No es la primera vez que Patricia Steisy habla abiertamente de salud mental en su canal de mtmad visibilizando duros episodios como el acoso que sufrió, los problemas familiares durante su infancia y adolescencia, los malos tratos por parte de su expareja y el trastorno depresivo y la anorexia que padeció en un determinado momento de su vida.
En su último video, Steisy ha querido compartir una pequeña parcela de su intimidad explicando cómo le afectó crecer en un entorno complicado. “La vida que yo he vivido ha sido complicada y eso me llevó a no estar bien de los nervios, a tener déficit de atención, a no sentirme segura en la vida", relataba con la naturalidad que le caracteriza. "Ese nerviosismo te lleva a hacer cosas involuntarias que se convierten en costumbre, en un TOC, o en un vicio... Como las autolesiones".
La granadina ha confesado que durante gran parte de su niñez se arrancaba el cabello. “Empecé arrancándome las pestañas, luego las cejas, hasta que me quedé calva de pestañas con 9 años. Con 12 o 13 años me dio por comerme los pelos. Cogía los mechones y los que llegaban a la boca los iba mordiendo", explicaba.
Con el tiempo, la conducta de arrancarse el pelo desapareció dejando lugar a otro tipo de tics, obsesiones y pensamientos autodestructivos. Desde sentir rechazo y asco cada vez que mantenía relaciones sexuales, hasta trabajar de forma compulsiva poniendo en peligro su salud física y mental.
Las autolesiones se han entendido tradicionalmente como conductas destructivas sobre el propio cuerpo, siendo el ejemplo prototípico los cortes, arañazos, quemaduras o heridas provocadas deliberadamente. Sin embargo, hay otro tipo de autolesiones que no son visibles ni encajan en este estereotipo que hemos ido creando en la sociedad.
La tricotilomanía o conducta de arrancarse el pelo es muy habitual durante la infancia y la adolescencia que puede surgir o bien en momentos de estrés y ansiedad, o bien como una forma de autolesionarse, tal y como relata Steisy. A veces incluso se convierte en un comportamiento automatizado y la persona se descubre arrancándose el pelo sin darse cuenta, provocándose pequeñas calvas que generan más inseguridad, y esa inseguridad aumenta la tendencia de arrancarse el pelo como si se tratase de un círculo vicioso.
Otro tipo de conductas autolesivas son las que caracterizan los TCAs (Trastornos de la Conducta Alimentaria). Insultarse frente al espejo, obligarse a una misma a realizar ejercicio hasta la extenuación o prohibirse determinados alimentos son formas de castigar su cuerpo.
En el terreno de lo introspectivo, es decir, lo que no se ve, están los pensamientos como “no valgo para nada”, “soy una mierda”, “no merezco que nadie me quiera”, “todos me detestan”, etc., característicos de la depresión, pero que pueden aparecer en cualquier persona y en cualquier momento vital.
En su vídeo, Patricia Steisy confesaba que el acoso que sufrió durante su infancia influyó en su salud mental hasta la adultez, sintiéndose como una molestia desde temprana edad. "De pequeña sufría bullying. Yo me levantaba por la mañana y nadie me podía asegurar que no me fuesen a pegar ese día, que no fuese a tener algún problema o no me fuese a acostar en la cama asustada o llorando", recordaba. “Eso te crea una inseguridad en la que crees que no tienes nada seguro, que no vas a tener nada tuyo, ni nada para siempre. En esas situaciones, al final, terminas por sentirte mal contigo misma, todo lo que haces te hace sentir mal".
“Si te hacen daño en una forma sientes un alivio porque crees que te lo mereces”, compartía. “Cuando tienes un cargo de conciencia empiezas a no quererte, a cogerte manía a ti misma, y eso te lleva a las autolesiones, a automaltratarte como una manera, quizá, de tener bajo control las situaciones", añade.
Esa falta de cariño, empatía y respeto por parte de sus compañeros de clase y en ocasiones por parte de su familia le llevó a desarrollar una mala relación con su propio cuerpo, episodios depresivos y, tal y como cuenta, conductas autolesivas. "No sé lo que es el apoyo incondicional. A veces pienso que no sé lo que piensa de mí realmente la gente que quiero, o que cuando dicen que están orgullosos de mí, no me lo creo".
El bullying en el contexto escolar es un factor precipitador de la depresión y la ansiedad, así como de las ideaciones suicidas y de las conductas autodestructivas. Si a esto le sumamos una mala relación con nuestros padres, sintiéndonos juzgados en el propio hogar y sin apenas confianza hacia quienes nos rodean, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que durante la niñez, adolescencia y edad adulta aparezcan secuelas en nuestra salud mental. En pocas palabras, el aislamiento predispone al sufrimiento, pero no hace falta llegar a estos extremos para que aparezcan conductas de autolesión.
Menores que no han sufrido bullying pero se sienten solos, incomprendidos o desatendidos pueden realizar este tipo de conductas, viviéndolas con tal secretismo que ni sus mejores amigos o padres sospechan. Por eso es fundamental prestar atención a cualquier cambio en el comportamiento de un niño o adolescente. Debemos crear hogares y escuelas en las que se sientan cómodos para expresarse y en las que sus emociones no sean invalidadas ni menospreciadas.