Cuando pensamos en el coronavirus, lo primero que se nos viene a la cabeza es el confinamiento en casa, los stories de nuestros amigos haciendo pan, el sonido de los aplausos a las ocho de la tarde seguidos de un vecino que siempre ponía la canción de ‘Resistiré’ y las videollamadas con nuestros amigos y familiares. Así lo hemos vivido gran parte de los españoles. Sin embargo, el recuerdo de la pandemia es diferente para los sanitarios.
Desde que el SARS-CoV-2 llegó a nuestras vidas, mes a mes los hospitales se han visto más saturados. Aunque las salas de espera estaban vacías para evitar aglomeraciones, el personal sanitario no daba abasto siendo necesario crear nuevas áreas aisladas para afrontar la pandemia. En la otra cara de la moneda, miles de personas con problemas de salud totalmente ajenos a la infección han visto como las listas de espera se alargaban, sintiéndose invisibles en un mundo donde todo giraba en torno al coronavirus.
El clima de caos ha pasado factura al personal sanitario, especialmente a las enfermeras, un sector que ha sido fundamental para frenar la pandemia y que ahora cobra especial importancia de cara a la vacunación.
Con la intención de conocer el impacto del coronavirus en esta población, la Universidad de Glasgow ha analizado la salud mental de 255 enfermeras que en 2020 trabajaron en unidades respiratorias, las más afectadas por el coronavirus.
Según Nicola Roberts, enfermera y profesora a cargo de la investigación, “las enfermeras que trabajan con pacientes respiratorios tienen habilidades y conocimientos que son cruciales para el manejo del covid-19”. Sin embargo, estas competencias también provocan una mayor sobrecarga laboral y psicológica, ya que “se han encontrado efectos en la salud mental del personal sanitario que ha trabajado en primera línea con pacientes con covid-19”.
Del total de enfermeras analizadas en la investigación, un 50.3% experimentó ansiedad ligera, un 28.8% ansiedad moderada y un 20.9% ansiedad severa.
Respecto a las tasas de depresión, los resultados son parecidos: 51.9% experimentaron sintomatología depresiva leve, 30.9% moderada y 17.2% severa.
Como vemos, las repercusiones psicológicas del coronavirus han afectado a hasta la mitad de las enfermeras provocando síntomas leves, y en algunos casos agravándose siendo necesaria ayuda psicológica profesional.
Según el estudio, uno de los predictores de ansiedad y depresión era la edad. Las enfermeras más jóvenes, a menudo residentes o recién contratadas, mostraron peor salud mental.
Este es el caso de Elisa Domínguez, EIR (Enfermera Interna Residente) que en su primer año se topó con la pandemia mundial. “Yo creo que todos el primer año sentimos que no sabemos nada, y si encima te toca lidiar con una situación así el mundo se te viene encima”, confiesa. “Todos los días llegaba a casa con pánico de haberme contagiado, preguntándome si me había puesto bien la mascarilla o si sería suficiente protección. Me duchaba tantas veces que acabé con dermatitis”.
A la ansiedad que le generó la situación sanitaria, se sumó el estar lejos de su familia. “Conseguí plaza de enfermera en una ciudad que no es la mía, y no tenía ni amigos ni conocía a nadie. Tampoco podía quedar para tomar una caña después del trabajo porque estábamos en estado de alarma. Era una sensación de soledad que me hacía dudar de mí a diario”, recuerda.
“El apoyo del resto de enfermeras y personal es lo que yo creo que a todas nos ha salvado. Hicimos una piña única y cuando una se venía abajo, la apoyábamos aunque tuviésemos ganas de llorar”, comparte con Yasss. “También nos ayudaron mucho los psicólogos del hospital. Ha sido un trabajo en equipo brutal, pero no nos podemos relajar porque todavía seguimos en una pandemia”.
Según la investigación de la Universidad de Glasgow, es fundamental apoyar al personal sanitario en el entorno laboral. Recomiendan “escuchar y actuar sobre las preocupaciones familiares, sobre todo en situaciones de crisis y pandemias”. También destaca la necesidad de que los médicos y enfermeras adjuntas y jefes de planta cuiden de los trabajadores más novatos, fomentando un equilibrio entre su trabajo y su vida.
“Para mejorar la resiliencia en el lugar de trabajo necesitan indicar al personal los recursos de apoyo”, explica haciendo referencia a las áreas de salud mental de los hospitales públicos. “El apoyo psicológico debe estar disponible en una variedad de formatos que se adapten a las necesidades de las personas. Puede ser por teléfono, Internet o formularios, así como grupos de apoyo y folletos informativos y otros materiales de lectura, pero debe ser flexible”.
Además del apoyo psicológico, Nicola Roberts recomienda ofrecer talleres en los que se entrene la resiliencia, definida como la capacidad de afrontar situaciones traumáticas. “El entrenamiento en resiliencia se ha investigado con efectos positivos después de la epidemia de SARS. La formación demostró que los participantes se sentían más capaces de afrontar la situación después de la sesión”.