Para algunas personas, la orientación sexual es un camino completamente prefijado. Nunca se paran a reflexionar sobre ello; simplemente sienten lo que sienten y actúan en consecuencia. Sin dudas, sin tabúes, sin prejuicios. Sin embargo, son muchos los que se pierden por este sendero, a veces por las propias dudas y en ocasiones por la presión de su entorno y de la sociedad.
Esta sensación de disconformidad a menudo va ligada a todo aquello que no encaja en nuestra cultura heteronormativa. Al fin y al cabo, desde pequeños nos venden la idea de que lo normal es que a los niños les gusten las niñas, y a las niñas los niños.
«Qué, ¿tienes ya alguna novia en el cole?», le dice la vecina del quinto a un niño de 4 años al que lo único que le interesa es jugar con la arena en el parque. Si bien esa sencilla pregunta no va a cambiar por arte de magia su orientación sexual, si que va a provocar en él una sensación de que lo normal y esperable es que, efectivamente, le gusten las niñas.
Ese niño crecerá en una sociedad hecha por y para las personas heterosexuales con películas en las que la princesa se enamora de un príncipe, porque en pleno 2021, Disney todavía no se ha atrevido a crear una pareja abiertamente homosexual. Lo máximo a lo que aspiramos es Elsa de Frozen, que decide estar soltera, Luca, que si bien tiene una lectura LGTBI+, no se acaba de mojar del todo, y Out, un corto animado que no se llevó a la gran pantalla.
En otras palabras, no es extraño que muchos jóvenes de la comunidad LGTBI+ tengan dudas sobre quiénes son o qué es lo que sienten; dudas que a veces no se resuelven hasta la edad adulta.
Para facilitar este proceso de autodescubrimiento, varios jóvenes homosexuales nos han dado los tips que les ayudaron cuando surgieron esas dudas tan frecuentes y a la vez, tan invisibilizadas.
“Yo no me di cuenta de que era gay hasta los 24 años”, comparte Diego, un joven de 27 años. “Toda mi vida había estado con chicas y de repente en unas vacaciones me atrajo muchísimo un tío y dije, mira, tira para delante que la vida es muy corta”.
Tanto si sientes una atracción sexual repentina, como si experimentas una conexión más romántica, el consejo de Diego es intentar no cohibirte por lo que los demás puedan pensar. “A veces nos paraliza más lo que los demás piensan. Creemos que nuestros amigos o padres, que están acostumbrados a vernos como heterosexuales, se van a decepcionar o que va a cambiar la relación. En el 99,99% de las veces no pasa. La gente o te apoya o sencillamente le da igual lo que haces, y si alguien se siente molesto, yo creo que es mejor distanciarte de esa persona”, recomienda.
Para Héctor, de 26 años, no es lo mismo reivindicar los derechos de las personas LGTBI+ que compartir tu vida privada. “Estamos viviendo una situación en la que hay muchísimas agresiones homófobas y eso es un hecho. Ahora más que nunca hay que posicionarnos y condenar la homofobia, pero antes de eso va nuestra seguridad física y mental”, explica.
“Puedes criticar la homofobia y normalizar la homosexualidad sin necesidad de decir que eres gay. Eso lo primero. Cuando un amigo hace un chiste homófobo y le dices ‘tío, eso no tiene gracia y es ofensivo’, ya estás ayudando más que alguien que tiene en su bio de Twitter que es gay, pero no se moja nunca cuando hay movidas de este tipo”, asegura a Yasss. “Y luego está lo que tú quieres compartir y el límite de tu privacidad. Si no quieres decir en tu casa que eres gay porque eres tímido con tu vida amorosa, porque tus padres son unos cromañones homófobos, no te obligues tampoco a hacerlo. Lo mismo con amigos, en Twitter, en el curro… Al final tú decides cuándo sales del armario y con quién, nadie puede sacarte a rastras y nadie te puede juzgar por ello”.
“Si vives eternamente esperando a aclararte para actuar, al final no vas ni a aclararte ni a disfrutar”, opina Nacho, de 20 años. “Obviamente tú tienes que actuar de una forma en la que te sientas cómodo y no hacer nada si no te sientes preparado, pero si tienes esas ganas que te mueres y lo único que te frena es el saber si te va a gustar o no, pero en realidad quieres probarlo, hazlo. En el peor de los casos habrás resuelto tu duda y sabrás qué es lo que no te gusta”.
Sandra, de 29 años, explica la función de las etiquetas. “Tú puedes decir que eres gay, lesbiana, bisexual o lo que sea, y esa etiqueta te puede aportar muchas cosas positivas: orgullo, una sensación de identidad con gente como tú, superar miedos, que quienes te rodean entiendan mejor lo que estás viviendo. Lo que sea. Pero una etiqueta no puede convertirse en un lastre”.
“Si te apetece etiquetar lo que sientes porque eso te hace sentir más cómodo, hazlo y grítalo al mundo, pero si estás súper agobiado porque no sabes a qué categoría de las siglas LGTB perteneces, relaja, que hay mucho tiempo para descubrirlo”, reflexiona la joven.
“Desde los 6 años yo tuve claro que era lesbiana, y a los 19 me acosté con un tío por primera vez”, recuerda Elena, de 24 años. “En ese momento te sientes un poco en shock porque lo que toda la vida has tenido claro y lo que tanto te ha costado, que es salir del armario, se tambalea por un momento”. Sin embargo, la aceptación de esa atracción resultó liberadora para ella.
“Soy bisexual, y aunque me suelan atraer más chicas que chicos, me suela acostar con más chicas que chicos, y me enamore de más chicas que de chicos, eso no me hace menos bisexual. Lo mismo sucedería si fuese al revés y me atrajesen más los hombres”, reivindica.