La angustia y el estrés de comprar mascarillas y EPIs en el mercado internacional en plena pandemia de Covid-19
Los compradores, de diferentes signos políticos, cuentan la experiencia vivida
Los peores días de la pandemia se vivieron la última semana de marzo y la primera de abril cuando se dispararon los contagios y las muertes
"La ley de la selva", operaciones "surrealistas" a precios "bestiales". Son algunas de las definiciones del mercado internacional adonde acudieron los compradores españoles en busca de material de protección sanitario en plena pandemia de Covid-19.
Los responsables de las compras de respiradores, mascarillas, batas y guantes en Castilla y León, Castilla-La Mancha y Cantabria con gobiernos de diferente color político, hablan de experiencias parecidas en que abundaron las carreras desbocadas, operaciones frustradas en el último instante, compras de material defectuoso o no homologado, noches sin dormir para ajustarse al horario en China y mucha angustia por la incertidumbre de si podrían conseguir el material.
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Es lo que ha vivido durante tres meses de Ángel María Marinero, secretario general de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León; Luis Ruiz Molina, secretario general del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha, y José Antonio Ruiz, jefe de Compras del Servicio Cántabro de Salud.
La batalla en un mercado competitivo
"Hemos vivido una situación de angustia, era como alimentar una hoguera. De repente conseguías un millón de mascarillas que al día siguiente ya se habían utilizado y en dos días ya se convierten en residuos".
Ángel María Marinero es la cabeza visible del equipo encargado del aprovisionamiento de material de protección para el sistema sanitario de Castilla y León. No ha pisado un hospital en todo este tiempo, pero su trabajo también ha sido clave para contener la pandemia.
Ha vivido en primera persona la batalla en un mercado tan competitivo que le hizo abstraerse por completo de lo demás y en el que el millón de mascarillas se ha utilizado "como unidad de medida, como la barra de pan".
Marinero recuerda la angustia y la ansiedad del primer mes -"ducharse, comer y trabajar, no hacíamos otra cosa a lo largo del día"- hasta que el mercado se estabilizó. "Hemos estado más pendientes de las fiestas en China que de la propia Semana Santa de nuestro país (...) Conozco trabajadores que se han levantado a las cinco de la mañana, han cogido un camión y han ido a Valencia para que no nos quiten la mercancía".
Y todo ello en un mercado en el que en los peores momentos de la pandemia llegó a pagar a 1.05 euros la unidad de la mascarilla más simple, cuando en la actualidad su precio es de menos de 0,30.
"Normalmente el cliente es el rey del mercado, pero la escasez de estos productos tan demandados en todo el mundo ha hecho que el rey sea el que vende".
A comienzos de esta semana, la Consejería de Fomento y Medio Ambiente, encargada del aprovisionamiento desde el 26 de marzo, había adquirido material por valor de 44 millones de euros, casi la mitad para abastecerse de unos 32 millones de mascarillas, que junto al resto de EPIS representan el 90 por ciento del presupuesto gastado. El resto del montante se ha destinado a otras gestiones de logística, como por ejemplo la reserva de hoteles para sanitarios.
Otro aspecto clave del mercado ha sido evitar material defectuoso o falsificaciones, aunque el secretario general de Fomento le resta importancia ya que en Castilla y León el material rechazado ha sido cercano al 5 por ciento, pues "es difícil engañar a un gran comprador como es una Comunidad".
Actualmente, ya preparan una reserva estratégica general para posibles rebrotes en el futuro, con la intención de tener un stock que pueda cubrir la demanda de material durante un mes. Por el momento, los almacenes de la Junta cuentan con una cantidad cercana a los 17 millones de unidades de protección.
Después de todo lo vivido, el recuerdo de Marinero es "gratificante". "Anímicamente ha sido algo muy bueno, porque al final trabajas para ayudar a la gente".
CASTILLA-LA MANCHA. LA LEY DE LA SELVA
En medio de la pandemia, en los momentos más complicados, Luis Ruiz Molina contrajo la covid y tuvo que ser ingresado. Desde el hospital siguió trabajando. "La gente llamaba porque no sabían que estaba ingresado y, como no estaba grave, respondía".
Al salir del hospital siguió desde casa. Los peores días se vivieron la última semana de marzo y la primera de abril, con "muchísimos enfermos" en los hospitales, lejos aún de controlar la curva y sufriendo "la ley de la selva" en el mercado.
"En la misma mañana cambiaban las ofertas", recuerda el alto cargo del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam). También llegaban "muchísimas ofertas que han hecho perder mucho tiempo" porque "no había nada detrás", solo eran intermediarios que decían "que eran diez días", pero luego no podían asegurar la entrega.
Así, para garantizar la llegada de material "había cuatro o cinco vías de entrada" y no fiaban todo a un único proveedor.
En términos generales, se han podido comprar unos 25 millones de unidades de artículos de protección sanitaria, como guantes, mascarillas, viseras y batas, en Castilla-La Mancha.
Ruiz Molina sostiene que ello ha sido posible gracias a que se ha trabajado en equipo en toda la Consejería de Sanidad y el Sescam y le resta importancia a haber trabajado sin descanso durante la pandemia.
"Hemos trabajado sábados y domingos y no es para darnos ninguna medalla. No hemos parado para que no faltase material y si teníamos que hacer cien o quinientas llamadas diarias, las hemos hecho porque era nuestra obligación", afirma el secretario general del Sescam.
Sin embargo, admite "un desgaste personal muy importante". "Parece que eres el responsable de que no lleguen los equipos a su destino", explica Ruiz Molina, quien rememora cada día que llegaba, por ejemplo, un pedido de mascarillas. "Desde las ocho de la mañana llamando para saber a qué hora iban a llegar. Ha sido bastante angustioso".
Los camiones con el material sanitario llegaban incluso de madrugada y hasta que no entraban en el almacén no se podía decir que se tenía, "porque cuando no faltaba espacio en el avión, era que se había parado en la frontera de salida o de entrada" de algún país, de forma que admite que "se han vivido días intensos".
Eso ocurrió en Turquía con los respiradores comprados por Castilla-La Mancha, "un problema más, añadido", indica Ruiz Molina, pero no el momento más duro de la crisis. "En esta operación no habíamos adelantado el dinero, sabíamos que no nos habían engañado, porque no tenían el dinero, pero el gobierno turco cerró la frontera y hubo que hacer miles de gestiones desde el gobierno autonómico y ministerios" para que finalmente pudieran llegar a Castilla-La Mancha, recuerda.
En cuanto a las críticas recibidas sobre la falta de material, Ruiz Molina tiene otra "sensación distinta", porque "una cosa es que no haya sobrado y otra es que haya faltado" y añade que "se ha dado material con mucha precaución porque no se sabía si a la semana siguiente iba a haber más".
Por ello, y para evitar situaciones similares en el futuro, ve obligatorio aprobar una ley para que haya una reserva estratégica de material, aunque cree que si hubiera un rebrote grave, la sociedad está "en condiciones mejores, más preparados".
Precios bestiales y ofertas que desaparecían cuando otro comprador ofrecía más dinero
La pandemia no solo ha puesto a prueba a los sanitarios del Servicio Cántabro de Salud, sino también a los funcionarios encargados de comprar material en China que han vivido estrés y situaciones casi "surrealistas", con subidas de precios "bestiales" y ofertas que decaían en horas, pero sin limitaciones para hacer el gasto.
"Nunca hubo ninguna limitación en cuanto a presupuesto. Nadie nos dijo nunca no 'compréis esto que es muy caro' o 'mirad otra cosa más barata'. No hubo nunca esa presión", destaca a Efe el jefe de Compras del Servicio Cántabro de Salud (SCS), José Antonio Ruiz.
Lo que sí han vivido ha sido "momentos de muchísimo estrés" en los que un producto de un día para otro subía y una oferta que formalmente había hecho un proveedor "a las dos horas ya no existía porque otro pagaba más".
Según explica, en el SCS la búsqueda masiva de material de protección se produjo tras la declaración del estado de alarma, con una primera declaración de emergencia el 17 de marzo, pero antes de la declaración de la alarma el 14 de marzo, había ya "cierta inquietud" y se había empezado a comprar material más puntualmente. "Desde principios de marzo habíamos puesto la maquinaria, buscando y en previsión de alguna cosilla, pero no de forma tan masiva", señala.
En condiciones normales la adquisición de material se rige por unas pautas muy estrictas, que marca la Ley de Contratos del Sector Público, pero con la pandemia esas reglas ya no valían y se tuvo que recurrir a los procedimientos de emergencia para tratar de acelerar una tramitación que, como mínimo, iba a llevar cuatro meses.
En la administración sanitaria casi nunca se había recurrido a esa fórmula excepcional para contratar, y menos aún para comprar material sanitario. Y una vez que se salió al mercado no había stock de material en los proveedores habituales y se tuvo que recurrir a China, bien directamente o con intermediarios.
Ruiz comenta que el mercado chino produce un material que, aunque pasa los controles de calidad que fija su normativa interna, tiene "cierto déficit de homologación" con los estándares europeos en la mano.
Mascarillas con problemas de homologación también han llegado a Cantabria y se han repartido a los profesionales, pero Ruiz asegura que siempre se ha intentando "dar lo mejor".
"Hemos trabajado fines de semana, Semana Santa, nadie disfrutó de esos días y los trabajó todos. En cuanto al nivel de estrés, sí, hubo mucho", recalca, antes de insistir en que estas semanas han sido "probablemente las más duras" que han pasado.
Ahora, ya en nueva normalidad, la situación está "más tranquila" pero en el Servicio Cántabro de Salud siguen haciendo acopio de material sanitario y para protegerse, en una previsión de stock para ocho semanas. La subida de precios es "bestial", y a ello se suma que la escasez de material ha ido por fases: primero fueron respiradores y después mascarillas para seguir con batas y guantes.
Para Ruiz, con la experiencia vivida, lo ideal sería lograr una capacidad de producción europea de este material sanitario, aunque es escéptico. "Mi impresión es que una vez que esto pase no habremos aprendido nada y volveremos a la misma situación", lamenta