La disfagia, un trastorno de la deglución que implica la dificultad para tragar, es una de las principales secuelas que sufren los pacientes con covid-19 que han permanecido un periodo de tiempo prolongado ingresados, sobre todo tras las estancias en la UCI. Es una de las conclusiones expuestas durante el 71 Congreso de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) que se celebra estos días de forma virtual.
La progresión de la enfermedad grave de la covid-19 a menudo se asocia con el desarrollo del síndrome de dificultad respiratoria aguda y puede requerir algún tipo de soporte respiratorio, incluida la intubación endotraqueal y la ventilación mecánica, que precisan de una nutrición enteral a través de una sonda nasogástrica para alimentar al paciente, ha informado esta sociedad científica. "Estas condiciones aumentan el riesgo de disfagia y aspiración. Aunque no tenemos aún datos disponibles sobre la incidencia, sí que hemos visto aumentadas las consultas por parte de estos pacientes", indica el doctor Raimundo Gutiérrez Fonseca, secretario general de la SEORL-CCC.
De hecho, según un trabajo publicado en la revista Dysphagia, en general, la prevalencia de disfagia aumenta en el 56 % de los pacientes después de 48 horas de tratamiento con intubación orotraqueal. Las intubaciones prolongadas, el déficit de función pulmonar residual y la pérdida de masa muscular (sarcopenia) "pueden producir dificultad para tragar. Pero también las afectaciones neurológicas que se han visto en muchos pacientes tras la covid pueden estar involucradas en el desarrollo de la disfagia", afirma el doctor Gutiérrez Fonseca.
También se ha observado una tasa algo más elevada de parálisis faríngea o laríngea o, al menos, pérdida de fuerza en esa zona que repercute en la disfagia.
Desde la SEORL-CCC se recomienda "extremar al máximo los cuidados y las medidas de protección y seguridad" ya que los procedimientos necesarios para la evaluación y diagnóstico de problemas en la deglución pueden implicar dispersión de aerosoles, con un elevado riesgo de contagio.
Cualquier alteración o retraso neurológico-muscular puede provocar una incoordinación en el movimiento del bolo alimenticio o un error en la dirección del bolo, el cual, en lugar de descender por el esófago, puede pasar a la vía respiratoria y causar complicaciones graves de salud.
La dificultad para transformar los alimentos en un bolo alimenticio con el formato y tamaño adecuados para ser tragado.
La dificultad para mover el alimento hasta el fondo de la boca.
La necesidad de realizar varios intentos para tragar la comida.
La dificultad para hacer avanzar el bolo correctamente hasta el estómago, sin que se quede retenido en la garganta o pueda pasar a los pulmones.
La tos, el carraspeo, el babeo a la hora de tragar la comida son síntomas.