Joan Gallardo empezó casi de casualidad en el mundo del acompañamiento. En realidad, su proyecto personal iba más encaminado a simplemente escribir y compartir su filosofía de vida en su blog, sus redes sociales y su podcast…Pero un día alguien le pidió una conversación privada; una ayuda más dirigida y personalizada. La mecha se había prendido. Después de eso vinieron más potenciales clientes. Fue entonces cuando Gallardo se reinventó como mentor.
¿Por qué llega tanto su mensaje?, ¿por qué es tan inspirador Joan Gallardo? La razón la he descubierto en las páginas de su primer libro, Nunca renuncies a ser feliz (Grijalbo 2022). Gallardo habla siempre desde su experiencia personal, desde su vivencia, y se muestra tal y como es: con sus luces y sus sombras. No tiene reparo en reconocer que él también es vulnerable, que estuvo en el lado oscuro de la vida, que hubo un tiempo en que se sintió perdido, desorientado…hasta que finalmente logró salir del agujero.
“¿Qué encontrarás aquí?” nos pregunta al principio del libro: “Todo lo que me ha funcionado a mí y a mis clientes para salir de la infelicidad y vivir una vida plena. Más feliz. Con más paz interior”, contesta.
Gallardo es un auténtico creyente de la felicidad. Pero es consciente de que, para alcanzarla, primero hay que definirla como un estado del ser, no como un estado de ánimo o emocional…una de las principales razones por las que muchas personas no alcanzan la felicidad “es porque buscan en el sitio equivocado”, asegura.
Pregunta: En el título de tu libro dices que nunca renunciemos a ser felices…¿Qué opinas de los que critican esta idea?, ¿de los que dicen que basta ya de esta presión, de esta especie de obligación de ser felices que nos impone la sociedad?
Respuesta: Me parece fundamental definir a qué nos referimos con ser felices y con la felicidad, porque si no, entramos en un diálogo de besugos. Para mí, el fallo fundamental, de base, que además atenta contra mi enfoque filosófico de todo esto, es que no se ofrece nunca una definición de lo que se está hablando, en este caso una definición del concepto de felicidad. ¡Es que realmente no sé qué se está criticando! Se está criticando que el ser humano simplemente quiere buscar su felicidad porque es el bien más alto que puede experimentar un ser humano, al que apuntan todos los otros bienes…me parece que eso no es discutible. De hecho, Aristóteles en Ética a Nicómano lo deja clarísimo de entrada: La felicidad es el único bien, por así decirlo, perfecto y autosuficiente en sí mismo, porque no se busca para conseguir otra cosa. Sin embargo, si buscamos el dinero, el honor la reputación, pareja hijos etc, es siempre para buscar un mayor bienestar, para buscar una mayor autorrealización, para conseguir ser más felices. Y eso me parece que es muy difícil de refutar. Por eso, en mi libro, lo que hago precisamente es hacer lo que predico y ofrecer una primerísima definición de lo que yo considero que es la felicidad. Y, entonces, desde ahí podemos construir y podemos hacer en el segundo capítulo una defensa de la felicidad.
P: Las personas que encabezan esa corriente crítica contra la industria de la felicidad tienen un concepto de felicidad diferente al que tú propones…por ejemplo, que felicidad es ausencia de malestar…
R: Una de las definiciones que refuto al inicio del libro es que la felicidad es igual a ausencia de problemas, lo cual es una auténtica locura que no tiene sentido…pero es una de las definiciones que la gente en la calle hace suya. O que la felicidad es igual a estar siempre contento o siempre alegre…y no es eso. Eso muy fácilmente refutable. Si definimos bien lo que es la felicidad y, sobre todo, definimos también lo que no es la felicidad en la misma jugada, ahí seguro que se llega a puntos constructivos y muy interesantes y que pueden aliviar mucho las ideas de la gente.
P: O sea, que se puede ser feliz sufriendo a la vez…
R: ¡Claro! Yo siempre soy muy honesto con las implicaciones de mi definición de la felicidad: si lo que esperas es vivir en una nube y estar siempre contento, es que realmente no estás entendiendo cómo funciona la vida, cómo funciona el mundo. Quien se piense que yo nunca estoy enfadado o melancólico, no está entendiendo nada. De hecho, yo soy de natural una persona seria, muy seria, rara vez me verás en un ataque de risa o contando chistes en una terraza de un bar: no soy así, pero soy brutal y ciertamente feliz. Es que hay personas que están muy mal, con depresiones severas y también tienen momentos en los que se ríen…
P: Entonces, para ti, la felicidad es...
R: Para mí la felicidad es igual a paz interior…
P: Muchas personas siguen pensando que la felicidad depende de que las cosas de fuera vayan bien y por eso buscan la felicidad fuera de ellas…
R: Ese es un terreno muy fértil para la peor infelicidad de todas, que es aquella en la que tú pones una expectativa de que cuando consigas X te vas a sentir Y y, cuando lo obtienes, el Y no viene. Entonces empiezas a pensar…¿por qué soy infeliz si tengo esto, esto y esto otro?...como si no tuvieras derecho a ser infeliz. Realmente estamos atendiendo a una de las definiciones más fácilmente refutables de la felicidad. ¿Cuánta gente con todo, que lo tenían todo, ha acabado muy mal porque eran tremendamente infelices? Por ejemplo, Kurt Cobain -yo, que soy fan de Nirvana y me marcaron mucho los 90 y la figura de Kurt Cobain- me marcó muchísimo y me asombraba ver un crio tan puro, tan angelical, tan bueno y con tanta inocencia acabar tan mal…y él lo tenía todo ¿no? no había estrella del rock mayor que él; tenía una mujer de la que estaba enamorado y tenía una hija y tenía millones, hordas de millones de fans que lo adoraban…y todos sabemos cómo terminó. Feliz no era, seguro. Y como él muchos otros. Y también hay mucha gente que tiene muchísimo menos, pero es tremendamente feliz...Entonces ¿qué pasa aquí? ¿Qué falla? Fallan las definiciones de felicidad y que creo que estamos buscándola en el sitio que no es.
P: Es que eso de buscar la felicidad en nuestro interior asumo que necesita un trabajo de introspección importante, de toma de conciencia, de tiempo para la autoindagación. Tal vez lo que nos ocurre es que no estamos en el contexto adecuado para esto, con tantas distracciones a nuestro alrededor…
R: Creo que somos víctimas de la facilidad para el entretenimiento y ese es un punto que toco también en el libro: Lo sencillísimo que es hoy en día distraerse con muchísimas cosas. Yo, por ejemplo, nací en el 84. Internet lo toqué ya con 20 años. Antes de eso yo tenía mucho tiempo para aburrirme, para el silencio y para la soledad (…) llegaba un momento en que ya no tenías nada que hacer y te podías aburrir, podías estar solo, callado o en silencio y empezar a pensar un par de cosas. Y, ahora, ese entorno de silencio y de reflexión puede que no se dé durante mucho tiempo.
P: A los mejor las distracciones son la excusa y el verdadero motivo es que nos asusta el silencio, encontrarnos con nosotros mismos…
R: El silencio es incómodo y la soledad también. Y si aunamos las dos, la incomodad es enorme. Ahora bien, es conveniente, porque es cuando empezamos a hacernos preguntas, cuando empezamos a contemplar la situación un poquito más desde fuera. Empezamos a ver el panorama de una forma mejor, ¿qué pasa? Que en esos momentos, puedes empezar a sentir una angustia grande, porque dices: ¿qué demonios estoy haciendo con mi vida?, ¿qué forma de vivir es esta? Y eso conlleva el empuje hacia ciertas acciones y decisiones que no son fáciles de tomar. Por eso, en toda mi filosofía, uno de los pilares centrales, uno de los núcleos, es la fortaleza. Porque hay que ser fuerte para poder hacer estas cosas. Y sé que hay un punto de debilidad, pero sea como sea hay que dar un primer paso, aunque nazca de una fortaleza impostada, aunque nazca de la fe o de una esperanza…pero hay que hacer algo o, si no, buscar a alguien que te eche una mano. Ya sea un psicólogo, un psiquiatra, un coach, un mentor…
P: O un Joan Gallardo…Tengo entendido que entraste en este mundo del acompañamiento casi sin quererlo.
R: Fue una cosa que simplemente se dio así de una forma muy natural. Empezó a correr mi nombre en entrevistas, en conferencias y necesitaba presentarme de alguna forma. Lo del nombre de mentor llegó 3 o 4 años después de estar trabajando de esto porque quedaba un poco vanidoso decir “yo hago de Joan Gallardo”. La verdad es que no me he vendido nunca con un nombre, de hecho, yo nunca ha hecho publicidad de mis servicios.
P: Un día, uno de tus seguidores te pidió una sesión personal y ahí empezó todo.
R: Yo llevo toda mi vida leyendo (…) Mi otra pasión es escribir. Empecé en 2008 escribiendo en blogs y en foros y luego aparecieron las redes sociales, y ahí vi un portal muy bueno para poder dar vida a esa necesidad creativa y expresiva que tenía dentro y empecé a escribir. Parece ser que la gente empezó a sentirse muy identificada y ayudada con los textos.
P: En tu libro cuentas que a veces rechazas clientes, no por falta de tiempo para atenderlos, sino porque crees que no eres tú la persona indicada para ellos.
R: Cuando empecé a observar que la gente quería preguntarme una serie de cosas en privado y de una forma más profesional, se me presentó esa duda deontológica de cómo quería trabajar en esto, qué herramientas quería usar. Yo soy un hombre que he leído muchísimo, pero me parecía que tenía que acompañar eso de cosas que yo conociese de primerísima mano. Por eso, mi forma de trabajar siempre contempla hacer primero una primera videollamada con la persona para que me cuente exactamente qué quiere. Si puedo servirle, le ayudo. No quiero decir que todo el mundo tenga que trabajar así, pero en mi caso, ya que era algo que se me planteaba y que yo no había buscado, digamos que dije: tengo que poner aquí una especie de freno o de condiciones. Y para mí era muy importante aunar tanto el conocimiento como la experiencia personal para poder empatizar con la persona a un nivel altísimo. (…) Y por eso tengo una forma de trabajar muy intimista y muy personalista, en algunos casos casi paternal. Pero es que, o lo hago así, o no podrá hacerlo, sería imposible.
P: Me ha llamado la atención tu estilo de acompañamiento un tanto directivo…en las escuelas de coaching nos enseñan a ser más bien persuasivos con los clientes. El tuyo es un estilo diferente de acompañar, pero que también funciona…
R: Mi base de conocimiento es la filosofía y el puro amor por la verdad. Entonces, cuando contemplas una situación del tipo que sea con un cliente, lo que hay que hacer es intentar hacerle ver sus autoengaños, sus falacias y sacar la máxima cantidad de verdad posible. Una vez que esa verdad está en la mano y la ves, las acciones que se desarrollan a partir de ahí son evidentísimas. Y a mis clientes les digo: “está clarísimo, hay que hacer esto”. Y, mis clientes, cuando lo ven tan claro dice: “totalmente”. Y luego ya es una cuestión de arrojo, de coraje y de agallas para darle fuerza y para que el cliente sepa que yo voy a estar ahí sobre todo si vienen mal dadas y les creo un entorno de seguridad, fortaleza y valentía, con el que se atreven a hacer cosas que en otras condiciones no se atreverían. Lo que está claro es que si no se hacen cosas diferentes, no suelen pasar cosas diferentes.