Conocida como calciferol, la vitamina D es producida por la piel del ser humano y de los animales a partir de la acción de los rayos UVB. Es imprescindible para el mantenimiento de la homeostasis de calcio y fósforo, es decir, la formación de los huesos y de los dientes, pero también tiene un papel destacado en la regulación inmune, en la función endocrina del páncreas, en la muscular y en desarrollo cerebral. Su presencia en el organismo es tan importante para la salud y su consumo a través de los alimentos tan baja, además de la bajísima exposición al Sol en invierno, que los médicos recetan suplementación y la exposición prudente a la luz solar.
La climatología y la dieta mediterránea de los españoles son el mejor aliado para estar entre los europeos con niveles más altos de vitamina D, pero la realidad dista mucho de esa suposición. "La población española no es ajena al déficit de vitamina D existente a nivel mundial", dijo hace un año Francisco López Medrano, médico del Hospital Universitario 12 de Octubre (Madrid). Según el doctor, la exposición a la luz del Sol no es suficiente para sintetizar los requerimientos básicos diarios de esta vitamina, especialmente en otoño e invierno.
Los últimos estudios en este sentido indican que los españoles tenemos las mismas carencias que en el entorno europeo. Más del 40% de los españoles menores de 65 años y más del 80% de la población sénior sufren déficit en su organismo. Estos porcentajes, según los expertos, se deben a la baja exposición solar y al hábito de utilizar cremas fotoprotectoras, así como una dieta pobre en alimentos que contienen esta vitamina en dosis más relevantes.
A estos factores se han sumado en los últimos tiempos otros condicionantes ambientales que interfieren en su producción natural como la contaminación, la latitud geográfica, el tiempo atmosférico, el estilo de vida, el consumo de fármacos o el tipo de piel.
La insuficiencia de calciferol ocasiona una disminución de la mineralización ósea, que conduce, principalmente, a dos enfermedades: el raquitismo en los niños y la osteomalacia en los adultos. En el caso de los más pequeños, las señales son evidentes como el crecimiento deficiente, retraso en el nacimiento de los dientes, debilidad, cráneo blando y deformidades óseas. En los mayores, hay que estar muy atentos a los dolores de huesos, sobre todo, en zonas como la pelvis, columna vertebral y costillas, además de una predisposición a las fracturas.
En la mayoría de las ocasiones, las personas con carencia de vitamina D no presentan ningún síntoma. Sin embargo, existen pistas que pueden indicar su insuficiencia como los problemas osteomusculares, la fragilidad de los huesos y la debilidad muscular.
Otros signos que pueden dar una pista a los pacientes y a los profesionales de la salud es el cansancio crónico y la fatiga.
También los estados de ánimo deprimidos y una tendencia del afectado a sentirse pesimista.
El estado de la dentadura puede ser también muy indicativo, sobre todo en personas con tendencia a padecer caries y gingivitis.
Dormir mal, con largos periodos de insomnio, y la necesidad de comer dulces pueden ser otros indicios de que algo no van bien con los niveles adecuados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS)OMS) recomienda en invierno tomar el sol (con protección adecuada) para una buena sintetización de la vitamina D. Alrededor de 20 o 25 minutos dos o tres veces a la semana de exposición en cara, cuello, brazos y pies redundará en la producción adecuada y nuestros huesos, dientes, músculos y sistemas circulatorio, respiratorio e inmune lo agradecerán. Incluso cambiará el estado de ánimo y se verá beneficiado el descanso