Abres Instagram y cotilleas los stories. Entre fotos de amigos y anuncios, aparece un selfie de un influencer al que sigues. Lleva un filtro que te flipa. Tocas el botón de “Probar”. Tu cara cambia completamente. La piel se difumina y los poros desaparecen, ya no hay ojeras ni líneas de expresión. Tus mejillas ahora son rosas y tu piel un poco más morena. También se modifica tu estructura facial: labios más gruesos, nariz más fina, mandíbula definida y ojos ligeramente más grandes y brillantes. La cámara te capta a ti, pero no eres del todo tú, y cuánto más usas ese filtro, más difícil te resulta reconocerte sin él. ¿Te suena esta historia?
Todos somos víctimas del nuevo ideal de belleza. Uno inaccesible y distorsionado que provoca que no nos encontremos a gusto en nuestra propia piel. ¿El resultado? Que queremos cambiarnos a toda costa, y la forma de lograrlo tiene nombre y apellidos: medicina estética.
Cada vez más jóvenes recurren a la medicina estética para adaptar su apariencia a los cánones de belleza actuales, esos que vemos en Instagram. Infiltraciones de ácido hialurónico en labios, blefaroplastia para quitar las ojeras, rinoplastias para afinar la nariz e injertos de pelo para disimular las entradas. Algunas de estas intervenciones implican pasar por el quirófano, pero cada día hay más opciones mínimamente invasivas, express y a precios asequibles. Incluso tienen nombre: retoques lunch time.
Además de ser intervenciones fáciles, rápidas y baratas, también son cada vez más populares. Hace unos años quienes se sometían a una cirugía estética lo ocultaban, ahora publican el paso a paso en Instagram con un código de descuento.
Lo mismo ocurre en TikTok, una red social en la que los usuarios tienen, en su mayoría, entre 16 y 24 años. Durante los últimos meses se han popularizado los vídeos sobre rinoplastias, algo que ha afectado a la autoestima de muchos jóvenes que consumen este contenido. “Como vuelva a ver otra rinoplastia en TikTok pido cita para hacerme una yo”, ironiza Carmen, de 18 años. “Nunca me ha generado inseguridad mi nariz, pero ves tantos vídeos de gente con una parecida que se opera y te acabas sintiendo mal”, confiesa Elena, de 23 años. “Siempre que entro a TikTok acabo con ganas de una rinoplastia”, relata Ainhoa, de 16 años.
No es justo demonizar la normalización de la medicina estética. Cada persona es libre de superar sus inseguridades o bien con trabajo psicológico o bien con una intervención estética. Ninguna opción te hace menos válido o más superficial. El problema es que los filtros de belleza y el auge de las intervenciones están promoviendo la dismorfia corporal en la población, sobre todo entre los más jóvenes.
La dismorfia corporal es un problema desgraciadamente muy común, y consiste en una obsesión con un “defecto físico”. La persona no puede dejar de pensar en esa parte de su cuerpo y fantasea con cambiarla. Y esta dismorfia destroza la autoestima, pero también cambia la conducta. Por ejemplo, una persona que siempre lleva gorro porque cree que tiene muchas entradas, que necesita ponerse corrector porque cree que todos le mirarán las ojeras, que solo lleva ropa holgada para disimular sus michelines, o que necesita utilizar sujetadores con relleno para simular tener más pecho.
Esta presión por ser perfectos siempre se ha asociado a una cuestión de género, pero la dismorfia corporal cada vez afecta a más chicos jóvenes. “Ya conozco a cuatro personas cercanas que se han puesto injertos de pelo”, comparte con nosotros Diego, de 27 años. “Al final te ves entradas donde no las hay, y te rayas. Es muy heavy. Te aseguro que yo nunca me había visto entradas, pero es que ahora me miro y pienso que igual me vendría bien que me pusiesen algo de pelo”.
Plantar cara a la dismorfia corporal es difícil porque, como hemos visto, los filtros de belleza y las intervenciones estéticas están completamente normalizados. Sin embargo, hay algunas recomendaciones para reducir su impacto: