La faringitis es una enfermedad relativamente frecuente que afecta a la faringe (es decir, a la garganta) y que suele confundirse con otras dolencias que afectan a la misma zona, como puede ser la gripe, la amigdalitis, la laringitis o un simple catarro. Además, dado que los síntomas del coronavirus (y su carga vírica) se concentran, entre otras, en esta zona del cuerpo, es importante conocer las diferencias entre todas estas enfermedades y sus causas concretas. ¿Qué es la faringitis y cuáles son sus causas, síntomas y tratamientos?
La faringitis consiste, como su nombre indica, en una inflamación de la faringe. Es, de hecho, la causa más frecuente de dolor de garganta. Las causas de esta inflamación pueden ser muy diversas. Por ejemplo, puede deberse a un tipo concreto de bacteria que recibe el nombre de estreptococo. Es común que la infección provocada por esta bacteria provoque también una inflamación de las amígdalas y, en general, de toda la zona de la garganta y sus alrededores.
En otros casos, la inflamación de este área es provocada por un virus, como puede ser el caso de la COVID-19. De hecho, la infección por coronavirus se concentra durante los primeros días en boca, laringe, nariz y garganta. En estos casos, los virus podrán provocar inflamación en la garganta y sus alrededores, pero no en las amígdalas en sí, tal y como recoge la web pediátrica Healthy Children.
La mayoría de faringitis son producidas por infecciones, en general infecciones por virus. En el caso de las infecciones bacterianas, aunque la más frecuente es la producida por estreptococos, no es la única posibilidad. También puede aparecer este tipo de inflamación en caso de paperas, gripe o mononucleosis.
Es más, ciertas enfermedades alérgicas presentan este tipo de síntoma, llegando a producirse faringitis crónica en algunos casos.
Normalmente la faringitis va asociada a determinados síntomas fáciles de reconocer:
En general, los catarros por virus no suelen ir asociados a fiebre ni a la presencia de ganglios en el cuello, ni tampoco placas en la garganta. Esto es más frecuente en caso de faringitis causada por bacterias. Cuando este proceso se relaciona con la presencia de un virus sí puede aparecer fiebre alta, así como dolores musculares e incluso ganglios y placas en la garganta. Por eso a veces es complicado distinguir entre una infección vicia y una bacteriana.
Además, es importante saber que normalmente una faringitis no suele provocar complicaciones, pero hay que conocer cuanto antes la causa de la dolencia para poder tratarla adecuadamente. Especialmente en caso de tener un origen bacteriano, los síntomas de la faringitis pueden agravarse hasta producirse fiebre reumática (que implica dolores articulares e inflamación de las válvulas del corazón, y que se produce con muy poca frecuencia tras una faringitis por estreptococo) o glomerulonefritis aguda (una inflamación aguda y grave del riñón). También pueden llegar a producirse en estos casos abscesos (presencia de pus) en distintas zonas de la garganta, unidos a una gran dificultad para tragar y fiebre elevada.
Por último, las infecciones bacterianas en la garganta pueden derivar en infecciones en zonas cercanas: por eso no hay que descartar mastoiditis, otitis, sinusitis, neumonía o paso de gérmenes a la sangre.
Por último, en cuanto al tratamiento de la faringitis, este dependerá, claro está, de la causa de esta inflamación. Por eso lo primero que hará un médico será averiguar si se trata de una faringitis causada por una bacteria (en cuyo caso se tratará con antibióticos) o bien de una faringitis causada por un virus (en cuyo caso el tratamiento será sintomático).
Normalmente basta con extraer una prueba de la faringe con un bastoncillo para analizar la causa y decidir qué medidas tomar y qué medicamentos suministrar.
En general se recomienda acudir a los siguientes remedios:
Por último, siempre es mejor prevenir que curar: en general, la mejor forma de evitar infecciones, tanto víricas como bacterianas, es mantener nuestras manos limpias. Así, los expertos recomiendan lavar nuestras manos con frecuencia y siempre y en cualquier caso antes de comer, así como después de estornudar. También debemos evitar compartir alimentos, vasos o cubiertos, así como usar geles con base de alcohol para extremar la limpieza cuando nos expongamos a zonas con una elevada afluencia de público y contacto frecuente (por ejemplo, el metro). Es la mejor forma no solo de evitar contagiarnos, sino de evitar contagiar a otros.