La vitamina C no solo es un buen complemento para reforzar nuestro sistema inmunológico y reducir los síntomas de gripes y resfriados: su carencia en nuestro organismo puede provocar efectos negativos indeseables, incluyendo enfermedades de todo tipo. Y es que la utilidad de esta sustancia va mucho más allá de lo que imaginamos: su consumo es clave para asegurar un crecimiento y desarrollo normales, interviniendo en la reparación de tejidos en todas las partes del cuerpo. ¿Cuáles son las enfermedades asociadas a falta de vitamina C?
La vitamina C se utiliza, entre otras cosas, para sanar heridas y formar tejido cicatricial; para reparar y mantener el cartílago, los huesos y los dientes; para ayudar a la absorción del hierro; así como por sus propiedades antioxidantes, bloqueando parte del daño causado por los radicales libres, que se producen cuando el cuerpo descompone el alimento o cuando se está expuesto al humo del tabaco o a la radiación.
De ahí que su consumo está asociado a la lucha contra el cáncer, la artritis, enfermedades del corazón... ya que la acumulación de radicales libres con el tiempo es ampliamente responsable del proceso de envejecimiento.
El consumo diario recomendado (CDR) es un indicador utilizado para saber qué cantidad de cada sustancia debemos consumir cada día. Ello dependerá de distintos factores, como la edad o el sexo, así como el embarazo, la presencia de enfermedades, los hábitos de consumo de cada persona... En el caso de la vitamina C, según la web médica MedlinePlus, estos son los consumos de referencia:
Bebés:
0 a 6 meses: 40 miligramos/día (mg/día)
7 a 12 meses: 50 mg/día
Niños
1 a 3 años: 15 mg/día
4 a 8 años: 25 mg/día
9 a 13 años: 45 mg/día
Adolescentes
Niñas de 14 a 18 años: 65 mg/día
Adolescentes embarazadas: 80 mg/día
Adolescentes lactantes: 115 mg/día
Niños de 14 a 18 años: 75 mg/día
Adultos
Hombres de 19 años o más: 90 mg/día
Mujeres de 19 años o más: 75 mg/día
Mujeres embarazadas: 85 mg/día
Mujeres lactantes: 120 mg/día
Por otro lado, los fumadores activos o pasivos a cualquier edad deben incrementar su cantidad diaria de vitamina C a 35 mg adicionales. Además, las mujeres que estén embarazadas o amamantando y las que fuman necesitan cantidades mayores de vitamina C, más allá de que también haya alimentos que ayudan a dejar de fumar.
Una de las enfermedades más frecuentes asociadas a la falta de vitamina C es el escorbuto, fruto de una carencia grave de esta sustancia. No es habitual en países desarrollados, ya que, en mayor o menor medida, no suele darse una carencia tan importante de esta vitamina en la dieta de los ciudadanos de estas áreas. Sin embargo, se está experimentando un repunte en campos de refugiados. Suele ser habitual durante hambrunas y, en general, en situaciones de malnutrición.
Dado que la vitamina C es necesaria para la formación y mantenimiento saludable del material intercelular (como un cemento que une células y tejidos), cuando ésta no está presente, las paredes de los vasos sanguíneos muy pequeños, los capilares, carecen de solidez y se vuelven frágiles, sangran y sufren hemorragias en diversos sitios. Así, la carencia moderada de vitamina C puede incidir en una cicatrización pobre de las heridas.
Algunos de los síntomas de la ausencia de vitamina C pueden ser cansancio y debilidad; encías inflamadas que sangran fácilmente en la base de los dientes; hemorragias en la piel; otras hemorragias (por ejemplo, sangrado nasal, sangre en la orina o en las heces, estrías hemorrágicas debajo de las uñas o hemorragias subperiósticas);demora en la cicatrización de las heridas; y anemia.
Por otro lado, la vitamina C aumenta la absorción de hierro, de manera que su carencia influye en la reducción de la anemia por carencia de hierro.