A las puertas del invierno, la tos, la fiebre o el dolor de garganta aprovechan para atacar nuestro organismo. Como sabrás, es época de virus y bacterias. Este año los esfuerzos se centran en frenar nuevos brotes potenciales de coronavirus y no es de extrañar que más de uno elija quedarse en casa al más mínimo síntoma. Pero esta no es la única enfermedad que debería preocuparnos por estas fechas: estas son las diez más comunes que afloran con el frío.
Si tiendes a ponerte malo todos los años con el frío, el resfriado es un viejo conocido para ti. No importa si eres una persona sana, los virus que infectan las células de la nariz y la garganta aprovechan el frío en las vías respiratorias para actuar, esa las de alguien sano o con alguna afección.
Estornudos, congestión nasal y ojos llorosos son los síntomas más frecuentes, y la recomendación típica es beber muchos líquidos y abrigarse… Y esperar a que pase. En algunos casos se recomienda tomar analgésicos, pero no es común dado que el cuerpo por sí solo lo resuelve y no es una enfermedad grave.
Se dice que este invierno será más benévolo en lo que a gripe se refiere, en parte porque más personas se están vacunando para prevenir, y en parte porque salimos menos y nos protegemos más. En España aún está por ver, porque los repuntes de visitas al centro médico por gripe se han enero generalmente, pero los países del Hemisferio sur parecen haber notado ya ese descenso durante el invierno austral.
La gripe, como sabrás, suele limitarnos mucho porque a la mucosidad y la tos que coinciden con los síntomas del resfriado les suele acompañar la fiebre. Llega a durar hasta 5 días y a menudo produce mialgias (eso que llamamos “malestar general” que causa el dolor muscular). Los consejos para evitar contagiarse suelen ser: no estar en contacto cercano con alguien con síntomas, lavarse frecuentemente las manos y, en algunos casos, la vacunación.
Es un riesgo que corremos todos con el frío. La faringitis puede venir precedida por una gripe o un resfriado común. Puede causarla bacterias como los estreptococos o virus. Generalmente provoca dolor de garganta agudo, con dificultad para tragar y hablar, mucosidad y fiebre. Dependiendo de qué cause la enfermedad se recomienda tomar antibióticos o esperar a que el cuerpo lo resuelva sin darle nada.
Como la faringitis, se trata de una enfermedad respiratoria que repunta en invierno. La laringe se infecta o irrita y se inflama. En su interior se encuentran las cuerdas vocales, por ello es normal que cuando padecemos laringitis la voz suene ronca. Se producen por una infección viral, y suele ser temporal y poco grave. No obstante, se dan casos de laringitis crónica. Lo más aconsejable es reposar la voz y beber mucha agua, y si las molestias se alargan, informar a tu médico.
Es otra enfermedad que muchos hemos pasado algún invierno. La amigdalitis es la inflamación de las amígdalas, las masas de tejido a ambos lados de la garganta que podemos ver al final de la lengua. Puede provocarla una bacteria o un virus y, como ocurre con todas las infecciones de las vías respiratorias, la mascarilla podría ser de ayuda este año para evitar pasarla.
Algunos síntomas son la formación de placas de pus, la fiebre, el dolor al tragar, molestias en el estómago, voz ronca y el dolor de cabeza. El tratamiento de la amigdalitis depende del caso, y por tanto es importante ver a un médico.
Las bacterias son la causa más común de la neumonía, que es la infección de uno o ambos pulmones, aunque pueden provocarla también ciertos virus u hongos. Generalmente desaparece a las pocas semanas, pero su gravedad depende de factores como el germen que causa la infección, la edad y el estado general de salud.
Puede provocar desde tos y dificultad para respirar hasta náuseas, fatiga y fiebre. A pesar de que en personas jóvenes no tiende a ser alarmante, es recomendable siempre consultar a un especialista que haga el seguimiento.
No es una infección de las vías respiratorias, pero es una de las enfermedades que nos afectan más durante el invierno que el resto del año. Los virus y otros gérmenes que provocan la otitis aprovechan el exceso de mucosidad en el oído que se produce por estas fechas. Lo más frecuente es la otitis media aguda, muy molesta pero de corta duración. En el invierno suele asociarse con las enfermedades respiratorias, sobre todo en los niños.
Genera dolor de oído, enrojecimiento, supuración, y a veces una ligera pérdida de audición y fiebre. Se suele tratar con gotas con antibiótico.
La bronquitis es la inflamación de las vías respiratorias. La causan normalmente los mismos virus y bacterias que provocan al resfriado y la gripe, que tienden a ser la antesala de esta enfermedad. Por ello, se conoce comúnmente como “resfriado de pecho”.
La sintomatología incluye tos, fatiga, mucosidad abundante, dificultad para respirar, fiebre ligera y molestia en el pecho. También puede provocar dolor de cabeza y dolores musculares, dado que dificulta la llegada de oxígeno a los pulmones.
Muchas veces va de la mano con la gripe, pero no siempre. Los virus que provocan la gastroenteritis sobreviven muy bien en el medio ambiente, sobre todo en invierno. El contagio se produce por gotitas suspendidas en el aire (por tanto quizá este invierno repunte menos), y a través de objetos contaminados, o ingesta de alimentos o bebidas.
Suele ser brusca los primeros 2 o 3 días, cuando el cuerpo excreta millones de partículas virales. Además de la diarrea y los vómitos, produce dolor de cabeza, fiebre y dolor abdominal. Cuando se describió por primera vez en 1968 la gastroenteritis se llamó ”enfermedad del vómito de invierno”.
Por último, y también asociada a las vías respiratorias, como la mayoría de afecciones “de invierno”, el asma. Las vías de los pulmones se hinchan y estrechan, y esto provoca una notable dificultad para respirar, incluso dolor en el pecho, fatiga y tos.
Pueden provocarlo muchos factores, todo depende de la persona y cómo le afecte, puesto que suele estar asociado a alergias. Desde el pelaje de animales hasta los ácaros, el polen, el moho o el humo del tabaco, entre otros. El frío provoca espasmos musculares y brotes de las otras enfermedades respiratorias mencionadas, por eso los asmáticos suelen sufrir más en invierno.