"No hay que caer en la histeria, hay que ser optimista, el voluntario afectado puede haber tenido este problema por la vacuna o por un placebo porque se ha repartido al 50% entre los voluntarios y ahora mismo no se sabe, aunque todos tenemos un código de barras. Si fuera placebo no tendría relación con la vacuna y esta podría seguir. Yo tengo plena fe en la vacuna de Oxford y no tengo ningún miedo". Joan Pons se ha convertido en uno de los personajes del día tras la pausa de la vacuna de Oxford que ha conmocionado al mundo y ha contado a Informativos Telecinco su experiencia en estas 24 horas en las que la vacuna está en el centro del debate.
Primera conclusión. No, Pons no está conmocionado, temeroso ni histérico. Transmite optimismo a raudales, tiene tanta fe en la vacuna que se ofreció como voluntario porque convivir con el coronavirus a diario en las UCI de Reino Unido "me había generado un gran odio contra el virus. Y pensé en mis hijos, pensé en no salir a la calle con miedo o mirando de perfil, y yo que soy de carácter altruista, pensé que era lo que tenía que hacer. Dar un paso adelante".
Pons vive en Reino Unido desde el año 2000, forma parte del equipo directivo del Hospital Universitario de Sheffield y en el año 2018 recibió el reconocimiento de "enfermero británico del año". Su gesto solidario define su personalidad, pero cometió un error: no hablar con su mujer. "Pensé que iba a estar de acuerdo pero cuando se enteró se enfadó. Estuvo tres días sin hablarme. Me preguntó que qué era lo peor que me podía pasar y yo le dije que me podía dar un shock anafiláctico y morirme. Pero pasados tres meses estoy perfecto, no tengo ningún síntoma de nada y ella no tiene ya miedo, ni siquiera hoy. Han sido 30.000 personas voluntarias y solo un caso. Es normal".
Seguridad y garantías. Eso es lo que le da la pausa provocada por la reacción de un voluntario que ha sufrido mielitis transversa. "Como voluntario no he recibido ninguna comunicación de AstraZeneca, pero en la fase III se han ampliado los voluntarios, incluso a gente mayor y personas con enfermedades crónicas. Lo que dicen los protocolos es que el proyecto se pare hasta que se conozca la causa de este evento adverso. Los voluntarios también sufrimos otras enfermedades, no nos convertimos en superhéroes cuando nos ponen la vacuna. Ya es difícil que me pueda pasar algo - los voluntarios se someten a test semanales de nariz y garganta que son enviados a Oxford- pero también me puede pillar un coche". Pons confía pues en esta vacuna, menos en la rusa, para la que no sería voluntario, porque "se han saltado la fase 3 y no digo que no pueda funcionar, pero aquí ha de primar lo sanitario y no lo político.
En casa las aguas están tranquilas, aunque Pons se encierra en un cuarto después de batallar a diario contra el coronavirus, al que espera vencer en todos los campos. Sus hijos Luke, de 18 años, por Skywalker, "mi suegro es fan de la saga y el nombre se puede pronunciar en inglés y catalán", Emma de 15 y Nuria de 9 viven con respeto al virus, "que no se ha ido" y limitan sus salidas. Se puede ser voluntario para la vacuna y respetar todas las precauciones "como lavar la ropa la llegar a casa, guardar las distancias, mascarillas".
Pons no solo tiene un mensaje de esperanza para el mundo sino también para los que no creen en las vacunas y piensan que estamos ante conspiraciones relacionadas con el 5G u otros planes. "Tengo fe en la ciencia, ningún antivacunas ha podido refutar que las vacunas han salvado millones de vidas y erradicado enfermedades como el sarampión, o la polio ahora en África. Las teorías del chip no tienen fundamento. Es ciencia ficción porque físicamente es imposible. No existe tecnología para desarrollar un microchip tan pequeño que permita inocularlo con una vacuna". Por eso recuerda que hay que ponerse la mascarilla y tomar las precauciones porque el virus existe, bien lo sabe él que ve los estragos en el National Health Service (NHS). Si la vacuna que nos salvará del coronavirus no es la de Oxford será otra, pero Pons está convencido de que vamos a ganar la batalla al coronavirus