El número de personas curadas de coronavirus en España asciende a casi 150.000 desde el inicio de la pandemia. De ellas, son sin duda los mayores los que tienen mayor mérito, y tampoco pueden olvidarse de la enfermedad contraída y sus posibles secuelas, con descompensaciones respiratorias y cardiovasculares, que podrían conducir a una recaída. Las historias de los recuperados que han ganado la batalla al patógeno y arrancan de nuevo son un ejemplo y una inspiración para el resto.
Marisa tiene 72 años y una mala salud de hierro. Ingresó por coronavirus el 3 de abril y salió el 8 de mayo, tras 24 días en UCI. Hoy, canta y hace bici estática. Ángeles, de 71, se tiró 55 días hospitalizada, 41 en críticos. Teolindo, de 78, sumó 63 días en intensivos. Cardenio, el más joven, de 70, despedido con la música que adora Marisa, computó 57 días totales, 40 en UCI. Todos ellos superan las siete décadas, forman parte de la población de riesgo y ya están en casa, pero no olvidan la batalla contra el patógeno
Marisa Giraldo, de 72 años, empezó a notar malestar, diarrea y fiebre alta el 3 de abril. Su recuerdo más amargo, a la par que tierno por los cuidados recibidos, es el de cuando fue internada en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde permaneció sola, sin el apoyo de los suyos. Las sensaciones que recuerda son las de cuando empezó a sentirse mal y fue a recogerla una ambulancia. A partir de ahí, tiene lagunas. Su pareja se puso el traje (EPI) y la bajó a la ambulancia con destino al Complejo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO).
Se dio cuenta Marisa de que había mucha gente y tiene grabado a fuego el número de la cama que ocupó: la 19. Ahora lucha por superar psicológicamente tan dura experiencia. Experimentó por pérdida de gusto y olfato, fiebre y dolores por todo el cuerpo hasta el punto de que no era capaz de moverse de la cama. “Estuve muy mala. Me quería levantar y no podía, tuve costras en la cara, me encontraba muy cansada”, cuenta a EFE. Los profesionales se plantearon la posibilidad de hacerle una traqueotomía que finalmente no fue necesaria. “Fue muy duro, ingresó y no supe nada de ella hasta tres días después”, resume su compañero.
Marisa adelgazó nueve kilos durante su batalla contra el patógeno. Su voluntad inquebrantable le permitió recuperar fuerzas y llegar a planta. "Cuando supe que había tenido coronavirus empecé a relajarme y me fui recuperando, con ayuda de la medicación”, puntualiza esta mujer. A la espera de que le realicen las pruebas, esta jubilada, aficionada al teatro, pintora y antaño cantante de coro, es un ejemplo de superación, como muchos que se están viendo. En la actualidad, combina cocina con bici estática y otros ejercicios para ponerse en forma, por "tonificar".
Por el momento, no se plantea salir a la calle, a la espera de que las pruebas confirmen que ya no tiene carga vírica. “Yo lo pasé y esto no es un broma”, zanja Marisa, que ruega a la gente que “sea consciente” y se tome en serio este problema. Su principal dedicatoria va dirigida a los trabajadores de la sanidad pública: “Todos fueron encantadores. Nos traían la comida, nos hablaban y nos atendían con esos aparatosos trajes. Se portaron todos muy bien”, relata.
Su principal ilusión es recuperarse para poder “abrazar a toda la familia y hacer una comida todos juntos”. Hasta ahora, solo ha podido comunicarse con ellos por videoconferencia o desde el balcón. Marisa y Toño sueñan con retornar a la existencia que tenían antes de la crisis sanitaria y con volver a abrazarse. Ambos duermen en habitaciones separadas, no comparten baño y tratan de no coincidir mucho, pues están siempre guardando las distancias de seguridad. Para más adelante planean ir en autocaravana a París, ciudad en la que Marisa vivió muchos años. "Se trata de poder disfrutar después de estar entre la vida y la muerte. Quiero vivir la vida, cuando podamos vamos a ir y disfrutar”, concluye esta curada.
Las ganas de volver a estar en familia también las tiene Teolindo Fernández, de 78 años, paciente cero del Hospital Público de Lugo (HULA), el que primero llegó y el último en irse. Casado en Suiza, padre y doblemente abuelo, ha pensado en toda su familia. Emigró a ese país y desde allí voló para ir a su pueblo natal, Becerreá. De morirse, quería quedar en su tierra. Lo único que tenía claro entre tantas noches complicadas.
Ángeles Puga, de 71, hace la misma petición que Marisa: hacer caso a las recomendaciones de distanciamiento social porque no es algo baladí. A Cardenio, de 70 años, la primera persona que ingresó en el hospital Vithas Fátima de Vigo, la música le emociona tanto como a Marisa. En su salida hubo una gran ovación, una tarjeta grande de felicitación firmada por todo el personal que lo atendió y, cómo no, un alalá, género musical folclórico que le puso el vello como escarpias. Escuchó la interpretación de un tema hecho para él y, como obsequio, se llevó la letra impresa.