Cuando hablamos de dolor cervical nos estamos refiriendo a una de las causas de consulta médica más frecuentes en nuestro país, junto con el dolor lumbar. Se trata de una sensación que tiene que ver con problemas del sistema musculoesquelético y de la columna vertebral, incluidas las estructuras óseas (vértebras) y los músculos y ligamentos que las mantienen unidas.
A veces el dolor es puntual y se relaciona con un mal movimiento, una postura inadecuada... pero en ocasiones puede tener que ver con situaciones más graves e, incluso, proceder de una meningitis. ¿Qué hacer en caso de sufrir dolor cervical?
El cuello es una zona sensible, flexible y sobreexpuesta a determinadas posturas y movimientos que pueden provocar daños puntuales y, con el tiempo, dolencias crónicas. El dolor cervical (es decir, el que afecta a los huesos de la columna cervical) es, por ello, uno de los más frecuentes, afectando a jóvenes y a adultos. En caso de accidente, es también una dolencia muy frecuente: el llamado latigazo cervical suele ir asociado a muchos casos de choque traseros en accidentes de tráfico.
A veces este dolor se relaciona con una lesión de los huesos, músculos, discos o ligamentos, y también puede tener su origen en lesiones de los nervios o de la médula espinal. Por eso, lo más importante es conocer la causa, de forma que puedan reducirse estos daños a través de un tratamiento a medida. Así, aunque es importante mitigar el dolor y se pueden utilizar medicamentos para ello, el diagnóstico de un profesional y, en su caso, sesiones con un fisioterapeuta, ejercicios en casa, cambios de postura y de hábitos... deben completar el proceso.
Tal y como recuerda el Manual MSD, las causas comunes de dolor cervical o dolor de cuello son:
Además, las contracturas de la musculatura cervical son frecuentes y pueden ocurrir "de forma aislada o después de un traumatismo, incluso una lesión menor". Así, las lesiones pueden ocurrir durante actividades rutinarias, como levantar objetos, hacer ejercicio, moverse de manera inesperada... o ser consecuencia de un traumatismo, como una caída o un accidente de tráfico.
En general, y siempre una vez que se realice un diagnóstico, el tratamiento del dolor cervical incluye el uso de analgésicos, la aplicación de calor o frío en el área del dolor, una modificación de las actividades (suele recomendarse reposo) y ejercicio ligero según lo tolerado. Si la causa es un esguince, espasmo muscular (lo que suele ser lo más frecuente)... bastará con analgésicos sin receta médica, como el paracetamol (acetaminofeno), o un antiinflamatorio no esteroideo (AINE). El hielo o el calor también pueden ayudar.
Solo en casos más extremos se pueden prescribir analgésicos opiáceos, que deben usarse durante periodos breves para evitar efectos secundarios y posibles trastornos por consumo de sustancias adictivas. También suelen pautarse relajantes musculares, como carisoprodol, ciclobenzaprina, diazepam, metaxalona o metocarbamol. El collarín puede estar indicado en algunos casos para reducir la movilidad y favorecer el descanso de la zona.
De nuestro lado, podemos reducir el dolor evitando actividades que lo agraven, como pasar largas horas sentados. Corregir nuestra postura e identificar qué comportamientos debemos evitar es básico, y un profesional de la salud puede ayudarnos a conseguirlo: la manera en que los colocamos al estar de pie, sentados o tumbados, puede acarrear problemas de salud.
También puede ayudarte, si tu dolor es frecuente, revisar tu almohada y tu forma de dormir y, si es necesario, cambiarla por una acorde a tu postura habituyal. En general, es mejor evitar dormir boca abajo, del mismo modo que es básico introducir estiramientos suaves en nuestra rutina, así como fortalecer poco a poco nuestra zona cervical para evitar molestias en el futuro.