José Manuel García González, el filósofo que nos propone vivir como los estoicos para ser más felices

  • Entrevista al filósofo José Manuel García González sobre su libro 'Sea feliz…estoicamente'

  • García González recupera las enseñanzas de esta escuela de filosofía del siglo III a.c. como guías para enfrentar las dificultades del siglo XXI

  • El estoicismo sigue vigente en nuestro tiempo; sigue siendo tan útil como entonces para alcanzar la felicidad

Hubo un tiempo en que la filosofía era mucho más que una asignatura de bachillerato o un grado universitario solo apto para excéntricos. Hubo un tiempo en que la filosofía no era un contenido que estudiar, sino era una herramienta para la vida, para ayudarnos a entender el mundo y a nosotros mismos y facilitarnos el camino hacia la felicidad, el bienestar, o como quiera llamarlo.

¿Y si les dijera que Séneca, uno de los mayores representantes de la filosofía estoica, fue probablemente el primer coach de la historia de occidente? Así es al menos como José Manuel García González nos presenta en su libro Sea feliz…estoicamente (Almuzara, 2022) a este filósofo nacido en Córdoba en el año 4 a.c.

García González, escritor, doctor en filosofía y catedrático de enseñanza secundaria y bachillerato, está convencido de que las enseñanzas que nos dejó esta escuela de filosofía helenística -fundada por Zenón de Citio el siglo III a.c.- son tan válidas ahora, en pleno siglo XXI, como lo fueron entonces.

“Los estoicos nos dejaron indicaciones muy actuales e interesantes para vivir y pensar. Algunas veces parece que se dirigían especialmente a nosotros, a las personas de este siglo”, explica en su libro.

Un libro, que, según el autor, nos puede ayudar a vivir más felices en estos tiempos de dificultades y cambios constantes; tiempos en los que nuestra manera de vivir se ha visto alterada por el ritmo frenético que marca la tecnología y la necesidad de producir y no dejar un momento vacío de actividad. El estoicismo sigue tan vigente ahora como entonces por una sencilla razón: por mucho que lo de fuera cambie, en nuestro interior siguen tan vivas como hace 2.000 años las mismas preguntas: ¿quién soy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿cómo puedo ser feliz?, ¿cómo hago para encontrar sentido a lo que me va pasando?...

El estoicismo ya nos estaba dando respuestas a todas estas preguntas allá por el siglo III a.c…sin embargo, a nosotros, al siglo XXI, las enseñanzas de los estoicos nos han llegado como algo que hay que estudiar, no como un recurso que tenemos disponible para vivir, para ser más felices…

Muchas de estas cosas que estamos oyendo ahora, ya las decía Séneca hace 2.000 años (J.M.García González, filósofo)

Pregunta: ¿Por qué crees que ha pasado esto con la filosofía?, ¿por qué no nos llegan estas enseñanzas como lo que fueron en su día, como guías de vida?

Respuesta: En general, a la filosofía le ha ocurrido que se ha ido haciendo para especialista y ha perdido el vigor que tenía -sobre todo de las escuelas como los estoicos o los epicúreos-, que era un tipo de filosofía muy vital, muy en contacto con la gente, más de guía de vida que de estricta especialidad. Y eso, a lo largo de la historia, lo hemos ido haciendo poco a poco como un reducto que se ha refugiado en las facultades de filosofía (…) También por los derroteros de nuestra cultura; pues todo lo que tenía más que ver con la dirección de vida o la dirección espiritual, fue cayendo en manos de la Iglesia y, como tal, la filosofía, este tipo de filosofía, se quedó en tierra de nadie… siendo como eran estas ideas -tanto de Séneca como del resto de los estoicos- una filosofía muy en contacto con la gente y muy para mejorar la vida de las personas.

P: El estoicismo, entonces ¿era una filosofía muy práctica?

R: Sí, una práctica que fuera una guía que a través del diálogo, de la virtud o de lo que fuera, pero que fuera aplicable. Y aplicable en una vida política y social. Porque Séneca fue preceptor de Nerón y primer ministro en su momento del Imperio Romano. O sea, que tenía esa orientación, que no era una orientación solamente académica, sino que era también de guía de vida: lo que hoy entendemos más por la guía espiritual o los ejercicios espirituales, todo esto. Eso lo ocupaba la filosofía estoica y la filosofía epicúrea, en fin, todas las escuelas helenísticas que van ocupando prácticamente desde el final de la gran filosofía griega de los siglos V y IV a.c. desde ahí hasta que el cristianismo empieza a tomar cuerpo y forma hacia el siglo IV o V d.c

P: ¿La religión se adueñó un poco este carácter de guía para la vida que antes tenían este tipo de filosofías?

R: La religión incluso adoptó muchas de las ideas que provenían del estoicismo y de otras corrientes filosóficas. A Séneca la llaman noster Séneca…pues lo consideraban prácticamente como si fuera un cristiano. A través del cristianismo nos ha llegado también Séneca. Pero digamos que todo esto -esto que ahora llamamos el coaching y cosas así- pues eso quedó en manos de la Iglesia. No había otro lugar donde recurrir…

P: Todas estas cosas: guías de vida, modelos para alcanzar objetivos, métodos para ser más felices que tanto repiten coaches

R: Yo justamente tengo muchas veces esa impresión, de gente que cree que ha descubierto el Nilo o el Misisipi a estas alturas y no. Muchas de estas cosas tienen una larga tradición, tanto por parte de la filosofía, como de la religión, como por parte de estos pensamientos, que son pensamientos occidentales y que nos llevan acompañando durante toda nuestra cultura. Ahora tenemos este resurgir, sí (…) Yo recomiendo mucho a quien le interese este tipo de cosas leer a Séneca y las cartas a Lucilio -que es una colección de cartas que escribe a un discípulo suyo- porque, leyéndolas te das cuenta de que muchas de estas cosas que estamos oyendo ahora, ya las decía Séneca él hace 2.000 años.

Una de las cosas que más se recuerdan de Séneca son sus frases, sus sentencias…los 160 caracteres de Twitter: él era capaz de hacerlo en mucho menos (J.M. García González, filósofo)

P: ¿Podríamos decir que Séneca fue el primer coach

R: Claro, claro, si es que, además, alguna vez lo he llamado a Séneca así porque ciertamente ejerce como tal…incluso, en algunos momentos, con una gran relevancia política. No es que se dedicara a enseñar filosofía, sino que él participaba en la vida pública y política de su tiempo y, como tal, lo era. Incluso ¡ejerció como primer tuitero de la historia! porque una de las cosas que más se recuerdan de Séneca son sus frases, sus sentencias…los 160 caracteres de Twitter: él era capaz de hacerlo en mucho menos.

P: El llamado paradigma científico nos hace mirar todo con este filtro. Si algo no es científicamente demostrable parece que no es válido o digno de nuestro interés ¿Crees que eso ha influido a la hora de quitar importancia a estos temas de los que hablaban los estoicos, más relacionados con el crecimiento personal y la espiritualidad?

R: Claro, sí, también. La filosofía se ha quedado encajonada entre la religión y el pensamiento científico como una especie de tercer camino que no siempre le ha ido bien. Y sobre todo cuando la ciencia, en el siglo XVIII y XIX, empieza a tomar tanta fuerza como un pensamiento y una manera de hacer que parece que lo va a resolver todo. Curiosamente me da la impresión que la pandemia nos ha enseñado que tampoco los científicos tienen respuestas para todo. Porque teníamos muchos expertos que nos decían cada uno una cosa. Y hemos tenido que ir seleccionando entre esas informaciones porque la ciencia tiene su lugar y es importantísimo lo suyo, pero tampoco tiene respuestas para todo. Y hay ciertos aspectos de la vida humana donde tampoco tiene respuesta…Por más que se descubran los límites del universo, vamos a seguir los seres humanos teniendo esas mismas inquietudes y buscado las respuestas. Y ahí es precisamente donde se integra a filosofía. Son preguntas que no se pueden responder a través de la religión, ni a través de la ciencia. Fíjate que hay veces, -cuando se quiere hacer algún tipo de afirmaciones sobre Dios mismo- resulta que nos traen el testimonio de un físico: “es que Hopkins dijo no sé qué sobre Dios”…pues muy bien, pero Hopkins, que sabe mucho de física, puede que no sepa tanto acerca de Dios (…) Sí, tenemos esa tendencia a intentar resolver los problemas humanos con la ciencia y así no los resolvemos. La ciencia tiene su lugar, su espacio, su dimensión, los seres humanos tenemos las mismas inquietudes y los mismos problemas que hace dos millones de años en que empezó Lucy a caminar por el mundo…hay cosas que no acabamos de resolver y que, sin embargo, tenemos que preguntarnos por ellas... aunque en pleno siglo XXI todavía a muchos les cueste entenderlo.

P: ¿Es por la influencia de este paradigma científico que tendemos a creer que reflexionar es sinónimo de hacer razonamientos lógicos?. En tu libro, me da la impresión de que para los estoicos, reflexionar significa más bien volver la mirada hacia uno, lo que yo llamaría introspección…¿Cómo lo ves tú?

R: Es que eso [razonamiento] ya lo hacen los ordenadores…en esto, los ordenadores, nos van a ganar dentro de poquito. Ahora todavía son un poco tontos, pero dentro de poco nos van a ganar porque cada vez son más rápidos, más exactos; todavía les faltan algunas cosas pero, como lo fiemos todo en eso, en nada nos ganan. Sin embargo, los seres humanos tenemos otra cosa, y esa otra cosa es lo que hay que cultivar. Lo podemos llamar mente, espíritu; lo podemos llamar interior o de la forma que sea, pero es eso que sabemos que lo tenemos y que solamente tenemos respuesta cuando nos paramos a pensarlo.

Me voy dando cuenta de que esos ratos sin hacer nada son tremendamente importantes, incluso para los niños (J.M García González, filósofo)

P: Pararnos a reflexionar no es lo más popular en nuestra cultura, que lo que premia es precisamente todo lo contrario: la productividad…

R: El otro día una consultora decía que iba a hacer una jornada de 12 horas diarias de trabajo. 12 horas para trabajar…Sí, esto está desembocado en una sociedad en la que los dos grandes problemas que tenemos ahora, a mi modo de ver, son la violencia y la depresión, y ambas tienen que ver con este gran ritmo que nos quieren meter, de sacarnos fuera de nuestras casillas, de producir más, de tener más, de consumir más y “no se pare usted a pensar, que ya pienso yo por usted”. Lo que yo intento, tanto en este libro como en la reflexión que yo propongo aquí, es decir: párese usted también un poco a reflexionar acerca de sí mismo y, a lo mejor, no le hace falta ni eso que le ofrecen, a lo mejor no le hace falta que otro piense, sino que va a poder encauzar la vida de la mejor manera y siendo más feliz.

P: ¿Por qué crees que nos cuesta tanto parar y reflexionar?

R: Últimamente he dejado de leer y de coger el móvil en el metro y, simplemente, me dedico a ir sin hacer nada; y me voy fijando de que todo el mundo está con el móvil: mucha gente está leyendo, lo cual me parce estupendo, pero de pronto estar así, sin hacer nada, es algo extraño (…) A la gente que estamos en el mercado laboral nos es muy difícil hacerlo y, sin embargo, me voy dando cuenta de que esos ratos sin hacer nada son tremendamente importantes, incluso para los niños.

P: Ya que hablamos de niños…¿por qué crees que la filosofía es tan poco atractiva para los niños y los adolescentes? Porque si realmente la filosofía es una herramienta para la vida ¿no debería ser apetecible para ellos?

R: Hay toda una línea de filosofía, que se llama filosofía para niños, que tiene ese interés, incluso para hacer una filosofía desde la escuela, no solo desde el instituto, y hacerla de una manera muy práctica para que los niños se vayan acostumbrando a hacer filosofía, que no es tan complicado como leer a Kant, es otra cosa. Y eso lo he comprobado porque soy profesor de instituto y puedo trabajar con ellos a partir de la ESO, y ahí compruebo que cuando ellos ven que la filosofía es algo que, en efecto, les interesa, porque responde a cuestiones justo en el momento en que se las empiezan a plantear porque están en la adolescencia y tienen muchas preguntas. Si ahí se entra en esa dinámica con ellos, no solamente de darles información sino de hacerles que participen en la construcción de su propia personalidad, les gusta, les atrae. Es que ese es el momento de hacerles esas preguntas, de proponerles las respuestas que han ido dando los filósofos a lo largo del tiempo y de interactuar con ellos. Se puede hacer, sí, y es una edad tremendamente propicia para hacerlo porque lo están esperando, se están preguntando cosas y están demandando hacer filosofía.

La filosofía es algo que, en efecto, les interesa, porque responde a cuestiones justo en el momento en que se las empiezan a plantear porque están en la adolescencia y tienen muchas preguntas (J.M García González, filósofo)

P: ¿Está mal planteado el modo de enseñar la filosofía en los institutos?

R: Por ejemplo, mis alumnos suelen decir que yo cambio mucho de primero de Bachillerato a segundo y que, en segundo, ya soy más inaguantable... claro, porque en segundo tenemos el examen de la EBAU, tenemos que dar un temario muy concreto para que se examinen. En primero también, pero en primero puedes jugar más con actividades, con diversas formas de hacer y, en segundo, tienes que ir a matacaballo de esto, esto, y este autor y Platón, Kant etc. porque os van a examinar de eso. Entonces cambia la cosa por completo y, mientras que en segundo empiezan algunos a decir: “esto es un aburrimiento”, en primero a mí no me pasa eso, porque los temas son muy interesantes, prácticamente se toca un poco de toda la filosofía y empiezan a ver cosas, como por ejemplo que la política no es algo que solamente hacen los políticos, sino que es tremendamente interesante y que te afecta directamente, o la ética, o cualquiera de los problemas que podemos tener en la vida social. O sea, que si lo hacemos de una manera, conseguiremos que se aburran, y si lo hacemos de otra, conseguiremos que entren en el juego y que ellos mismos se conviertan en filósofos... que eso es lo que son también.

P: Para terminar, ¿qué me dice de este boom de lo oriental? Me refiero a la moda de la meditación zen, el yoga o estas prácticas que nos invitan a parar, a reflexionar y a conectar con nosotros mismos. Los occidentales, con nuestra tradición estoica, no tenemos nada que envidiar a lo oriental…

R: Ya nos lo decía Aristóteles: que nos atrae lo extranjero… y ahora sigue siendo igual que hace 2.500 años. Pero, ciertamente, nuestra cultura occidental es una cultura muy rica que ha respondido a las preguntas de todos los que estamos viviendo aquí durante miles de años y que tiene un poso muy profundo de sabiduría (…) Los problemas humanos son los mismos en China, en Japón…están mediados culturalmente de manera diferente, hemos tenido respuestas diferentes, pero las cuestiones que me preocupan: mi familia, el amor, la muerte, el sentido de mi vida… son siempre las mismas. Y las respuesta pueden ir variando, pero los problemas son los mismos y, en muchas ocasiones, se tocan: las mismas culturas van llegando a unas respuestas que son bastante parecidas…Séneca puede pasar en algunos momentos por un budista: totalmente.