiento
La fatiga emocional es una respuesta de nuestro cuerpo ante la ruptura de la homeostasis. En otras palabras, al romper el equilibrio y la rutina, es habitual experimentar malestar físico y psicológico. Nos pasó cuando empezó la cuarentena al adaptarnos a la vida en casa, y nos vuelve a pasar ahora, dos meses después, al adaptarnos a la nueva normalidad.
Adriana, de 24 años, siente ansiedad cada vez que queda con sus amigas. "Yo soy consciente de que hay que volver a lo de antes, pero no me siento preparada. Veo las terrazas llenas y la gente no respeta la seguridad. Me da mucho agobio y cada vez que salgo de casa, acabo con ansiedad. Intento quedar pronto y cuando veo que los bares se llenan, me vuelvo a casa", relata.
A nivel psicológico, es habitual experimentar:
- Incertidumbre e inquietud por el futuro, sobre todo los jóvenes que están buscando empleo y los estudiantes que todavía tienen que afrontar los últimos exámenes o la selectividad, sumándose la intriga por cómo serán las clases el año que viene.
- Ansiedad. En algunos casos esta ansiedad es difusa, experimentando una sensación de nerviosismo constante sin saber muy bien por qué, pero en otros casos se asocia a circunstancias concretas: los estudios, el miedo a un posible contagio, retomar la vida social, las consecuencias económicas del coronavirus…
- Tristeza no reactiva. Es decir, que la sensación de pesadumbre no es una reacción normal ante una pérdida o a una situación estresante, sino que, pese a que no vaya nada mal en nuestra vida, estamos alicaídos.
A nivel físico, algunos síntomas habituales son:
- Tensión muscular y cansancio excesivo a causa del estrés y del sedentarismo durante estos dos meses.
- Migrañas relacionadas con la ansiedad.
- Problemas de sueño, sobre todo insomnio, desajustes del ciclo de sueño-vigilia y pesadillas.
- Cambios en el ciclo menstrual a causa de desajustes hormonales.
- Molestias difusas como por ejemplo dolor de tripa, de cabeza o de espalda.
- Náuseas y leves mareos al salir de casa para dar un paseo o hacer ejercicio.
"He tenido que ir al médico porque pensé que tenía anemia", confiesa Patricia, de 22 años. "Cuando empecé a salir de casa durante la desescalada estaba fatal, me cansaba súper rápido, siempre tenía ojeras y sueño… Vamos, como un zombi. ¡Incluso pensé que tenía coronavirus!". Tras una analítica y varias consultas, su médico ha descartado cualquier problema físico. "Es todo del estrés. El médico me dijo que poco a poco iría encontrándome mejor, pero que me tomase las cosas con calma", añade.
Cómo combatir la fatiga emocional
El primer paso es ponernos en contacto con un profesional si experimentamos algún síntoma extraño. Si el malestar psicológico nos está afectando y no sabemos gestionarlo solos, debemos pedir ayuda a un psicólogo. Respecto a la sintomatología física, lo más probable es que sea una reacción normal ante el estrés por los cambios asociados a la desescalada, pero es fundamental descartar cualquier problema más grave con nuestro médico de cabecera.
Una vez se confirme que lo que estamos experimentando es fatiga emocional, hay algunas pautas que pueden ayudarnos a gestionar mejor la situación:
- No te fuerces a salir, aunque tus amigos insistan. Si no estás preparado para ir a tomar una caña al bar o a casa de un amigo, no lo hagas. Respeta tus tiempos. Que esté permitido salir no significa que sea obligatorio hacerlo.
- Pero tampoco te quedes en casa todo el día. Sal de vez en cuando, aunque sea para hacer la compra o dar un paseo. El sedentarismo sólo empeorará y prolongará la fatiga.
- Crea una rutina que puedas mantener en el tiempo. Durante estos meses hemos experimentado varios cambios en nuestro día a día. Para evitar romper otra vez tu equilibrio interno, intenta despertarte y acostarte siempre a la misma hora, respeta los horarios de las comidas, toma el sol un poco cada día, haz entre 15 y 30 minutos de ejercicio moderado, y no vaguees en exceso, pero tampoco te sobresatures con el trabajo o los estudios.
- Evita el aislamiento. Aunque no quieras quedar con 11 personas en una terraza, tampoco te aísles. Habla con algún amigo o familiar de confianza y quedad para dar un paseo a solas. Sea como sea, intenta no restringir tu círculo social.