Una de las situaciones más ansiógenas para cualquier joven es el temido examen de conducir. Sudores fríos, palpitaciones, dolor de estómago, insomnio la noche antes y temblores son los síntomas más frecuentes. Pero, ¿por qué nos provoca tanta ansiedad una situación de lo más común?
En primer lugar, el hecho de que alguien nos esté evaluando aumenta la inquietud (sobre todo si el examinador es de todo menos amable y tranquilizador). En segundo lugar, la presión económica que suponen las clases prácticas y renovar la solicitud para examinarse. En tercer y último lugar, los comentarios de nuestros amigos y familiares.
Xaime, de 20 años, está a punto de examinarse de la prueba práctica por segunda vez y no es capaz de gestionar el miedo a volver a suspender. “El examen teórico fue genial, solo un fallo, pero el práctico fue horrible. Me puse muy nervioso y no paré en un paso de peatones, se me olvidó poner el intermitente varias veces y aparqué fatal”, confiesa. "Me da rabia porque en las clases lo hago fenomenal. Hasta mi profesor me lo dijo, que no tenía sentido porque me veía superpreparado. Mi problema son los nervios".
"La noche antes estaba supernervioso y no pude dormir. Me tomé valeriana y no me hizo nada. Al día siguiente fui cansado al examen y con una ansiedad que no era ni medio normal", relata el joven. “Cuando acabé el examen me sentí como si hubiese pasado todo a cámara rápida. Me tuve que aguantar las ganas de llorar porque no era plan de que el examinador me viese en pleno drama existencial, pero me dio ansiedad imaginarme a mi padre echándome en cara no haberlo aprobado y a mi madre comparándome con mi hermano”.
En dos semanas Xaime vuelve a presentarse a la prueba práctica. La gran pregunta es, ¿cómo gestionar los nervios para que no le jueguen una mala pasada en el momento de examinarse?
Irracionalmente, una de las cosas que más nos agobia de examinarnos es tener que dar explicaciones a todo el mundo. Que tu tía la de Murcia, el primo de tu padre, todos los compañeros de universidad y la gente del grupo de WhatsApp del campamento te pregunten "¿Qué tal ha ido?" genera un estado de nerviosismo muy difícil de controlar.
La forma más sencilla y rápida de evitar que te pregunten es no contándoles que te examinas (y pidiéndole a tus padres que tampoco se vayan de la cuenta, que ya sabemos cómo son a veces).
Con que lo sepan tus amigos y familiares más íntimos, sobra.
La noche previa al examen vas a estar muy nervioso y uno de los síntomas característicos de la ansiedad es el insomnio.
Anticípate y madruga más de lo normal los días antes del examen. Por ejemplo, si de normal te despiertas a las 8 y tu examen es el viernes, despiértate entre las 6 y las 7 el miércoles y el jueves. De esta forma, la noche antes estarás cansado y dormirás como un bebé.
¡Ah! Y nada de siestas, que nos conocemos.
Lo más cómodo y habitual es mascar chicle. Guarda un paquete en tu bolsillo y antes de examinarte métetelo en la boca. Cuando te pongas nervioso, concéntrate en su sabor o en el acto de mascarlo.
Confía en tu criterio. Sabes conducir, llevas aprendiendo durante semanas o incluso meses. Has automatizado el cambio de marchas, el uso de los intermitentes y la forma de pisar el embrague y el acelerador. El problema surge cuando haces conscientes tareas que son algo totalmente cotidiano para ti. Mascar chicle te ayudará a no darle demasiadas vueltas y a rendir mejor.
Explícale como te sientes a las personas de tu entorno que son más comprensivas. Si tu madre no te va a entender, mejor no lo hables con ella, pero si tu hermano o tu pareja son abiertos y empáticos, pídeles apoyo.
Seguramente te contarán su experiencia y te animarán a confiar en ti mismo pase lo que pase. Hazles caso, ellos te quieren y conocen tu potencial.
Compararte con los demás no sirve de nada, porque ni sus circunstancias ni sus habilidades son las mismas que las tuyas. Además, hay personas que conducen muy bien, pero que aprobaron el examen práctico a la quinta convocatoria. En cambio, otros conductores parecen un chimpancé borracho y ciego, e irónicamente se sacaron el carné a la primera.
También es importante ignorar comentarios sobre el examinador como, por ejemplo, “ese es un cabrón, siempre suspende a todos”. Si haces caso a estas frases irás con predisposición a fallar, te pondrás más nervioso y las probabilidades de suspender se dispararán. Intenta rebajar tus expectativas. Es verdad que hay profesionales más fríos y estrictos, pero tú eres bueno y eso es lo que importa.