Recientemente se ha hecho popular la aparición de tics entre adolescentes que aparecen en la red social TikTok. Aunque este comportamiento puede genera inquietud, no debería equipararse a trastornos con una base neurobiológica clara como el síndrome de Gilles de la Tourette.
Estos “TikTok Tics” se han enmarcado dentro de los trastornos funcionales o conversivos que presentan un origen psicógeno. De hecho, no se descarta que se trate de de conductas imitativas fruto de la popularidad de las redes sociales. En todo caso, este hecho ha generado un renovado interés por trastornos que afectan a una proporción relevante de la población y que deben ser tratados de la mejor forma posible.
Entre la alta aristocracia del París de mediados del siglo XIX llamaba la atención la conducta de la marquesa de Dampierre. Nacida en 1800, había sido educada siguiendo los exquisitos modales de la época recibiendo una estricta educación católica. Sin embargo, algo extraño pasaba con su comportamiento.
A partir de los 7 años empezó a tener gestos bruscos acompañados de vocalizaciones diversas que, con el paso del tiempo, se trasformaron en improperios y frases que por el decoro de la época no se reproducían en los textos.
Cuentan las crónicas de entonces que recibió de manos del emperador, en el segundo imperio francés, la medalla de oro en un certamen de horticultura. Al subir al estrado comenzó a emitir todo tipo de insultos y ladridos. Afortunadamente su trastorno era conocido por todos los asistentes y parece que quedó ahí la cosa.
En 1825, la marquesa de Dampierre fue examinada por un renombrado médico, el Dr. Jean-Gaspard Itard, que describió el caso con detalle. Sin embargo, hasta 1884 el célebre neurólogo Georges Gilles de la Tourette no reunió este primer caso descrito y otros 9 en un artículo clásico publicado en 1885 en la revista Archives de Neurologie.
Desde entonces conocemos como síndrome de Gilles de la Tourette a un trastorno de origen no aclarado que se presenta con múltiples movimientos involuntarios en forma de tics, tanto motores como vocales. Los tics vocales pueden ser tan simples como un carraspeo o algo de tos. O más complejos, como palabras o frases cortas, con frecuencia en forma de exabruptos e improperios.
Llamamos tics a unos movimientos involuntarios y repetitivos producidos por la contracción de uno o varios músculos del cuerpo. Son más habituales en la cara, pero pueden afectar a prácticamente cualquier grupo muscular.
No necesariamente van ligados al síndrome de Gilles de la Tourette. El espectro de los tics es amplio y engloba desde aquellos simples y ocasionales hasta cuadros con tics complejos motores y verbales de difícil control. A menudo acompañan a otros síntomas neuropsiquiátricos, como trastorno obsesivo-compulsivo o déficit de atención e hiperactividad. Aunque existen dudas sobre su origen, todo apunta a una disfunción fronto-subcortical.
En cualquier caso, el sujeto que los sufre puede intentar contenerlos durante unos segundos o unos minutos de forma voluntaria. Pero existe un fenómeno de escape que, si se intenta evitarlos durante mucho tiempo, a veces genera una tormenta de movimientos.
Como ocurre con muchos síntomas neurológicos, la ansiedad y el estrés pueden agravarlos. Por eso no es raro que a menudo se les achaque erróneamente un origen puramente psicológico. Sin embargo, cada vez hay más pruebas que apoyan una disfunción neurológica de base.
En esta línea, un reciente trabajo neurocientífico publicado en la revista Brain y liderado por el Centro de Neurología Experimental de la Charité, en Berlín, ha mostrado datos muy interesantes. Los autores han trabajado en modelos lesionales de tics en humanos y han determinado qué redes neuronales deberían estar lesionadas. En concreto han identificado una extensa red que involucra corteza cerebral frontal, el cuerpo estriado, el globo pálido, tálamo y cerebelo.
Este conocimiento es importante desde el punto de vista terapéutico. Desde hace tiempo se está trabajando en la estimulación cerebral profunda para casos graves e incapacitantes de tics que no responden a la medicación.
Disponer de un “mapa” de las áreas cerebrales afectadas y de sus conexiones permitirá identificar los lugares donde es más eficaz una estimulación de estas características. En lugar de hacernos eco de los supuestos tics vinculados al uso de TikTok, el objetivo debe ser tener cada vez más claro cómo identificar a los pacientes que realmente sufren tics, determinar su origen y tratarles de la mejor forma posible.