Los looks son cambiantes, pero la calva de la actriz Jada Pinkett Smith no se debe a una cuestión de estética. Padece alopecia y recientemente ha decidido visibilizar este problema dermatológico que afecta a un gran porcentaje de la población.
Su calva fue el eje central de un comentario de mal gusto en la gala de Los Oscars, aunque lo más sonado no fue el “chiste”, sino la reacción del marido de Jada, Will Smith, que lanzó un puñetazo al cómico Chris Rock. Para muchos fue un acto guionizado y para otros un comportamiento agresivo totalmente fuera de lugar, pero lo que está claro es que hay ciertos temas sobre los que es mejor no bromear, y es que la alopecia puede afectar psicológicamente a quienes la padecen.
La alopecia es un problema dermatológico que provoca una pérdida de cabello a un ritmo anormal.
Nuestro pelo se cae de forma natural, pero este ciclo es tan lento que no nos damos cuenta. Podemos notar que hay más pelos en el desagüe en otoño y primavera, pero si nos miramos en el espejo, apenas vemos diferencia.
En las personas con alopecia, este ciclo se altera. El pelo se cae a mayor velocidad de la que crece o incluso se detiene el crecimiento por completo, apareciendo calvas en zonas muy concretas o en toda la cabeza. Pero ojo, porque no todas las alopecias.
Aunque hay muchos tipos, las formas de alopecia más comunes son:
Pese a ser muy frecuente, la alopecia suele vivirse en silencio por vergüenza o por miedo a que la gente la confunda con un problema de salud física grave. Estos prejuicios acaban afectando a la salud mental de la persona.
La principal secuela psicológica de la alopecia es la baja autoestima. Es muy habitual que la persona se sienta mal en su propio cuerpo, que no se reconozca en el espejo o que asocie la falta de pelo a una falta total de atractivo. Incluso se puede extrapolar la baja autoestima física a una baja autoestima en otros aspectos: se siente inútil y cree que no puede lograr nada.
Poco a poco, la alopecia se acaba convirtiendo en el eje central de su vida. Deja de mirarse en el espejo, de hacerse fotos, de quedar con gente nueva o con gente a la que hace tiempo que no ve… No quiere que nadie se de cuenta de que sufre alopecia, pero lo más grave es que ni siquiera ella misma soporta verse.
La forma de pensar, de actuar y de sentir se ven completamente alteradas, dando como resultado un mayor riesgo de sufrir trastornos mentales serios. Un estudio de la Academia Americana de Dermatología encontró que 8.8% de las personas con alopecia areata habían sufrido un episodio de depresión mayor y 18.2% un trastorno de ansiedad generalizada en comparación con un 1.3% y un 3.5% respectivamente en personas sin alopecia.
Además de la baja autoestima, la depresión y la ansiedad, también se puede producir un empeoramiento de la alopecia asociado a la salud mental, ya que el estrés acaba acelerando la caída de pelo.
Las secuelas psicológicas dependen de muchos factores. En primer lugar, el género, ya que la calvicie en mujeres está mucho más invisibilizada. Además, es frecuente que se critique y juzgue a quienes no quieren tapar sus calvas con pelucas o pañuelos.
Otro factor es el apoyo social. Son muchas las personas con alopecia que sufren los prejuicios en sus propios hogares. Que tu pareja, tus amigos o tus padres hagan comentarios despectivos aumenta el riesgo de padecer problemas psicológicos. Dichos comentarios pueden ser muy sutiles – “Estás más guapa con peluca”– o totalmente violentos –“Tu calva da asco”–.
No podemos ignorar el acoso virtual, y es que los insultos pueden darse también en las redes sociales. El anonimato de internet provoca que muchas personas se sientan cómodas opinando sobre el físico de los demás. Aunque las críticas provengan de desconocidos sin foto de perfil, el daño que provocan es igual de grave.
Ante los prejuicios solo hay una reacción posible: visibilizar y condenar el odio. No hace falta llegar a los extremos de Will Smith; la violencia física no es la solución. Sin embargo, sí debemos dejar de reírnos ante chistes sobre la alopecia, parar los pies a quienes humillan con el pretexto de que “es humor” y, sobre todo, evitar opinar sobre el físico de los demás.